EL PAíS › KIRCHNER HABLO SOBRE SU ESTILO DE GOBIERNO
“No nos dejaremos apurar”
En un diálogo informal, el Presidente dijo que “volvería a cargar” contra la Corte “porque es necesario”, habló de un “triunfo” ante el Fondo y afirmó que no acepta presiones.
“No nos vamos a dejar apurar por nadie”, advirtió ayer Néstor Kirchner en un diálogo informal con los cronistas acreditados en la Casa Rosada. La frase, que el Presidente emitió tras defender su embestida contra la Corte por cadena nacional, resumió el tono entre complacido y desafiante que mostró en el agasajo por el Día del Periodista. El encuentro se realizó en el Salón Colón, donde el jefe de Estado aseguró que “volvería” a cargar contra los cortesanos “aun con el 70 por ciento de la población en contra, porque son medidas necesarias y buenas”. También se jactó de obtener un “triunfo” al lograr que el Fondo Monetario Internacional (FMI) aceptara la prórroga de las ejecuciones hipotecarias. Sobre la relación con el organismo –una cuestión central que definirá el rumbo de su gestión–, anticipó que su objetivo es lograr un acuerdo “de largo plazo” (ver página 5). Lo que no dijo fue cuál sería el contenido de ese acuerdo.
Como ya es su estilo, Kirchner sorprendió a los cronistas que cubren las actividades de gobierno. Pasadas las 13, y acompañado por el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli; el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el ministro del Interior, Aníbal Fernández, el Presidente homenajeó a los trabajadores de prensa con un diálogo poco protocolar, que rápidamente giró a sus críticas contra la mayoría automática de la Corte Suprema y su presidente, Julio Nazareno. “Ya se han tomado demasiadas medidas malas en los últimos tiempos”, argumentó Kirchner para defenderse de las acusaciones sobre “sobreactuación” que le hicieron en algunos matutinos y repitieron ayer algunos periodistas.
“Si hago porque hago, si no hago porque no hago. Sólo utilicé una vez la cadena oficial y después hablé por mis decretos”, contestó el Presidente. Aunque se mostró cauto y se limitó a decir que “respeta todas las opiniones”. Eso dijo cuando le recordaron las recomendaciones de “prudencia” que le hizo la diputada Elisa Carrió. Enseguida explicó que las decisiones se toman “sobre verdades relativas” y que no existen “las verdades absolutas”. Luego de hablar de la Corte, y siguiendo con los grupos de presión, Kirchner subrayó que no tiene ningún “apuro” por resolver el ajuste tarifario que le exigen las empresas privatizadas de servicios. Luego prometió que los contratos de las telefónicas y las distribuidoras de electricidad, agua y gas “se van a revisar con tranquilidad”. Y agregó lo que ya parece su latiguillo de gobierno: “No nos vamos a dejar apurar por nadie.”
De buen humor y bastante distendido como para contar anécdotas, Kirchner no se privó, tampoco, de consolidar su reputación de hiperquinético. Así, anticipó que la semana próxima viajará a Santa Fe –donde ayer Reutemann convocó a elecciones provinciales para el 7 de septiembre– para reunirse con los afectados por las inundaciones. También, y en otra muestra de la rapidez de reflejos del Gobierno, contó que está organizando un “festival solidario” en Plaza de Mayo que se realizará en los próximos días por iniciativa del Ejecutivo. Quizá para explicar la velocidad de su gestión, aseguró que él no quiere imitar a muchos de sus antecesores, que llegaron a la Rosada con la pretensión de “ser estadistas”. “Yo quiero ser el administrador del Estado. Esto es lo que hago, administrar”, dijo. “De cada diez problemas, cinco pueden ser resueltos rápidamente”, agregó.
Al final, Kirchner pidió a los periodistas que lo ayuden a corregir errores, y que sean como un “cable a tierra” para captar “una clara temperatura de las cosas”. Después les prometió que los diálogos se repetirán “cada quince días”. “No sólo para que ustedes me escuchen a mí, sino para que yo también los escuche a ustedes”, dijo. El tono decontracté se hizo notar, también, en la recorrida previa al encuentro con la prensa. Escoltado por su vocero Miguel Núñez, observó la colección del fotógrafo presidencial Víctor Bugge. Cuando se vio en una foto con la herida en la frente que le produjo un reportero gráfico, atinó a responder: “Este es el primer atentado mediático de la democracia”. Distinta fue la reacción cuando vio una foto de Videla: “Uy”, dijo. Y la tapó con la mano.