Lunes, 19 de agosto de 2013 | Hoy
EL PAíS › EL ESCENARIO ABIERTO DESPUéS DE LAS PRIMARIAS
Opinión
Por Washington Uranga
Una situación no se explica por una sola causa. Sería negar la complejidad de las conductas humanas. Tampoco alcanza con la racionalidad. Hay otros motivos que influyen: subjetivos, afectivos, culturales, incluso de clima de época. No hay una sola explicación para los resultados de las PASO y para el retroceso sufrido por el Frente para la Victoria (FpV). Y sería equivocado hablar apenas del “traspié” del oficialismo y no de la emergencia de otros candidatos, porque equivaldría a quitarle valor al pronunciamiento ciudadano. El balance tiene que contemplar valores y carencias de todos los actores.
Los resultados reflejan la incidencia que la derecha ideológica y el poder económico corporativo siguen teniendo en el país. Pero junto al avance de los representantes conservadores, también hubo notas de interesante presencia electoral de la izquierda. Es otro mensaje de las urnas. Pero lo más significativo (también lo más alarmante) es lo primero.
El ejercicio prolongado del poder desgasta. Mucho más cuando un gobierno decide enfrentar corporaciones y grupos de poder, y se gana enemigos luchando contra poderes fácticos. Es inobjetable, pero acarrea un costo. Al margen, hay fallas en la construcción política. No hay figuras políticas de relevancia en el oficialismo y la Presidenta tuvo que sacar a último momento “de la galera” a un Martín Insaurralde prácticamente desconocido. Es el resultado de un estilo de conducción y un déficit muy grande para un gobierno que ha sabido rescatar la política. Pero faltan decisiones que den cuenta de que la política se alimenta más de la participación popular que de la lucha de aparatos, fortaleciendo un recorrido que va de lo jerárquico a lo participativo y de allí al protagonismo.
El conservadurismo político y las corporaciones (aclaración: no sólo mediáticas) habían ensayado antes muchas fórmulas: el Grupo A, el “denuncismo”, los “cacerolazos espontáneos” y el “periodismo independiente”. A pesar de todo eso junto y combinado, las urnas le habían sido adversas. Ahora encontraron en Sergio Massa y su alianza “variopinta” la propuesta a la medida. Recambio generacional, sonrisa permanente, pocas definiciones para no asumir compromisos, no alborotar el avispero propio, y varios mensajes tranquilizadores para empresarios y clase media: no les vamos a tocar el bolsillo, ni los negocios.
Esto dicho sin que, por oposición, se pueda leer que el gobierno de Néstor Kirchner, primero, y de Cristina Fernández, después, puedan calificarse de “revolucionarios”. Tampoco ellos lo han pretendido. Pero esas gestiones modificaron en mucho el cuadro de situación en favor de los sectores populares y de la vigencia de antiguos y nuevos derechos. Cuando esto pasa, los tradicionales detentores del poder sienten que sus privilegios son afectados y reaccionan en consecuencia.
Pero al margen de las operaciones mediáticas, y más allá de las manifestaciones “espontáneas” convocadas desde los mismos medios, el gobierno podría haber tomado nota de síntomas que expresan descontento respecto de, por ejemplo, temas tales como transporte, salud, política juvenil, del creciente aumento de los precios, la reforma de la Justicia, de política medioambiental y con los pueblos originarios, o del mal llamado “Impuesto a las Ganancias”. Lo realizado en estos rubros carece de visibilidad, de la claridad y la contundencia que caracterizan una gestión eficaz y eficiente. Existen condiciones –generadas por esta misma administración– para mejorar en este terreno.
El bombardeo mediático que instala creencias supuestamente racionales y lógicas que luego actúan como moldes en los cuales los siguientes mensajes encajan como en el Tetris, busca sembrar la sensación de división entre los argentinos con el gobierno como “único responsable”. Argumento falaz. El conflicto es parte inseparable de la dinámica de la sociedad, resultado de la tensión entre necesidades e intereses. Muchos de los que ahora se rasgan las vestiduras por la “división”, nada o poco dijeron cuando otros gobiernos, democráticos o autoritarios, jugaron a favor de sus propios intereses. Entonces no había conflicto sino “pacificación”, “consenso” o “reconciliación”.
El “massismo” tomó enseñanza de errores cometidos por la oposición. Tuvo audacia e inteligencia para capitalizar estados de ánimo e insatisfacciones, sobre todo de la clase media descontenta con la restitución de muchos derechos a los sectores populares. Avances que, desde su subjetividad ideológica, los inconformes leen como “privilegios” o “prebendas”, fuente de “clientelismo”. Ante esto sólo se puede insistir en la perspectiva de derechos y profundizar el debate político en diversidad para ganar adhesiones entre ciudadanos honestos a los que no se ha logrado llegar en forma convincente.
El candidato del Frente Renovador es una cara joven y una sonrisa poco comprometida, con un discurso cercano a los intereses corporativos. Se sostiene en una columna vertebral de cierta parte del viejo peronismo desplazado del gobierno actual y aliado tradicional de los grupos de poder. Massa es la “cara bonita y simpática” que reencarna ideológicamente lo que en su momento fueron Carlos Menem más Eduardo Duhalde aliados con el “ucedecismo” liberal. No se va pronunciar (por lo menos en campaña) contra aquellas cuestiones instaladas por el FpV y valoradas por la sociedad (derechos humanos y sociales, etcétera). Pero hará permanentes guiños al poder, asegurando que las cosas serán diferentes si se lo ayuda a llegar a la Rosada. Habla de cambios y de continuidades al mismo tiempo, como si eso fuese posible en todos los casos.
El gobierno como gestión y el FpV como organización política tienen su cuota parte en la construcción del resultado electoral. Las políticas públicas de ampliación de derechos son la base de sustentación política de este gobierno. Resulta incomprensible entonces que ello no se traduzca en apoyo ciudadano en las urnas. Algo no se está haciendo bien o no se logra transmitir. O falta gestión o existen otros factores, reales o subjetivos, que contrarrestan lo anterior. El estilo político del oficialismo ha ido dejando en el camino –con o sin razón– a muchos “heridos” que hoy deciden sumarse a filas opositoras. Estas elecciones son propicias para “castigar” sin arriesgar demasiado.
En las decisiones electorales hay también sentimientos, sensaciones, estados de ánimo difíciles de explicar por la ciencia y por la política. Contra esto podría decirse que hay que elegir. Pero también parte del arte de la política consiste en agrandar la base de sustentación, sumando diversidad de opiniones y sin traicionar principios.
Opinión
Por Javier Fernández *
Entre todos los acontecimientos acaecidos en torno de las PASO, y el aparente retroceso en el caudal de apoyo al FpV, podemos rescatar un hecho tal vez afortunado. El candidato de Magnetto, y potencial colector de buena parte de los actores del peronismo relegados o enemistados con el movimiento que encabeza Cristina Fernández de Kirchner, realizó una confesión o sincericidio. Dejó entrever su programa económico y político de gobierno en caso de encabezar una formula presidencial para 2015. Fue hace pocos días, en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), una organización, según comenta Horacio Verbitsky, de lobby muy próxima a las embajadas de Estados Unidos y el Reino Unido de Gran Bretaña. El discurso, dirigido básicamente a empresarios, hizo énfasis en los siguientes puntos:
- Seguridad jurídica para las empresas privadas.
- Desideologización y desregulación.
- Generación de confianza para atraer inversiones.
- Superación de fricciones con “el campo”.
- Mejora de la competitividad industrial, tocando el tipo de cambio.
- Establecer una política de metas de inflación.
- Mirar al futuro y no al pasado.
- Reformulación de alianzas internacionales.
- Volver a endeudarse en el mercado financiero.
- Permitir que los bancos vuelvan a intervenir en el sistema jubilatorio.
- Garantizar la independencia de la Justicia.
Haciendo una sintética reflexión, podemos conjeturar que detrás de estos puntos reposa una batería de políticas que han sido nefastas para la Argentina. “Seguridad jurídica para empresas privadas” implica garantizar el enriquecimiento y fuga de divisas a las empresas transnacionales; “desideologización” es acabar con los discursos que discuten el poder real; y “desregulación” es a su vez la desprotección y destrucción de nuestras pymes junto con los millones de puestos de trabajo que generan (no olvidemos que las pymes producen entre el 70 y el 80 por ciento del total de empleo en la Argentina).
La “generación de confianza para atraer inversiones” es parte de lo anterior: es liberar las regulaciones y restricciones para que los fondos buitre y capitales golondrina se muevan a su antojo. “Tocar el tipo de cambio” es devaluación y esto ha significado, a lo largo de toda la historia argentina, inflación y disminución del poder adquisitivo de los trabajadores. No por casualidad se plantea lo de “establecer una política de metas de inflación”. Las metas de inflación se logran fácilmente a partir de reducir los salarios y deteriorar el mercado interno. Lo de “mirar al futuro” ya no engaña a nadie. Pongámoslo en claro: es terminar con la política de derechos humanos y frenar los juicios contra los genocidas.
Otro de los puntos, “reformulación de alianzas internacionales”, significa la destrucción de Unasur y, con ello, la posibilidad de que Sudamérica pueda hacer las grandes inversiones para la industria pesada que sólo tienen sentido en un mercado ampliado. La integración de la Unasur es la herramienta fundamental para obtener las economías de escala imprescindibles para recuperar una industria naviera, ferroviaria, energética, etcétera. Es también la posibilidad de contar con un Banco del Sur que permita realizar las inversiones de infraestructura indispensables para la región, además de todos los aspectos geopolíticos en juego, como la disputa por los recursos naturales, la lucha contra el narcotráfico, la defensa del territorio (por ejemplo, Malvinas), etcétera.
“Permitir que los bancos vuelvan a intervenir en el sistema jubilatorio” es un guiño más al capital financiero, totalmente asociado con lo de “volver a endeudarse en el mercado financiero”.
Por último, “garantizar la independencia de la Justicia”, en definitiva, es frenar toda posibilidad de comenzar el camino para democratizar el Poder Judicial, herramienta fundamental para mantener el statu quo y cuidar los intereses de todas las corporaciones y grupos dominantes tanto nacionales como transnacionales.
En conclusión: estamos ante un programa cuyo panorama es extremadamente preocupante. Si esta expresión política logra hegemonizar el poder político en la Argentina, el cuadro de situación se sintetiza en el aislamiento geopolítico de la Argentina, la destrucción de los salarios y del poder adquisitivo del pueblo argentino, destrucción de pymes y crecimiento desmedido del desempleo. En ese marco sólo se sostiene la gobernabilidad con dos herramientas: represión y endeudamiento.
* Magister en Ciencia, Tecnología y Sociedad (UNQ), miembro del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica José Babini (Unsam).
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