EL PAíS › LA SEMANA DE SCIOLI
Y LA OBEDIENCIA DEBIDA
En caja
En la misma semana el Poder Ejecutivo aisló al desafiante Scioli y consiguió la anulación de las leyes de impunidad. Paradoja peronista, Kirchner afirmó su ascendiente sobre el mismo partido oficial al que hoy enfrentará en la Capital y en Catamarca. Ni los hombres de negocios ni el duhaldismo sostienen ya al vicepresidente caído en desgracia. La Corte Suprema firmó con seis votos un fallo que anticipa la nulidad de la obediencia debida.
Por Horacio Verbitsky
El presidente Néstor Kir-
chner logró varios objetivos que parecían esquivos y afirmó un poder que hoy expondrá por primera vez al juego electoral cuando se escruten los votos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en Catamarca, donde apoya candidatos opuestos a los del Partido Justicialista. Los acontecimientos de estos días revelan uno de los rasgos más llamativos del sistema político emergente del colapso del bipartidismo que rigió durante todo el siglo pasado. Por primera vez todas las contradicciones de una sociedad compleja se comprimen dentro de las fronteras de un solo partido, cuyas diversas facciones celebran alianzas transversales hacia adentro y hacia afuera. Esto ya se manifestó en las elecciones presidenciales de abril, en las que el justicialismo presentó tres candidatos. Pero luego de los comicios también se puso en evidencia la asombrosa capacidad de alineamiento de esas fracciones detrás de un liderazgo cuya mayor fortaleza reside en su sintonía con anhelos profundos de la sociedad. “Haber sacado la nulidad de las leyes de punto final y de obediencia debida en un Parlamento en el que el 90 por ciento estaba en contra es para el Libro Guinness de los Records”, se escucha en los despachos del primer piso de la Casa Rosada. Al mismo tiempo, su gobierno puso en caja al vicepresidente Daniel Scioli, consiguió que el Senado se constituyera en tribunal de juicio político para tratar la destitución del juez Eduardo Moliné, el cerebro de la que una vez fuera mayoría automática menemista en la Corte Suprema de Justicia. Paradoja peronista, de este modo Kirchner afirma su ascendiente sobre el mismo partido al que enfrentará hoy en las urnas.
Las damas
No había sido fácil la media sanción en la Cámara de Diputados la semana anterior. Tampoco lo fue su ratificación por el Senado el último miércoles. Hilda González de Duhalde expresó en público sus diferencias con la nulidad de las leyes. Sus términos fueron algo menos provocativos que los de Scioli. Como habían hecho los diputados, también los senadores justicialistas pidieron una semana más para conciliar posiciones. El gobierno volvió a negarles la dilación. Esta vez también contribuyó a allanar las últimas dudas Cristina Fernández de Kirchner. Ella en el Senado y Kirchner en la Presidencia advirtieron a quien quisiera oirlos que cada cual debería mostrar sus cartas en el recinto y atenerse a las consecuencias. Poco después del mediodía el gobierno ya sabía que ni una mano justicialista se alzaría para contradecir la voluntad presidencial. Ni siquiera la del Hermano Eduardo, quien prefirió ausentarse del recinto. La senadora Mabel Muller fue la encargada de anunciar que su jefe político, Eduardo Duhalde, había dispuesto que ella y el otro senador justicialista bonaerense, Antonio Cafiero, se plegaran a la mayoría que ya se había formado para aprobar la nulidad.
Nadie olvida que hace apenas unos meses ningún político podía asomarse a la calle sin grave riesgo para su autoestima y otras partes menos virtuales. Por ahora prefieren no contrariar a quien revirtió esa tendencia aunque recelen de su ímpetu. Sin embargo, el Senado postergó para esta semana el tratamiento del tercer proyecto de ley del paquete aprobado por Diputados, aquel que establece que “no podrán ser beneficiados con la prescripción, indulto, amnistía o cualquier otra forma de renuncia al ejercicio de la acción penal, los hechos y delitos mencionados en la Convención sobre imprescriptibilidad de los Crímenes de guerra y los Crímenes de Lesa Humanidad, y los delitos previstos en el artículo 10 de la ley 23.049, cualquiera sea la fecha en que se hayan cometido“.
El desafío
El desafío del vicepresidente Daniel Scioli al afirmar que no es serio un país que deroga sus leyes terminó potenciando al Poder Ejecutivo. La fulminante réplica de Kirchner sacó a luz un conflicto latente. Scioli solicitó sin éxito el nombramiento de un hermano al frente de la SIDE y sus cajas. Sin inmutarse por la negativa, recorrió por lo menos tres ministerios pidiendo aportes económicos mensuales. Scioli habría dicho que necesitaba para vivir cifras extravagantes, propias de un magnate de los Emiratos petroleros. Cuando tampoco obtuvo de esos ministros la respuesta que esperaba anunció que armaría una estructura de la vicepresidencia en la Casa Rosada, como ya había hecho Carlos Rückauf. Scioli presentó un organigrama y un presupuesto de tres millones de pesos anuales. Con una persistencia a toda prueba se rehizo del nuevo desaire con que fue recibida esa pretensión y reclamó el control del ONABE, que se encarga de la liquidación de bienes que el Estado no utiliza y del ORSNA, el ente regulador de los aeropuertos.
–Es que tengo buena relación con (el concesionario de los aeropuertos nacionales) Eduardo Eurnekian –argumentó. Ese era el mejor motivo para no designar a nadie de su confianza allí. Por último, Kirchner aceptó como gesto de buena voluntad confiarle la conducción del área de turismo, donde había trabajado como ministro durante la gestión de Duhalde. También designó a sus dos hermanos: José Scioli en la Corporación Antiguo Puerto Madero, y Nicolás Scioli en el directorio de las nuevas Líneas Aéreas Federales. Ambos fueron colaboradores de su hermano en Turismo. En Parques Nacionales, ubicó a un lote de funcionarios de la gestión de su compañera María Julia Alsogaray. Desde el gobierno se detectó otro nexo llamativo de Scioli con el ex ministro del Interior de Menem, José Luis Manzano, cuya revista inédita Poder era uno de los principales recipiendarios de la publicidad turística. El gobierno no parece inclinado a abrir con ese sector las negociaciones que le sugieren, como les consta a los empresarios de televisión y radio que escucharon al director del Comité Federal de Radiodifusión, Julio Bárbaro opinar sobre el mejor futuro posible para Manzano.
Prácticas viciosas
“Scioli ni por casualidad pide algo que tenga que ver con educación o cultura. Sólo le interesa donde hay plata”, dice un funcionario de la confianza presidencial. Tal vez exagere, porque también aspiraba a integrar la Comisión de Acción Política que actúa como conducción partidaria justicialista.
–¿Por qué querés eso? –le preguntó el presidente de esa comisión y gobernador jujeño, Eduardo Fellner.
–Porque yo puedo contener al menemismo –respondió.
Es claro que lo contiene. Su principal asesor y organizador de las giras a Europa y los Estados Unidos es el economista Marcos Victorica, quien se vinculó con el ex presidente Carlos Menem a través del difunto Emilio Perina. El audaz Victorica preside un Instituto de Estudios Contemporáneos, que acompañó como fuerza de choque intelectual el desguace del Estado. El Estado y Yo por Juan García (taxista), fue el título de un libro que editó entonces, firmado por el abogado próximo a los capitales franceses invertidos en obras sanitarias, Faustino A. Fernández Sasso. Contiene consignas cortas y efectistas como “El país está lleno de funcionarios pero nada funciona”, similares a las que Scioli dispara como un autómata programado para ejecutar tareas elementales.
Cuando las fantasías del derrame comenzaron a dejar paso a la sombría realidad, el instituto de Victorica prefabricó cifras de desocupación menos elevadas que las del Indec y Menem las usó en defensa de su gobierno. La estrategia de diferenciación del vicepresidente fue inmediata y dio lugar a recriminaciones privadas antes del choque público. Al principio en el gobierno predominaba la impresión de que Scioli se movía en forma atolondrada pero de buena fe. Esa hipótesis se desvaneció hace tres semanas, cuando Kirchner anunció que no concurriría a la inauguración de una muestra de la Sociedad Rural. La oficina de prensa de Scioli se comunicó con varios medios para anunciar que el vicepresidente iría en su lugar y pedir que se destacara en las crónicas su “actitud racional” hacia los empresarios, en supuesto contraste con la del presidente. Luego Scioli anunció aumentos de tarifas en el mismo momento en que el gobierno porfiaba con el FMI que no los concedería e intentó incriminar como fuente al ministro de Planificación, Inversiones y Servicios, Julio De Vido, quien lo negó con la misma indignación que llevó a Kirchner a retomar el control del área de turismo que había cedido a Scioli y a negarle la audiencia que el sorprendido vice le solicitó esa misma noche. Cuando le preguntaron por qué había sido tan duro, Kirchner respondió a sus interlocutores:
–No teníamos nada que hablar. De haberlo recibido, hubieran comenzado las especulaciones sobre algún acuerdo, y aquí tiene que quedar claro que hay prácticas viciosas que no corren más.
Un hombre solo
El Poder Ejecutivo afirma que el vicepresidente habló por boca de las compañías privatizadas que presionan por aumentos, justo cuando el gobierno porfiaba por el cumplimiento de los contratos con varias de las empresas privatizadas. Una de ellas había obtenido sustanciales ventajas sobre las condiciones de la licitación durante la gestión de Alsogaray en Medio Ambiente. El último aumento de tarifas autorizado se justificó para expandir los servicios de agua y cloacas a sectores sociales no alcanzados. Ese ingreso debía depositarse en un fondo fiduciario con el cual se financiarían las obras. Pero la compañía se apropió de esos recursos y no constituyó el fondo. El gobierno la intimó a integrarlo, bajo apercibimiento de reclamo judicial y prohibición de seguir cobrando el incremento. Fue el embajador francés quien anunció al gobierno que la compañía aceptaba la intimación. El pago se produjo en plena pugna con Scioli. Para el gobierno eso demuestra los márgenes disponibles en la relación con el capital más concentrado cuando los intereses públicos son defendidos con honestidad.
En el mismo sentido anotan los sucesivos encuentros de Kirchner con la asociación de grandes empresarios que preside Luis Pagani y con los petroleros. El mensaje implícito a los hombres de negocios es que quien recurre a Scioli elige la puerta equivocada porque las decisiones se toman en el otro extremo de la Avenida de Mayo. En uno de esos encuentros hubo indicios de que el mensaje había sido comprendido. Incluso surgieron informaciones de interés sobre negocios privados de personas próximas al vicepresidente, gestionados desde cargos públicos. (El gobierno también celebró el paso por Buenos Aires de Roger Noriega. El viceministro de relaciones exteriores de Estados Unidos para América latina se pronunció en favor de un acuerdo de largo plazo con el Fondo Monetario Internacional, alabó el compromiso oficial con los derechos humanos y aclaró que las empresas estadounidenses que anhelaban un mejor diálogo con el gobierno no son prestadoras de servicios públicos. Es decir que no presionan por aumentos de tarifas. Respecto del posible envío de tropas argentinas a Irak, dijo que entendía que el gobierno lo dispondría cuando se dieran las condiciones necesarias. “Es decir, nunca”, según interpretó uno de los funcionarios que lo escucharon).
El aislamiento de Scioli lo completó el justicialismo bonaerense, que en un primer momento había intentado rescatarlo de su propia estupidez. Pese a los intentos de equidistancia de la señora de Duhalde y del gobernadorcandidato Felipe Solá, quien atribuyó buena fe a Scioli y descreyó de que tuviera un proyecto propio, Kirchner se negó a compartir con el vicepresidente el acto del viernes en San Vicente y el PJ no dudó en complacerlo. La afirmación de que Scioli estaba invitado y decidió no concurrir es una mentira piadosa. El duhaldismo le hizo saber que su presencia no sería bien recibida. A cambio, Kirch-ner dijo allí que ataba su suerte a la de Solá y la señora de Duhalde, lo cual en estos comicios no constituye una novedad. Scioli quedó solo y cada uno de sus pasos estará bajo observación. “En cuanto intente una nueva escaramuza, no será Kirchner quien le responda, sino el justicialismo”, dice uno de los hombres del gobierno de mejor diálogo con Duhalde. “El Negro también lo quería matar.” Parece una exageración. En definitiva, el vicepresidente no dijo nada que distinto que la señora de Duhalde.
Nuevas tácticas
Luego de derogar el decreto que negaba a los jueces la posibilidad de entender en los pedidos de extradición y mientras pulseaba con el Congreso para que anulara las leyes de impunidad, el gobierno se topó con el arresto de los ex miembros de la Conducción Nacional de Montoneros. Los fundamentos del juez federal Claudio Bonadío parecen tan endebles que habilitan la duda sobre sus propósitos. Los organismos de derechos humanos presumen que trata de recrear la doctrina de los dos demonios, como instrumento para frenar las investigaciones sobre el terrorismo de Estado. En el gobierno se conjetura que es la respuesta menemista ante la detención de Alsogaray. Por sus preguntas a los testigos era evidente que Bonadío intentaba demostrar la hipótesis de un infiltrado militar en la conducción guerrillera. No consiguió ninguna prueba, pero igual asestó su golpe cuando la causa no había madurado en esa dirección. La responsabilidad penal por crímenes de lesa humanidad requiere la participación voluntaria y deliberada en prácticas masivas y sistemáticas de violación de derechos humanos. No se participa del Terrorismo de Estado por error o negligencia o por la asunción temeraria de un riesgo.
Otros agresiones de parecido signo padeció el candidato del gobierno a la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni:
- La Nueva Provincia reprochó a Zaffaroni haber rechazado un recurso de hábeas corpus, cosa que el propio padre de la víctima desmintió. Esto probaría “su doble standard de conducta en punto a una cuestión vital: sus convicciones democráticas y la defensa de los derechos humanos durante el Proceso Militar”. Dirige el diario Vicente Massot, quien fue ideólogo de la política de exterminio de la dictadura, desde las revistas Cabildo y Verbo. Por defender en un reportaje la tortura de prisioneros debió renunciar como viceministro de Defensa.
- Adepa acusó a Zaffaroni de militar en contra de la libertad de expresión. Para alcanzar tan extravagante conclusión, la entidad que agrupa a los dueños de diarios realizó una lectura tendenciosa de su libro Las penas perdidas. La terrible frase de Zaffaroni que detectó dice que los medios son controlados por “factores de poder y de presión que determinan los contenidos de la información respondiendo a cierta ideología que aspira a mantener el sistema penal imperante en resguardo de sus intereses”. Allí tiene decisiva incidencia José Claudio Escribano, el portador del primer mensaje extorsivo que recibió Kir chner, aun antes de asumir. La Nación pidió en un editorial que Zaffaroni resignara su candidatura.
Estas acusaciones, tan insostenibles como la de Bonadío, sirven para advertir cuáles son las nuevas tácticas de quienes saben que con el estado de ánimo que hoy se percibe en la sociedad la acusación de guerrillero o garantista ha perdido todo poder descalificatorio. Hoy buscan sus argumentos en el espejo.