Jueves, 11 de septiembre de 2014 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
Al cierre de esta nota, ya pasada la hora de la cena del miércoles, los diputados se aprontaban a trasnochar y aprobar la ley de pago soberano. Seguramente a la madrugada.
Juliana Di Tullio, la presidenta del bloque del Frente para Victoria (FpV), respira tranquila cuando cuenta con dos o tres votos por encima del mínimo imprescindible. Esta vez el colchoncito venía siendo algo mayor.
El bloque oficialista se sostiene unido, el Movimiento Popular Neuquino suele acompañar los proyectos estratégicos. En cada debate, que es un microcosmos, se consiguen compañeros de ruta de a uno, con negociaciones y con muñeca. En este caso, uno digno de mención es el radical Eduardo Santín, un legislador de larga y activa trayectoria, muy cercano a Leopoldo Moreau. Santín no ahorra reproches a Sergio Berni y la política de seguridad del Gobierno en su Twitter. En la misma cuenta funda su decisión en la tradición de “la UCR nacional, popular y progresista de Yrigoyen, Illia y Alfonsín”.
Entre tanto, el diputado Martín Insaurralde sigue sin pegar un salto al Frente Renovador (FR) ni un repliegue a la intendencia de Lomas de Zamora.
La Coalición Cívica anunció su abstención, un modo de renovar su cotidiana costumbre de jugar la propia dentro del Frente Amplio-Unen. La diputada Elisa Carrió pronunció su discurso. Tras cartón hizo mutis, que es su gesto teatral favorito en la coyuntura, sea en sesiones o en encuentros con correligionarios o con los aliados-vecinos de PRO.
La propuesta del Gobierno se acercaba al aval parlamentario, lo que no será un final feliz, sino apenas un cambio de pantalla. Nuevos desafíos, nuevas pruebas, nuevos escollos para saltear.
Quedan por delante la reglamentación, la implementación veloz de una modalidad de pago, eventuales tratativas con los bonistas que estén dispuestos o proclives a cobrar las próximas cuotas de su crédito, con cambio del domicilio de pago. La oferta no es compulsiva, está por verse el grado de aceptación.
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124-11-41: En el Congreso nacional, el oficialismo y la oposición se abroquelan, con las variantes y fluctuaciones ya apuntadas. Anteayer, en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se produjo una decisión histórica, con márgenes más amplios. Se aprobó promover un marco regulatorio internacional de deudas soberanas. La finalidad es impedir o minimizar los daños que causan los fondos buitre. La política exterior argentina y sus demandas se apuntan un poroto mayúsculo que no le servirá para resolver su problema actual. Revela que sus reclamos son sensatos y que tienen un grado de acogida internacional que nada tiene que ver con “el país aislado del mundo” que describen la oposición autóctona y los medios dominantes.
Se pronunciaron a favor 124 países miembro, en contra 11 y se abstuvieron 41. Reducidos en número, los Estados que votaron negativo representan lo suyo en poderío económico. Estados Unidos encabeza la lista. Su aliado eterno, Inglaterra, le hace el aguante. Es de la partida Alemania, el país más poderoso de la Unión Europea (UE), el que asfixia con reglas draconianas a España y Grecia. Muchos otros países de la UE que combinan crisis económicas con políticas desde 2008 optaron por la abstención. En número son contados, el poderómetro les daría mejores marcas.
El núcleo de la mayoría es el llamado G-77 más China. Así como los tres mosqueteros terminaron siendo cuatro, el G-77 congrega más Estados. La posición afirmativa fue acompañada por todos los integrantes de los Brics, esto es los puntales del capitalismo emergente.
También se sumaron los países latinoamericanos, con la sola excepción de México, que se abstuvo. Los mexicanos, está escrito, habitan lejos de Dios y cerca de los Estados Unidos, lo que acota su margen de maniobra. Así mirada, la abstención es lo máximo que podía apartarse de la potencia hegemónica.
El resto de Latinoamérica se expresó de modo uniforme y unívoco, entusiasta en muchos casos. Eso abarca a todas las naciones que suelen mostrarse como ejemplo a la Argentina: Brasil, Chile, Colombia, Perú, Uruguay. Se supone que ellos eran los niños modelo, los encaminados en un rumbo extraviado por nuestra patria.
La solidaridad no obedece a causas emocionales o a empatías de barrio. No nos une la pasión, sino el raciocinio. Los vecinos o hermanos defienden sus propios intereses, ponen sus barbas en remojo. Hay datos objetivos que presionan para intentar el diseño de un nuevo orden internacional. El salvajismo del poder financiero, la brutal primacía del capitalismo sobre las democracias (sin perdonar a las del centro del mundo) son los factores fundantes de la resolución de la ONU.
Un tratado de ese porte no se construye en un año o en dos. Un sistema mundial catastrófico no se repara de la noche a la mañana. La señal, de cualquier modo, es un alerta contra los simplismos, contra los barrabravas del capital financiero cuya arrogancia, simplismo y virulencia roba tanta cámara en estas pampas.
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Ayer, cero a cero. Hay otro partido el 18: el juez Thomas Griesa no puede enderezar las consecuencias irracionales de su sentencia y de las primeras decisiones ulteriores. Se extralimitó en su competencia, armó un embrollo legal.
Las audiencias orales son tan expeditivas cuan reveladoras: a casi nadie le escapa que el magistrado no registra la complejidad de las cuestiones que tramitan ante sus estrados. El “casi” mora particularmente en las pampas.
La percepción política extendida sobre el riesgo sistémico urdido por la yunta buitres-Griesa quedó graficada en la ONU. Los propios bancos fiduciarios, que gestionan el pago de las cuotas a los hold-in, lo aturden con pedidos cotidianos. Los ha dejado en un limbo jurídico, que los coloca a tiro de ser demandados por cifras millonarias. Los contratos de las entidades financieras son con los acreedores, no con el Estado argentino. Sus clientes quieren cobrar y ante ellos deben responder, lo que los preocupa de modo creciente.
Las inconsistencias son tan enormes que hasta Su Señoría algo detectó. Por eso fue menos griesista que sus portavoces criollos. Ya había inventado un exótico pari passu y luego una inédita versión neoyorquina del default. No le dio el cuero hasta ahora (toquemos madera) para patentar el desacato contra un Estado soberano.
Así que hace un ratito que el magistrado difiere medidas, demora el juego. Ayer negó un pedido de información formulado por fondos buitre: un listado de las cuentas de los clientes del Citibank en la Argentina. Esperará hasta la audiencia del 18 de septiembre ante la Cámara de Nueva York.
Griesa, sin atreverse a embargar, atrancó los pagos en jurisdicciones ajenas a Nueva York. La expresión “atrancó” no es muy jurídica... admitamos que lo que resuelve Griesa tampoco. En uno de sus intervalos lúcidos, el juez autorizó pagos pactados fuera de NY el 30 de julio, por única vez. O sea, dosificó el delirio.
En la inminencia de otra cuota para los bonistas que aceptaron el canje, los abogados de las entidades financieras recurren a la Cámara de Nueva York para que administre una cuota de cordura y renueve el permiso. No hay garantías de que así suceda, para tribulación de los bancos y de los inversores.
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Los números y los tiempos: Los guarismos en la ONU impresionan, traslucen una incipiente conciencia internacional. Los resultados tardarán en plasmarse. El sistema internacional es lento, la elaboración de consensos es costosa, los tratados no son imperativos para quien no los firme.
Los números del Congreso argentino dan cuenta de una relativa paridad, que el voto popular modificará o mantendrá el año próximo. El debate previo fue intenso, hubo espacio para una propuesta alternativa del Frente Renovador. El diputado Federico Pinedo (PRO) anunció que su partido derogará la ley de pago soberano si gana en diciembre del año próximo, cuando verosímilmente la norma haya agotado buena parte de sus efectos. La bravata no comprueba el apego a la calidad institucional ni el rigor de los cuadros del macrismo, pero sí la libertad que impera en Argenzuela.
Los sistemas democráticos son reformistas, gradualistas. Su velocidad, por valerse de una imagen es mucho menor que la de las decisiones de los grandes jugadores de la economía mundial. La responsabilidad de los gobiernos es grande y sometida a escrutinio popular.
El enfrentamiento entre “la política” y “los mercados” es desparejo por donde se lo mire: los rivales compiten con distintas reglas y herramientas. No diremos cómo está el score, sería simplificar mucho. Estimula saber que el partido se sigue jugando.
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