Jueves, 6 de noviembre de 2014 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Eduardo Valdés *
Corría octubre del ’99 y eran trasladados los restos del padre Mugica de la Recoleta a la Villa 31 para construir un santuario. Era la forma que había ideado Alicia Oliveira para impedir que erradicaran el barrio para la construcción del Proyecto Retiro, un desarrollo inmobiliario que extendía Puerto Madero hasta las arterias de Figueroa Alcorta y Salguero con grandes edificios en donde la villa molestaba.
Contó con la complicidad del entonces cardenal Jorge Bergoglio, quien hizo los trámites ante la familia del cura para conseguir el traslado del cuerpo. Fue la abogada que más hábeas corpus presentó en el foro porteño entre 1976 y 1982, gran penalista. Fue su forma de luchar ante el despido de la Junta Militar el mismo 24 de marzo de 1976.
Siempre agradeció al padre Jorge, que en esos tiempos la llevaba escondida en un auto para ver a sus hijos, a quienes amaba por sobre todas las cosas, a verlos en el Colegio del Salvador.
Redactó junto a Nilda Garré y Jorge Vázquez el documento que el Partido Justicialista presentó cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos visitó la Argentina. En él se denunciaba por primera vez que en la Argentina desaparecía gente y se torturaba, el famoso documento que firmaron Deolindo Bittel y Herminio Iglesias.
En el año 1979 junto a Emilio Fermín Mignone, Augusto Conte Mc Donnell y su inseparable compañera Lucila Larrandart fundan el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), para denunciar las graves y sistemáticas violaciones de los derechos humanos y documentar el terrorismo de Estado y proporcionar ayuda legal y asistencia a las víctimas y sus familiares.
Fue convencional constituyente en Santa Fe y a ella le debemos en parte que los tratados internacionales de derechos humanos tengan rango constitucional.
Como la primera defensora del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le dio prestigio y jerarquía a esa institución, defendiendo a los ahorristas estafados por los bancos en el corralito.
Fue pontífice antes que Bergoglio. Siempre construyó puentes y destruyó muros. Cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner la invitó a compartir la comitiva de entronización del papa Francisco sintió una gran emoción, su amigo Jorge era el papa, más todavía cuando la jefa de Estado le dio fraternalmente la paz en esa ceremonia.
El último 25 de Mayo se la vio al lado de Cristina celebrando el tedéum.
La última picardía inteligente que le vi hacer fue cuando algún sector de la política quería plebicitar la reforma del Código Penal, llamó a su amigo de Roma y éste invitó al coordinador de la Comisión de Reforma, Roberto Carlés, a visitarlo en la Ciudad Eterna, avalando totalmente el cambio del Código.
Hoy, cuando pasa a la eternidad, en ese mismo momento, el papa Francisco estaba recibiendo a Estela de Carlotto, su nieto recuperado y a toda su familia, su última batalla era que derechos humanos y el Sumo Pontífice son sinónimos.
Su hijos María José, Mariano y Alejandro pueden estar orgullosos de su madre Alicia Beatriz Oliveira, sin lugar a dudas ha sido toda su vida la defensora del pueblo.
* Embajador argentino en el Vaticano.
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