EL PAíS › LA CURIOSA ANOMIA DE LOS PARTIDOS QUE DEJA LA ESCENA AL PJ

El teorema de ser la oposición

Centroderecha o centroizquierda, el escenario es el mismo: cada uno por sus razones o problemas, la articulación de los partidos es escasa y le deja la cancha al justicialismo.

 Por José Natanson

¿Puede ser oposición el ARI, cuyas propuestas se parecen demasiado a las del Gobierno? ¿Serán los partidos provinciales, que hasta el momento no han logrado traspasar las fronteras de sus distritos? ¿Puede ser Ricardo López Murphy, cuya estrella política se ve un tanto apagada? ¿Será el menemismo? ¿O quizás el radicalismo, que conserva cuotas importantes de poder institucional pero que sigue políticamente groggy? A continuación, un repaso por las alternativas de la oposición.
Desde adentro
La mayoría de los analistas coincide en que el bipartidismo imperfecto que monopolizó la política de la Argentina posdictadura colapsó luego de la crisis de diciembre del 2001. “El sistema de partidos está rearmándose. Todavía no se sabe quién es oposición y quién es oficialismo”, sostiene Enrique Zuleta Puceiro. En un contexto de fragmentación política, con el peronismo bien plantado en el centro de la escena, la verdadera oposición al Gobierno estaría –según Zuleta– dentro del propio PJ. “La oposición no son ni los gobernadores radicales ni los bloques parlamentarios de los otros partidos. Es el menemismo. Kirchner lo entiende, y por eso juega fuerte en Capital y Misiones, donde el menemismo sigue vivo”, explica.
Jorge Asís, uno de los emblemas del menemismo, pide tiempo. “Es cierto que a Kirchner le está yendo bien. Con su estética del maltrato, con sus posturas e imposturas, está teniendo algunos éxitos. Es cierto que el conflicto con Duhalde, que todos presagiaban, no se produjo ahora que le tiraron ese caramelo de madera del Mercosur. Pero yo veo a todos muy ansiosos. El espacio del justicialismo es positivamente poco prejuicioso, no existe el peronistómetro. Eso es verdad. Pero hay una gran precipitación interpretativa. Por ejemplo, cuando se dice que en el justicialismo todos se alinean con el Gobierno.”
–¿Esto significa que Ramón Puerta, Juan Carlos Romero, Mauricio Macri y otros dirigentes pueden conformar un posmenemismo como línea interna?
–Hay que darles tiempo. Pero cuando las cosas parecen tan claras yo tiendo a desconfiar –concluye Asís.
El centroizquierda
Evidentemente, el giro de Kirchner puso en problemas a Carrió, que hasta el momento había construido su meteórica carrera sobre la base de la diferenciación sistemática con el oficialismo. Luego de cierta cautela inicial, la líder del ARI comenzó a tomar distancia del Gobierno. Habló de hegemonía, criticó el proyecto de Presupuesto y endureció cada vez más sus posturas, a tal punto que la semana pasada aseguró que hubiera votado en contra de Raúl Zaffaroni por supuestas desprolijidades en su declaración jurada.
Con sus posiciones, que incluyen la decisión de que el ARI no participe del gabinete de Ibarra, Carrió generó un éxodo controlado –se fueron Jorge Giles y Lucy de Cornelis– y algunos focos de resistencia: la semana pasada, Eduardo Jozami criticó la autonomía del gobierno nacional declarada por Carrió. Acertada o no, lo cierto es que la decisión genera situaciones curiosas. Eduardo Melillo, uno de los operadores de Carrió en la Capital, tiene prohibido participar del gabinete de Ibarra. Su mujer, Roxana Peraza, parece que no: de hecho, es secretaria de Educación del Gobierno de la Ciudad.
Antes de partir a Caracas, Carrió ratificó la decisión de mantener la autonomía del gobierno nacional. “El ARI es diferente”, explicó. Y, consultada sobre el proyecto de transversalidad esbozado por Kirchner, respondió con otra negativa. “Estamos en contra de la transversalidad, que no es nada. O, mejor dicho, es como los aeropuertos y los shoppings: es un no lugar”, aseguró a Página/12.
La futura jefa del bloque de diputados del ARI, Marcela Rodríguez, redondea los argumentos de Carrió. “Hay diferencias con el Gobierno en dos temas: distribución del ingreso e instituciones. No estamos de acuerdo con el Presupuesto, que es una continuidad de la política económica. Nosotros defendemos un cambio en la matriz distributiva a través de iniciativas como el Ingreso Ciudadano. Por otro lado, incluye un cheque en blanco para el jefe de Gabinete en temas como la negociación con las privatizadas. Tampoco estamos de acuerdo. Entonces, en los temas en los que coincidamos vamos a apoyar al Gobierno. Pero eso no significa formar parte del proyecto transversal, porque no somos lo mismo”, concluye Rodríguez.
No todos piensan igual. Carlos “Chacho” Alvarez, por ejemplo, sostiene que el ascenso de Kirchner obligó a cambiar los modelos de oposición. “Antes, frente al menemismo, bastaba con ser frontal y directo porque era un gobierno grosero. Ahora, en cambio, hacer oposición requiere más sutileza, un trabajo técnico más consistente. No alcanza con ir a la televisión y criticar la corrupción o el neoliberalismo”, explica el ex vice, que luce cada vez más cómodo en su rol de director del Cepes.
–¿El ARI puede cumplir ese rol?
–Yo quiero ser respetuoso, pero la sensación es que con la decisión de confrontar con el Gobierno el ARI parece haberse alejado de este camino. Por otro lado, yo estoy pensando en una fuerza más horizontal, un colectivo político y no un partido armado alrededor de figuras. Hay que aprender de lo que pasó con el Frepaso y lo que está pasando con el ARI, que fueron construcciones políticas basadas en liderazgos con referencias fuertes en la opinión pública, pero con articulaciones políticas bastante precarias.
–¿El Gobierno deja espacio para esa fuerza de centroizquierda?
–Sí. Hay una agenda propia, con temas como la calidad institucional, la distribución del ingreso, el replanteo del rol del Estado. No tiene sentido confrontar con un gobierno que está expresando muchas de las demandas históricas del centroizquierda, pero sí debería mantener la autonomía. Esto ayudaría a dinamizar y profundizar los cambios. Yo lo imagino para el mediano plazo, casi diría pensando en el segundo mandato de Kirchner.
El radicalismo
Desde un punto de vista estrictamente institucional, con 66 diputados, 21 senadores y cinco gobernaciones, la UCR sigue siendo la segunda fuerza del país. Sin embargo, si se tiene en cuenta su presencia en la escena nacional o el resultado de las presidenciales, la crisis radical parece definitiva.
“La UCR conserva bolsones de presencia en el sistema institucional, especialmente en tres o cuatro provincias. Pero tiene que hacer un balance autocrítico, procesar su crisis y reconvertirse en un partido de orientación social-demócrata. Si no, va a terminar siendo una fuerza ariete, pero sin capacidad de liderazgo”, explica el sociólogo Julio Godio.
Algunos dirigentes, como Federico Storani, proponen un giro al centroizquierda. Otros, como el mendocino Roberto Iglesias, se mantienen cerca de López Murphy. Huérfano de liderazgo, con un pasado reciente plagado de fracasos y sin dirigentes de proyección nacional, lo del radicalismo se parece bastante a una muerte lenta. “Es difícil hablar de la UCR opositora. Ultimamente fue duhaldista y ahora da la impresión de que no es todo lo kirchnerista que le gustaría porque Kirchner no lo llama”, reflexiona Rodolfo Terragno, que siempre fue un radical atípico y ahora se lo ve con un pie afuera del partido.
El centroderecha
El 27 abril, López Murphy arañó el 17 por ciento de los votos y quedó tercero. Sin embargo, a partir de ese momento el ex ministro –eterno apologista del ahorro– no hizo más que derrochar capital político. En lo que él mismo denominaría una estrategia de cuño populista, en pocos meses se gastó prácticamente todo el crédito que había ganado. Para comprobarlo alcanza con repasar los resultados entre mediocres y patéticos que obtuvieron sus candidatos en el interior.
Patricia Bullrich, ex candidata de López Murphy en la Capital, asegura que la construcción de un espacio alternativo al peronismo es una tarea ineludible. “Es difícil porque hay una lógica del poder que crea la falsa sensación de que ellos son los únicos con capacidad para gobernar, pero hay que hacerlo”, asegura.
–¿Y eso se construye desde la derecha?
–No es una cuestión de derecha o izquierda. Hay que construir un centro popular y democrático. Hay discursos interesantes en todos lados, como el de Carrió, que denuncia la vocación hegemónica, el manejo del poder del PJ.
–¿El objetivo es armar un no peronismo?
–No es una cuestión de prejuicio sino de cómo se construye poder. La cuestión es construir una opción que rompa con esa lógica corporativa, prebendaria, clientelista y autoritaria. Por eso no tiene sentido el debate sobre la transversalidad. El PJ es transversal para acaparar aliados, pero vertical en su forma de gobernar.
Después de López Murphy hubo otros intentos. Desde Neuquén, luego de arrasar en las elecciones, Jorge Sobisch anunció su decisión de intervenir en la política nacional a través de una nueva fuerza, que se construiría desde el interior hacia Buenos Aires y no al revés. Pero su primer paso en el diseño del nuevo partido, que expresaría un centro moderado y moderno fue... una reunión con Luis Patti.
Hasta ahora, entonces, los intentos han naufragado uno tras otro. Para Rosendo Fraga, de Nueva Mayoría, el problema es histórico. “Los sectores económicos, culturales y políticos de la derecha siempre prefirieron operar a través de las alas moderadas o conservadoras de los partidos mayoritarios. Les resultaba más fácil, más cómodo o más barato que construir una opción propia. Eso fue lo que hicieron con Menem y De la Rúa. Falta capacidad para articular una opción propia”, concluye Fraga.
El futuro
Los seguidores de Carrió no entienden por qué no se acerca más al Gobierno. Los de López Murphy no comprenden por qué no se aleja aún más. Los radicales no tienen brújula. Y el PJ –diga lo que diga Asís– está cada vez más alineado con Kirchner. En este contexto, los líderes y los partidos de la oposición parecen andar un poco a la deriva. Quizá les convenga no moverse mucho, esperar agazapados, aguardando esos rarísimos momentos de la política en los que el peronismo deja de ser indestructible.

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