La mayoría de los encuestadores descarta que haya existido un intento de manipulación con las encuestas. La prueba está en que los propios sondeos de Cambiemos le daban ventajas mucho más holgadas a Daniel Scioli sobre Mauricio Macri que las que mostró el escrutinio provisorio, y el mismo domingo esos consultores anticipaban una victoria de Aníbal Fernández. Pero es innegable para los consultores que la falla en las encuestas existió. Ellos creen que el error no estuvo tanto en las encuestas mismas, sino en el análisis que ellos hicieron de los números, los diagnósticos y los fenómenos que aparecían en los sondeos pero que, equivocadamente, minimizaron. Por ejemplo, cuando un encuestado decía que iba a cortar boleta, si no tenía historia de haber cortado en elecciones anteriores, no se lo tomaba tanto en cuenta. Una previsible baja del voto en blanco se distribuyó parejo entre los distintos candidatos, cuando esos ex votantes en blanco parecían tener más afinidad con Cambiemos. No se le dio la suficiente importancia a la campaña de estigmatización contra Aníbal Fernández, que golpeó fuerte en el Frente para la Victoria. Y cuando los números indicaban una diferencia más estrecha –sobre todo por una corrida de última hora hacia Macri– se evaluaba que tal vez hubiera errores muestrales, porque allí estaban los casi nueve puntos de distancia que hubo en las PASO.

La equivocación en las encuestas abarcó a todos los consultores, algunos más y otros menos. Pero lo cierto es que los errores estuvieron en consultores que trabajaron para Cambiemos, como Isonomía; las que están lejos del oficialismo, como Management & Fit, los que publican en medios claramente opositores y también en las encuestadoras que estuvieron en la campaña de Scioli.

El mal diagnóstico no se dio sólo en las encuestas previas, sino en las bocas de urna del domingo, cuando ningún consultor diría que gana A si en sus encuestas gana B, porque el error se hace evidente pocas horas después. De las cinco bocas de urna que se conocieron, incluyendo la que hizo Cambiemos, las cinco le daban a Scioli una ventaja de entre seis y nueve puntos. Las tres que profundizaron en Provincia de Buenos Aires anticiparon que Aníbal Fernández había ganado.

“Las encuestas quedaron mal paradas –señala Manuel Mora y Araujo, uno de los decanos en consultoría–. A veces eso sucede, posiblemente con mayor frecuencia en estos tiempos que años atrás. ¿Fallan las encuestas o cambia la gente?”. Mora y Araujo deja entrever algo que comparten sus colegas: considera que hubo una cierta corrida hacia el voto a Macri y a Vidal en las 48 horas previas a la elección. Ese movimiento no fue enorme, por cuanto todos hablaban de que el candidato de Cambiemos sacaría entre 29 y 31 por ciento y Macri finalmente llegó a 34, pero en la situación que se planteaba, resultó un crecimiento más que significativo.

En paralelo, los consultores no percibieron la caída de dos puntos de Scioli y, sobre todo, la pérdida del FpV de la gobernación bonaerense. “No tengo dudas de que el ascenso de Macri fue en los últimos días y la baja de Scioli también –señala Analía Del Franco, titular de Analogías–. Yo tenía a Macri lejos, con el 25 por ciento, pero subió mucho en esas últimas jornadas y además percibimos que subían el voto en blanco y los nulos. A esa masa de votantes, nosotros la asignamos en forma pareja, pero una mirada más cercana indica que tenían más afinidad con Macri. Hubo más un error del análisis que de los números que salían de la encuesta”.

Casi todos los consultores coinciden en que se minimizó el corte de boleta, basándose en la historia de los votantes bonaerenses. “Al encuestado que nos decía que iba a cortar, le preguntamos si había cortado en 2013 o 2011 –explica uno de los encuestadores–. Si no tenía historia de corte, evaluamos que no iba a cortar ahora. Eso probó ser equivocado. En este caso subvaluamos el éxito que tuvo la campaña contra Aníbal Fernández y las internas en el peronismo.” El dato trasluce que, en general, el FpV minimizó la existencia de un voto castigo al oficialismo, porque se pensó que, más allá de las denuncias, el FpV igual ganaría: podía haber un corte de boleta reducido o algún nivel de baja de voto, pero se consideraba que igual alcanzaría para que el jefe de Gabinete ganara la gobernación.

Roberto Bacman, titular del Centro de Estudios de Opinión Pública, evaluó que “los únicos resultados que sorprendieron fueron los del Gran Buenos Aires, porque allí se produjo un fenómeno particular: los vecinos de muchos distritos entendieron que era hora de cambiar a dirigentes comunales que se habían enquistado en el poder. Y fue una elección de cambios: nuevas figuras asomaron en el horizonte de la dirigencia del conurbano. En Cambiemos, con un perfil diferente: celebritys, periodistas, militantes de ONG. En el FpV, por el contrario, surgieron militantes, gente joven que llegó a la política de la mano del kirchnerismo. Hubo una especie de voto castigo a los barones del justicialismo, una necesidad de cambio y un pase de facturas con alto nivel de corte de boleta, que como todo sabemos no tiene nada de espontaneidad”. Como se ve, Bacman percibe que la interna peronista jugó su papel.

“Entre los consultores se creó un cierto clima que partía de los resultados de las PASO –redondea otro consultor–. Cuando de nuestras encuestas surgía que había un mayor acercamiento, se nos creaba un ambiente de duda sobre la muestra. Pese a que había ciertos datos de que la diferencia se estrechó, se impuso la idea de que eso no podía ser, que iba contra la lógica. Fallamos más los encuestadores que las encuestas.”