Martes, 15 de marzo de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por José Cruz Campagnoli *
A una semana del ataque a balazos contra los militantes y vecinos que participaban de la inauguración de un local de Nuevo Encuentro en Villa Crespo, no hay ningún tipo de avances ni novedades en la causa. Lo hecho hasta el momento por el fiscal Pablo Recchini (a cargo de la investigación en la Fiscalía N44) tiene sabor a poco, resulta realmente inquietante que aún no haya detenidos y que tampoco se haya realizado ningún allanamiento. Lo sucedido es de una gravedad altísima, y es casi un milagro que hoy no estemos lamentando la muerte de una persona.
Lamentablemente creemos que no se trata de un hecho aislado. Esto se inscribe en un contexto político que se fue gestando en nuestro país a partir de la asunción de Mauricio Macri a la presidencia, que se caracteriza por una inusitada violencia discursiva que estigmatiza a la militancia. Así ocurre cuando el ministro de Hacienda se refiere a la “grasa militante” enquistada en el Estado, proponiendo extirparla. O también cuando distintos funcionarios gubernamentales aluden a los empleados del Estado como a “ñoquis”, y asocian “ñoquis” con militantes.
Cada vez que se estigmatiza o demoniza a la militancia, y a todo lo que sea sinónimo de kirchnerismo, se generan las condiciones para que algún fundamentalista, profundamente autoritario y antidemocrático, se sienta habilitado a agarrar un arma y disparar impunemente. Y decimos que no fue un hecho aislado porque la noche anterior a lo ocurrido en Villa Crespo, un local de La Cámpora en Mar del Plata fue baleado a itacazos, y por suerte en ese momento no había gente en su interior.
En ese contexto, si bien resulta saludable que distintos funcionarios del oficialismo hayan manifestado su repudio (desde el Jefe de Gobierno porteño hasta el Presidente), resulta imperioso que se desmonte ese entramado discursivo que agravia a las y los militantes. Así se lo hemos manifestado a las diferentes autoridades con las que nos hemos reunido esta semana.
Por otra parte, también creemos que el poder político debe emitir una señal muy fuerte a la justicia de que no puede haber impunidad en este caso.
Encontrar a los responsables, sería un mensaje contundente de que este tipo de atropellos resultan inadmisibles para nuestra democracia. Si eso no sucede, la señal también sería contundente, pero el sentido sería exactamente el inverso.
La estigmatización y la impunidad nos pueden condenar a una tragedia que los argentinos no queremos volver a vivir.
* Legislador porteño y presidente de Nuevo Encuentro CABA.
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