EL PAíS
El canciller Rafael Bielsa revivió el horror de su secuestro en Santa Fe
El canciller Rafael Bielsa llegó ayer a Rosario para participar en el reconocimiento del lugar donde estuvo secuestrado durante la última dictadura. Recorrió acompañado por el juez Digerónimo cada habitación del centro clandestino.
Por Alicia Simeoni
Desde Rosario
“Este es el lugar y el sótano es aquel sótano...”, dijo ayer en exclusiva a este diario el canciller Rafael Bielsa luego de reconocer la construcción a la que los pobladores llaman El Castillo –ubicada en la zona rural de la ciudad de Funes, casi en el límite con Ibarlucea– como el lugar en el que estuvo secuestrado y desaparecido en 1977 durante la dictadura militar. Con la visita de Bielsa, pedida por el juzgado Federal Número 2 a cargo de Omar Digerónimo, no sólo surge el lugar donde estuvo detenido hace casi 27 años sino la confirmación de que allí existió un campo clandestino de detención. Bielsa llegó a Rosario ayer en medio de un importante dispositivo de seguridad para reconocer el lugar sobre el que el Equipo Jurídico por los Derechos Humanos recibió la denuncia e impulsó la investigación. El sótano, el baño, la sala de torturas y hasta el lugar donde le dieron una guitarra para que tocara una canción fueron recordados por un Bielsa por momentos desencajado. “Fue como si nunca me hubiese ido del infierno”, aseguró.
12.40. La tranquera de la vieja casa pintada de rosa, sucia, y de aspecto descuidado se abrió. Desde una nube de polvo arrastrada desde varios kilómetros aparecieron ocho autos que ingresaron con velocidad al terreno que está delante de la construcción de dos plantas. De lo que Bielsa viera y reconociera allí dependía en gran parte la afirmación posterior: ése había sido un campo clandestino de detención. Bielsa descendió de un Ford Focus color bordó de vidrios polarizados y comenzó el recorrido. Subió los 4 o 5 escalones que se deben trasponer para acceder a la planta baja y desde allí vio todo. Conmocionado, se acercó a lugares claves de su tiempo de detención –a mediados de 1977–: el sótano, el baño de esa planta baja, la sala de tortura, el interior de la torre mirador separada por varios metros de la casona. Una comitiva de 30, 35 personas daban vueltas, expectantes.
Allí estaban Digerónimo, el secretario Guillermo Toledo, Cecilia Nazábal de Dussex y Fernando Dussex (hijo) por la parte querellante en la causa Quinta de Funes y los integrantes del EJDH, Matilde Bruera, Gonzalo Stara, Nadia Shujman, Ana Overlin y Amílcar Monti. Justamente Monti fue quien recibió la denuncia sobre la existencia de El Castillo y el uso que se le había dado a esta propiedad durante la dictadura militar e impulsó la investigación que Rosario/12 reflejó en un informe exclusivo. Varios testimonios, reconstrucciones de historias y hasta el sentido común hacían suponer que la llamada Quinta de Funes, hoy Casco La Argentina, no había sido el único centro de detención en la zona de Funes. También las denuncias en el exterior del ex diputado chaqueño y único sobreviviente de la quinta ubicada en Diagonal San José y la Ruta 9, Jaime Dri.
“Es el lugar”, dijo Bielsa a media tarde de ayer a este diario. La expresión fue contundente y remitió al horror que vivió el ahora canciller de la Nación. “Es el lugar y el sótano es el sótano... me pareció más chico de lo que me imaginaba... modificaron el lugar, no está el pasamanos de la escalera a la que yo estaba atado. Recordaba la escalera sin pared al lado. Allí se ve que hay muchas construcciones sucesivas...”. El sótano de El Castillo está inundado y Bielsa se ayudó con unas piedras y se fue teniendo de las paredes para ver y reconocer.
“Hay como unos agujeros en las paredes, como celdas continuas y túneles. Algo monstruoso. Ahora entiendo por qué yo escuchaba cuando otros declaraban y lo que hablaban arriba del sótano, sentía ruidos de cacharros de cocina... claro ahí estaba el comedor diario de la casa y la cocina contigua.”
“El baño es inconfundible”, dijo, porque reconoció el piso y la ubicación del inodoro y el ventiluz. Bielsa dijo a este diario que “yo estaba vendado y con una capucha pero en los primeros días mis ojos no se habían cerrado y podía ver a través de las esas vendas”. El cancillercontó que “al salir del baño de la planta baja y hacia la izquierda está la que era la habitación de tortura y allí la pared que mojaban y donde frotaban contra la pared a los detenidos para mantenerlos húmedos. De ese lugar yo recordaba un piso de madera que ahora tiene baldosas, pero parecen baldosas nuevas, como si hubiesen sido cambiadas”.