EL PAíS › KIRCHNER COSECHO BUENAS ONDAS
DE EMPRESARIOS Y TERMINO CENANDO CON AZNAR

Cómo cambió todo, ahora hasta paga Aznar

El Presidente recibió de los empresarios españoles con intereses en Argentina promesas de nuevas inversiones. Aerolíneas prometió generar 1700 puestos de trabajo. Y Telefónica ratificó que hará inversiones por 1000 millones. Bielsa llegó a un acuerdo para ir tratando día a día la condición de los inmigrantes argentinos. De noche, cena a agenda abierta.

 Por Nora Veiras

“Me ha llamado el rey para decirme que le gustaría mucho que estés en el casamiento de su hijo.” Así de afable empezó el diálogo entre el jefe del gobierno español, José María Aznar, y el presidente Néstor Kirchner apenas se sentaron a la mesa de Casa Lucio, la histórica taberna vasca donde anoche Aznar invitó a comer al visitante argentino. Durante más de dos horas, los dos matrimonios intercambiaron impresiones, diferenciaron intereses y acordaron en que la Argentina es un destino estratégico para España. “Se tocaron todos los temas”, repetían en el entorno de Kirchner con una sola obsesión: que “el FMI no nos maneje la agenda”. La inmigración, la inversión española y la indigerible propuesta de la quita del 75 por ciento para los bonistas formaron parte de la larga comida regada por vino Casa Lucio en el día en que, justamente, el directorio del Fondo aprobó la revisión del acuerdo con la Argentina con el voto favorable de Estados Unidos, España, Canadá y Francia. Los argentinos repiten que esa oferta no tiene retorno porque alterarla implicaría aplicar un ajuste y que el país vuelva a estallar.
La esposa de Aznar, la concejala de Madrid Ana Botella, y la “primera ciudadana”, la senadora Cristina Fernández, se sacaron chispas disputándose la palabra al igual que los hombres de la mesa. “Puede no haber coincidencia ideológica, pero hay empatía”, explicaban en el entorno presidencial, ante las risas y sonrisas que se prodigaron los matrimonios entre la entrada de huevos estrellados (especialidad de la casa, ver recuadro) y los platos de pescados y mariscos.
La inusual cena privada que pagó Aznar fue el broche del tercer día de la visita de Kirchner a Madrid. Un día en el que la comitiva oficial siguió recibiendo los halagos del empresariado español y repitiendo la seducción irresistible que ejerce el crecimiento del país como destino de inversiones.
El marco de tanta algarabía fue el ajustado apoyo del directorio del FMI a la primera revisión del acuerdo. El voto dividido del poderoso Grupo de los Siete –se abstuvieron Japón, Italia y Gran Bretaña mientras que Estados Unidos, Canadá, Alemania y Francia se pronunciaron por la aprobación– motivó una sola interpretación: las abstenciones reflejan el malestar de los países que más bonistas tienen. En las sucesivas charlas con el Presidente y con el ministro de Planificación, Julio De Vido, el incansable negociador con las empresas, apareció más de una vez la intención de sugerir que la Argentina flexibilice la quita. Ese será el tema de permanente tire y afloje con los bonistas y el tema que el Gobierno quiere pasar a segundo plano a pesar de las inocultables presiones internacionales.
Aznar como brazo ejecutor de las decisiones políticas de George Bush en Europa se ocupó en hacer público el respaldo a Kirchner, pero sotto voce también dejó trascender el riesgo de esa quita. Claro que para los españoles no es el tema principal. “Ellos invirtieron en empresas, no en papeles, por eso tienen más margen”, señalaban algunos voceros oficiosos del Gobierno empeñados en relativizar también el lobby para conseguir el aumento de tarifas porque “entienden que ahora la política pasa por el crecimiento, el aumento de la recaudación, la baja inflación y la generación de empleo”. El crecimiento es relevante, pero también lo es el precipicio del que se partió, por eso argumentan que “comprometer un mayor porcentaje del superávit fiscal al 3 por ciento para el pago de la deuda es poner en riesgo el esqueleto de la recuperación y, al contrario, caminar por el desfiladero de un estallido”.

Romance

La mañana había empezado con el diminuto y poderoso titular de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), José María Cuevas, tropezando delante de Kirchner antes de hacer juntos el anuncio que más le interesaba al Gobierno: la firma de un acuerdo de colaboración entre el Ministerio de Planificación, la Unión Industrial Argentina y la CEOE para “favorecer y promover entre las empresas españolas el desarrollo de proyectos de inversión en la Argentina, contribuyendo al crecimiento de la economía, al tiempo que se garantice la lógica rentabilidad de estos proyectos”. En buen romance, el gobierno argentino aspira a definir nichos de inversión y convocar a los empresarios. En abril una delegación de la CEOE viajará a Buenos Aires para entrevistarse con empresarios argentinos y funcionarios. En junio organizarán un foro de inversión y cooperación empresarial. El Ministerio de Planificación realizará también una reunión técnica “con especialistas de las empresas españolas que participen en proyectos de inversión sujetos a regulación pública, sobre los marcos regulatorios que está diseñando el Gobierno, a efectos de que los mismos sean perfectamente conocidos por las empresas inversoras que deban realizar planificaciones estratégicas en sus inversiones a largo plazo en la Argentina”, explicita uno de los puntos del acuerdo. De Vido anticipó que en forma inminente enviarán al Congreso un proyecto que fija un marco regulatorio general las empresas concesionarias de servicios públicos privatizados (ver página 4). Un tema central para definir márgenes de ganancia y compromisos empresarios.
“Nuestro ideal es rentabilidad empresaria, crecimiento en lo social y distribución equitativa del ingreso”, machacó Kirchner al rubricar el convenio que transformó a De Vido en el hombre clave de todos los encuentros con los inversores. “Entendieron que como dijo el Presidente en las Naciones Unidos, nadie le puede cobrar a un muerto”, sintetizó el diputado José María Díaz Bancalari, participante de casi todas las reuniones que atosigaron la agenda madrileña.

Promesas

La vereda de la residencia del embajador argentino se transformó en el lugar de las promesas de inversión empresarial.
- “Vamos a crear 1700 puestos de trabajo durante este año. Invertiremos 200 millones de dólares en el 2004. Incorporaremos cuatro Jumbos 747-400 a la flota y otros aviones de cabotaje. El balance del 2003 fue magnífico, el mejor de la historia de Aerolíneas Argentinas, teníamos una empresa quebrada y hemos ganado plata. En tres años vamos a construir una docena de hoteles porque nuestro objetivo como Grupo Marsans –el principal holding hotelero de España– es alojar a nuestros pasajeros. Argentina en turismo es un diamante en bruto que hay que pulir.” Antonio Mata, el presidente de la aerolínea que estuvo a punto de cerrar y sólo continuó por la resistencia de los trabajadores, estaba exultante al salir del encuentro con Kirchner. Reiteró el deseo de la empresa de estar en los vuelos a las Islas Malvinas y según comentó, el Presidente le retrucó: “Primero tenemos que convencer a los ingleses”.
- César Alierta, presidente de Telefónica, ratificó la inversión de 1000 millones de dólares en tres años y anunció que podrían adelantar los plazos de esa inversión. De Vido señaló que las telecomunicaciones son “cruciales” para el desarrollo de la industria nacional, y recordó que el año pasado las telefónicas le compraron 800 mil kilómetros de cable a Pirelli.
- Manuel Pizarro, titular de Endesa, no se acercó a hablar con la prensa pero trascendió que se comprometió a “modernizar” el sistema eléctrico.
Hoy será la última ronda con los banqueros del Bilbao Vizcaya (Francés) y con los empresarios pesqueros que explotan un negocio de 750 millones dedólares en el mar de la Patagonia. Después la comitiva tendrá unas cuatro horas para recorrer Madrid antes de emprender el regreso. Bastarán unos minutos para desquiciarse con los sinsabores de la cotización del euro ante el insignificante peso argentino.

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Todo son sonrisas en la cena que duró dos horas. Un menú opíparo regado con buen vino y aderezado con sonrisas mutuas.
 
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