Martes, 25 de octubre de 2016 | Hoy
EL PAíS › MADURANDO > OPINIóN
Por Luis Bruschtein
Las dos veces que el chavismo perdió elecciones lo reconoció. La última fue en las legislativas de diciembre de 2015. Y fue un duro revés: obtuvo el 41 por ciento de los votos y la oposición el 56. Fue un triunfo democrático para la oposición que ganó en las urnas y para el chavismo que reconoció una derrota que se acrecentaba por el sistema de representación. La oposición logró el control total con los dos tercios de la Asamblea. En el inicio de una crisis por el derrumbe de los precios del petróleo y con relación a resultados previos, el chavismo había perdido dos millones de votos y la oposición sólo sumó 300 mil.
La situación venezolana ha mantenido un marco institucional pese a la profunda polarización, a la presión internacional y a intentos golpistas. Dentro de la oposición hay sectores abiertamente golpistas y otros más enfocados en la vía electoral.
El chavismo afirma que los votos que perdió en 2015 expresaban el malestar por los problemas económicos, pero que muchos se arrepintieron al ver el resultado. El 41 por ciento no es una marca despreciable. La mayoría de los presidentes tiene menos al final de sus mandatos o en elecciones de medio término. El retorno de esos dos millones que espera el chavismo se podría dar como un proceso lento en el marco de una recuperación aún más lenta de la economía. Hay una carrera de tiempo entre la oposición y el chavismo. La derecha quiere apurar y el chavismo espaciar. Esos tironeos producen fuertes remezones pese a lo cual se ha mantenido el marco institucional con un presidente chavista, y un Congreso opositor.
Con el precio del barril de petróleo alrededor de los 50 dólares, como en estos días, la economía venezolana puede funcionar. El chavismo apuesta a recuperar los votos que perdió, en el tiempo de gestión que le queda, a medida que mejore la economía. La oposición sabe que la ventaja del 2015 no es tan firme y presionó para adelantar el referéndum. Pero fracasó en su intento de hacerlo antes de fin de año porque la Justicia detectó miles de firmas falsas en la solicitud. En el mejor de los casos se haría el año próximo con lo cual el chavismo terminaría su mandato. Ante esa derrota, apostó a provocar el cierre del Congreso al tratar de destituir a Maduro con una acusación ridícula (dicen que es colombiano).
Tras los golpes parlamentarios en Paraguay y Brasil, la región perdió la inocencia. Mauricio Macri fue el encargado de encabezar la ofensiva contra Maduro. La cola de paja de Brasil y Paraguay, que provienen del golpismo parlamentario, demuestra que la crisis venezolana es similar a la destitución de Fernando Lugo y Dilma Rouseff por parlamentos controlados por la oposición conservadora. El golpismo parlamentario dejó de ser novedoso.
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