EL PAíS › OPINION
Palacios, cada vez más actual
Por Oscar R. González *
Hegemonía imperial versus autodeterminación nacional. Esa oposición, que atraviesa la historia de América latina, tuvo como protagonista a Alfredo Palacios, que hace un siglo, el 13 de marzo de 1904, se convirtió en el primer diputado socialista de América.
Para Palacios, como para otros pensadores de su época –Manuel Ugarte, Mario Bravo y José Ingenieros, los tres seguidores de Jaurés– el concepto de patria y el internacionalismo que predicaba el socialismo de entonces no se contradicen, como de hecho lo planteaba la cultura partidaria oficial, viendo al patriotismo como una idea ajena al universalismo proletario.
En su proceso personal de asimilación de la realidad Palacios comprende, con la reforma universitaria del ‘18, en sus periplos por el lejano norte argentino que refleja en El Dolor Argentino y en sus viajes por América latina, a comienzos del ‘20, la necesidad de ciudadanizar el socialismo en estas tierras, naturalizando su matriz doctrinaria. Plasma esa convicción en su histórico “Mensaje a la Juventud Iberoamericana”, de 1924, donde propicia crear una nueva cultura, llama a fundirse con el alma del pueblo y plantea federar los países de la América hispana.
Es tan impactante su convocatoria que a partir de ella, desde Perú a México y desde Chile a Costa Rica, se lo empieza a llamar Maestro de América, el calificativo que más lo enorgullece de todos cuantos le fueran atribuidos durante su extensa vida, un liderazgo moral que Palacios utiliza para defender la independencia de Puerto Rico, la República Socialista de Yucatán, la autodeterminación dominicana y la democracia guatemalteca, al tiempo que funda herramientas como la Unión Latinoamericana, para combatir “el panamericanismo oficial y la diplomacia secreta”.
Pionero en reivindicar los derechos argentinos en Malvinas, tema al que le dedica no sólo iniciativas legislativas sino también un estudio sereno, Palacios lo hizo en plena década del 30, cuando la Liga Patriótica y los nacionalistas de derecha patrullaban las calles con el saludo fascista atacando locales obreros y evocando pogroms.
Hasta el final de su vida, maltrecha la salud por los cansadores avatares que lo llevan a prisión y al exilio, Palacios mantiene la energía puesta en las causas antiimperialistas. Utiliza la campaña electoral de 196l, que lo sienta en el Senado por última vez, para reivindicar a la Revolución Cubana. En 1964, citada la reunión de cancilleres para segregar a Cuba de la OEA, dirige una carta al presidente Arturo Illia pidiendo que Argentina vote en contra de esos “tiranuelos despreciables que suman su obsecuencia a los dictados del Departamento de Estado”.
Esa dimensión nacionalista y latinoamericanista, bastante anterior al paradigma tercermundista de la vía nacional al socialismo y al enredado planteo que sectores peronistas defienden en los ‘70 como socialismo nacional, le genera a Palacios bastante incomprensión, aun entre sus propios compañeros. Pero hoy, cuando el mundo unipolar y el nuevo orden globalizado propiciado desde la cima del capitalismo sin fronteras imponen no pocas penurias a países como el nuestro, el mensaje del viejo gladiador socialista resuena con otra fuerza y asume una nítida, sorprendente actualidad.
* Periodista. Secretario general del Partido Socialista.