EL PAíS

“Es bueno que no haya una ruptura con el FMI”

El economista Roberto Bouzas analiza la negociación de la deuda realizada por el gobierno de Kirchner. Cree que el país “tiene un buen caso” y advierte sobre el riesgo de sobreactuar el frente con Brasil.

 Por José Natanson

Economista y profesor de la Universidad de San Andrés, donde dirige la maestría de Relaciones Internacionales, Roberto Bouzas analizó en diálogo con Página/12 la relación del Gobierno con el FMI. “Argentina tiene un buen caso. Tiene recursos argumentales a favor, que están en línea con el debate que se viene dando sobre el papel de la arquitectura financiera internacional”, sostiene Bouzas. Y, aunque coincide con el modo en que se está encarando la negociación, advierte sobre el riesgo de las sobreactuaciones, en especial en relación a Brasil. “La idea de chantajear juntos al Fondo requiere un grado de coordinación difícil de lograr. ¿Si no somos capaces de implementar un arancel externo común, si estamos dando vueltas en una unión aduanera desde hace quince años, cómo vamos a chantajear al administrador del orden financiero internacional?”, se pregunta el economista.
–¿Es positivo el acuerdo con el FMI cerrado la semana pasada?
–Es bueno que no haya habido una ruptura, sobre todo porque el tema central es la renegociación que se viene. El Gobierno tuvo una posición acertada al fijar metas sólo para un período breve. Fue una posición razonable porque era difícil prever qué iba a pasar con la economía, tal como se demostró en la práctica en base a las proyecciones equivocadas. Fue una ventaja no atar el programa a metas trianuales, pero también significa un problema: dejar abierta la nueva renegociación. Es bueno que no haya habido una polarización frente a una etapa que va a ser complicada.
–¿Qué hubiera pasado si la Argentina no pagaba? ¿Se caía del mundo, como sostenían algunos economistas?
–La figura de quedar afuera del mundo me parece poco útil. Todos los países están adheridos a la corteza terrestre. Nadie se salva de eso. Sí es cierto que no pagar habría generado varios costos. En un período prolongado, el default con los organismos cerraría el acceso a los recursos del Fondo, el Banco Mundial y el BID, y el acceso al mercado privado. Se alteraría la capacidad de funcionar como una economía ordenada y eso tiene un efecto sobre la situación económica interna y las expectativas. Después hay otro costo, menos tangible, de credibilidad y reputación. El FMI es un club, no un tercero. Es una sociedad con accionistas. La Argentina es un accionista, minoritario, pero accionista al fin. Y en ninguna sociedad de la que uno es accionista es bueno que lo suspendan. Pero siendo realista, creo que nadie se planteaba salir del Fondo, por eso me parecen quizás excesivas algunas declaraciones planteando esto en términos de una pelea.
–¿No es una pelea?
–Es una negociación. Dura, pero una negociación. Y la Argentina está bien parada. Hubiera sido un grave error no pagar porque la Argentina tiene un buen caso. Hay motivos sólidos para pagar, invertir el argumento y subrayar que el Fondo ha ido variando las metas y las exigencias. Argentina tiene una posición sólida desde el punto de vista del cumplimiento de las metas cuantitativas. Por eso yo hubiera usado las palabras, en todo caso, más como parte de una campaña de esclarecimiento internacional que con fines de política interna.
–¿Cree que Kirchner subraya excesivamente sus posiciones?
–El Presidente ha conseguido que nadie dude de que negocia desde posiciones de firmeza. Ha logrado proyectar esa imagen, y entonces no tiene sentido seguir construyéndola todo el tiempo. Mi sensación es que sería bueno superar esa etapa de hablar para lo interno. Porque incluso puede convertirse en un boomerang. Esto es una relación de poder, y si uno no tiene con qué bancarla va a tener que pagar el costo. Pero lo central es que la Argentina tiene una posición muy sólida, que puede vender con eficacia en el plano internacional.
–¿Qué es lo que tiene para mostrar?
–Metas que ha cumplido, una economía que crece, un país reorganizado, aunque de forma precaria, pero sin apoyo externo. Y una visión, al menos en el Ministerio de Economía, sobre los desajustes que hay entre la arquitectura financiera internacional y los recursos que se necesitan para gestionar la crisis. Hay recursos argumentales, que por otra parte están en línea con el debate académico que se viene dando desde hace seis o siete años sobre el papel de la arquitectura financiera internacional. La posición argentina no carece de sustento. Es importante agarrarse de esa solidez y usarla para construir de una manera más pausada para lo que se viene. Va a ser difícil, porque paradójicamente el hecho de que la economía esté creciendo, que se estén sobrecumpliendo las metas, hace que muchos digan que la situación es holgada y entonces, por ejemplo, que tiene que haber un cuatro y medio de superávit.
–¿Cómo cree que será la negociación de septiembre?
–Dura. El crecimiento y el cumplimiento de las metas generan la idea de que, como fue fácil obtener el tres por ciento, por qué no conseguir un cuatro. El problema es que es un tres por ciento muy frágil. Ocurre en el contexto de una estructura impositiva apoyada en parte en impuestos distorsivos que habría que eliminar: las retenciones, el impuesto a las transacciones financieras, no son cosas que haya que mantener toda la vida. Hay mucho para remontar en términos de recaudación con impuestos no distorsivos. La situación actual se basa en un ajuste que se produjo como consecuencia de una crisis severa, por el lado impositivo con impuestos de emergencia, y por el lado del gasto con una contracción importante. La pregunta es si este escenario es sostenible en el mediano plazo, porque los problemas centrales en la mejora del uso del gasto y el sistema impositivo siguen presentes.
–La idea es que al Gobierno le va a costar sostener el tres por ciento en el tiempo y también en la discusión con los organismos. Es una doble tensión.
–Que además apunta a lados diferentes. Eso siempre y cuando se trate de tender a una estructura impositiva más racional. No implica sólo cambiar impuestos, sino mejorar la gestión de la recaudación.
–¿Qué importancia tiene el anuncio de una coordinación con Brasil en la negociación con los organismos internacionales?
–El diálogo con Brasil para tener posiciones convergentes con los organismos, en el debate sobre el diseño de una nueva arquitectura financiera internacional, debería ser un elemento fundamental. Pero de ahí a decir que hay una posición común, como se dijo después de la reunión de Venezuela, hay una distancia. Las posiciones comunes se construyen de manera lenta, no se anuncian ex ante sino ex post, y en todo caso se anuncian con la presencia del otro ministro.
–Brasil sobrevivió macroeconómicamente gracias a un salvataje del FMI, paga su deuda puntualmente, vive atado al humor de los mercados y no logra salir de la recesión. Argentina hizo una devaluación alocada, está en default y sin embargo crece. ¿Es posible coordinar una estrategia con los organismos internacionales con contextos económicos tan diferentes?
–Por más que no puedan llegar a la misma posición en cuanto a cómo administrar el vínculo con el Fondo en los próximos doce meses, los dos países comparten problemas parecidos. Hay problemas del diseño de la arquitectura financiera internacional en la que los dos países, por su alto nivel de endeudamiento, por su lugar en el sistema financiero, por su vulnerabilidad, estructuralmente tienen intereses comunes. Yo empezaría trabajando en torno a esta visión común de mediano plazo. Hay una visión común, pero es necesario construirla. Yo buscaría una visión de largo plazo, que es donde hay más posibilidades de adoptar posiciones comunes.
–¿El hecho de que Brasil y Argentina se sumen no les otorgaría un poder de chantaje fuerte para imponer sus posiciones?
–Es cierto que si uno debe un dólar el problema lo tiene uno y que si uno debe cien millones de dólares el problema lo tiene el acreedor. Peroeso no altera la asimetría y el desequilibrio que hay entre dos países relativamente marginales, como Argentina y Brasil, y la institución que administra el orden monetario internacional. La propia idea del chantaje se ma hace absurda para un país como la Argentina, por más que represente el veinte por ciento de los créditos.

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El profesor de la Universidad de San Andrés, Roberto Bouzas, analiza la negociación con el FMI.
“Hubiera sido un grave error no pagar porque la Argentina tiene un buen caso”, dijo.
 
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