EL PAíS
La textil Ceres recuperada funciona mejor que antes
La fábrica de camisas entró en convocatoria de acreedores, pero los trabajadores entraron a la planta y ahora ya están produciendo con el respaldo del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas.
Entre mesas repletas de retazos de tela, carreteles de hilos de colores y pilas de camisas listas para planchar, las mujeres de guardapolvo celeste relatan su historia como si fuera lejana. Pero sucedió hace tan sólo tres semanas, cuando llegaron a su trabajo y se encontraron con la puerta cerrada. Luego de frías guardias en la puerta de la fábrica para evitar que se llevaran “sus” máquinas de coser, las obreras de la textil Ceres entraron a la planta y allí se quedaron para defender su fuente laboral. Aunque el conflicto con la patronal continúa en la Justicia, la fiscal que está a cargo de la convocatoria de acreedores les otorgó a los once trabajadores reunidos en cooperativa la guarda de los bienes. Las costureras no perdieron ni un segundo, recuperaron algunos clientes y ya están produciendo.
Durante más de treinta años, la fábrica de camisas Ceres fue una de las cinco más prestigiosas del país. Marcas como Jean Cartier y Quintás encargaban allí la producción de sus prendas. En su época más gloriosa, 200 trabajadores colmaban los tres pisos de su planta de La Paternal. Pero en los ’90, la apertura indiscriminada de las importaciones deterioraron la empresa y comenzaron los despidos. Los que quedaron empezaron a cobrar de 10 o 20 pesos por semana hasta que en el 2002 Ceres entró en convocatoria de acreedores. Desde noviembre, directamente dejaron de pagarles. Pero no sólo eso: los trabajadores aseguran que descubrieron que desde hacía cuatro años ni siquiera se hacían los aportes patronales, aunque aparecían descontados en los recibos de sueldo.
Estela es la más antigua de la textil. Desde hace 30 años siente a Ceres como su segundo hogar. Mientras cose la costura de una camisa celeste, cuenta lo mal que la pasó cuando no veía un peso. “Mi marido sólo hace algunas changas, así que hubo días que lo pasamos a pan y agua. Ni siquiera tenía para el colectivo”, recuerda con tristeza. Segundos después, en su cara se le dibuja una sonrisa. “Ahora estamos contentas. Sabemos que esto depende de nosotras, cuanto más trabajemos mejor nos va a ir. Cuando se hacen las 6, me voy feliz porque a la noche tendré para comer”, dice.
Desde que se puso en marcha nuevamente la producción, los once trabajadores –ocho mujeres y tres hombres– pueden irse al final del día con 25 pesos en sus bolsillos. “Hacía años que no cobraba algo así. En los últimos años había días que no cobrábamos nada o como máximo 5 pesos”, dice, plancha en mano, Olga, la nueva tesorera de la cooperativa.
Pero ya no están solas. Apenas comenzó el conflicto, las costureras recibieron el apoyo de las fábricas autogestionadas que conforman el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). Los abogados de la agrupación, Gustavo Echezarreta y Diego Kravetz, se hicieron cargo del asesoramiento y los trabajadores estuvieron con sus bombos y su experiencia a cuestas, el día de la toma. “Al principio nos dio un poco de miedo –cuenta Marcela, antes administrativa, ahora flamante presidenta de la cooperativa–. Las compañeras de la clínica Imeec nos contaron cómo las sacó la policía de los pelos y habíamos visto por televisión los gases en Brukman. Por suerte a nosotras no nos pasó nada de eso.”
Aunque no debieron sufrir la represión, las trabajadoras aseguran que soportaron las presiones del patrón. “Quería que abandonáramos nuestro trabajo, entonces nos agredía constantemente. Un día nos cortó la luz, nos insultó y nos gritó que nos fuéramos, que le hiciéramos juicio. Nos trataba como si fuéramos perros”, cuenta enojada Celina, quien ya lleva 20 años en la fábrica. Sin dejar de apretar el pedal, se arremanga el guardapolvo y piensa en voz alta: “Ahora está cosechando lo que sembró”.
Quienes también están recibiendo lo que cultivaron son las costureras. La Asamblea Popular de La Paternal y vecinos de la zona les acercaron alimentos aquellos días de guardia en la calle, y ahora están juntando firmas en su apoyo. El barrio entero entendió que otra manera de respaldar el proyecto era comprar las camisas en el sector de venta al público y a un precio mucho más bajo que en los negocios. Incluso, el Centro de Gestión Nº 11 les otorgará un reconocimiento cuando se festeje el Día delVecino. También les avisaron que el 24 de julio la Dirección de la Mujer del gobierno porteño las elegirá como “Destacadas mujeres en cooperativa”.
Tan sólo veinte días pasaron desde que entraron a la textil y pusieron nuevamente en marcha sus máquinas de coser. Durante los primeros días trabajaron con materia prima provista por un cliente. Esos pocos pesos les sirvieron para adquirir algunos metros de género con los que llevan producidas más de 500 camisas. Aunque están muy entusiasmadas, son conscientes de que la recuperación de la fábrica llevará un tiempo. Por ahora sólo sueñan con poder comprar un rollo entero de tela.
Informe: Martina Noailles