EL PAíS › EL VOTO DE LOS EMIGRADOS FUE DECISIVO
Y SERA CLAVE EN EL FUTURO DEL FRENTE AMPLIO.
La izquierda tiene un tanque de reserva
Las cifras finales, que darían al Frente Amplio alrededor de un punto por encima del 50 por ciento, confirmarán que los uruguayos residentes en la Argentina garantizaron el triunfo de la izquierda sin necesidad de la segunda vuelta que los inquietaba.
Por Martín Granovsky
El voto de los uruguayos que viven en la Argentina y cruzaron el Río de la Plata fue la clave final para garantizar el triunfo del Frente Amplio. Pero el fenómeno será todavía más importante en el futuro, y marcará un aspecto decisivo para Uruguay. En el exterior viven alrededor de 700 mil uruguayos con edad para votar, que son la tercera parte del padrón actual. Hoy no pueden votar en los consulados. Tienen que viajar. Como el Frente cambiará este régimen electoral, se asegurará un tanque de reserva que mejorará notablemente su capacidad de gobernar.
Con una población de alrededor de 3.200.000 habitantes, Uruguay tiene un padrón de dos millones y medio. El uno por ciento de los votos son entre 20 mil y 25 mil votos. La cifra oscila al pasar del porcentaje al número absoluto. El domingo, el total de votos escrutados fue de 2.228.645. El uno por ciento fue de 22.864 sufragios.
Solo en la Argentina viven 300 mil uruguayos, muchos de ellos emigrados políticos de la dictadura que comenzó en 1973, muchos emigrados económicos, la mayoría simpatizante de la coalición Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría.
En el exterior en total viven por lo menos dos millones. Como mínimo la mitad podría votar si viviera en Uruguay, y podría hacerlo si cambiara el régimen que hoy impide votar de dos maneras:
- Por un lado, directamente no permite sufragar en consulados.
- Por otro, refuerza ese obstáculo al obligar a los uruguayos a reempadronarse si no votaron en las últimas elecciones. Si no, quedan fuera del padrón. Esa es la explicación por la que de los 300 mil uruguayos residentes en la Argentina sólo hubiera 40 mil en condiciones de votar. El resto no estaba en los padrones.
La cifra final todavía no es clara, pero el equipo que organizó la larga marcha desde la Argentina calcula que por lo menos cruzaron el río o dieron vuelta en auto o micro unos 45 mil uruguayos. Es decir, más del 1 por ciento del padrón.
Según el escrutinio definitivo, ayer por la mañana al Frente le estaban faltando sólo 709 votos para evitar la segunda vuelta. Es una formalidad en parte porque los partidos Nacional (blanco) y Colorado reconocieron el domingo mismo la derrota y en parte porque faltan votos debido a que aún hay observados. Con que sólo 710 de los 30 mil votos cuya suerte falta definir sean frentistas, los requisitos quedarán cumplidos.
Así, la izquierda terminará consiguiendo alrededor del 51 por ciento de los votos. La diferencia que garantizó la tranquilidad de ganar en primera vuelta y conseguir mayoría en ambas cámaras por primera vez en 38 años vino, pues, del exterior, y en primer lugar de Buenos Aires y alrededores. Esa misma mayoría es la que será la garantía del cambio en la ley electoral. La izquierda ya tiene presentado el proyecto. Desde el 1 de marzo, con la nueva gestión que comenzará cuando asuma Tabaré Vázquez como presidente, sólo tendrá que poner el proyecto de voto consular en el orden del día y levantar la mano. No precisa de una mayoría especial de dos tercios, y el voto en el exterior será un hecho gracias a que la izquierda ganó 16 senadores sobre 30 y 52 diputados sobre 99.
No parece, tampoco, un debate difícil. Los conservadores de Julio María Sanguinetti podrían acusar al Frente Amplio de que quiere aplastar a las minorías, pero debería demostrar al mismo tiempo que son totalitarios Italia o los Estados Unidos, países donde los ciudadanos votan aunque residan en el exterior.
“No puede ser que Uruguay sea uno de los pocos países del mundo que no permita votar a sus ciudadanos obligados a emigrar”, dijo a Página/12 Leonardo Nicolini, ex diputado y senador suplente en la lista 609 del Frente Amplio que llevó como titular a José “Pepe” Mujica. Nicolini fue miembro del comando electoral y hace 20 años que participa de la organización de los votantes en el exterior.
–En 1984 viajamos con el general Líber Seregni a ver a Raúl Alfonsín para pedirle ayuda –contó ayer a este diario.
–¿Qué pedían ustedes?
–La posibilidad de que los uruguayos tuvieran facilidades para viajar y emitir su voto. Me acuerdo que a Seregni le salió el oficio. Nuestra idea era que 45 mil cruzaran y el general me dijo que era “logísticamente imposible”. Pero por suerte fue.
–¿Cómo lo hicieron?
–En la reunión con Alfonsín en Olivos le preguntamos si no podía dar asueto a los uruguayos el viernes y el lunes. “Por supuesto”, nos dijo Alfonsín.
Este año, Nicolini acompañó a Tabaré Vázquez a la reunión con el Presidente Néstor Kirchner. Pidieron y obtuvieron lo mismo. El resto –el apoyo público permanente a Vázquez por sobre las críticas que señalaban que era una intromisión en los asuntos internos– ya lo había decidido Kirchner por sí mismo. Un funcionario argentino que pidió reserva de su nombre dijo en su momento que la decisión se había tomado “por simpatía y por conveniencia”. La primera es obvia. La segunda responde a la explicación de Kirchner según la cual a la Argentina le conviene una región homogénea desde el punto de vista político, algo que se estaría logrando aun dentro de las distintas estrategias económicas con Chile, Brasil e inclusive Bolivia.
Ningún uruguayo sabe exactamente cuántos residentes en el exterior hay, y cuántos podrían votar si se quitaran las restricciones. La forma que estudia el Frente Amplio es un censo, que de hecho serviría para hacer un padrón nuevo y legalmente puro.
Si el proceso se completa, como parece seguro, Uruguay sumará a lo habitual en los países de emigración, que es el drenaje de divisas de los que viven afuera, una reserva permanente de votos de izquierda. Lo último surge de estimar que los emigrados políticos son votantes automáticos del Frente Amplio, y los emigrados económicos no votarían a los colorados o los blancos que forzaron su destierro.