EL PAíS
“Las preocupaciones de China pasan por otro lado”
José Bekinschtein es un argentino que vive hace casi 25 años en Beijing. Trabaja para una compañía chino-española. Dice que hay complementariedades económicas entre ambos países.
Por José Natanson
José Bekinschtein es uno de los pocos argentinos que puede hablar de China con conocimiento de causa. Llegó a Pekín por primera vez en 1981, como consejero económico de la embajada argentina, y permaneció siempre vinculado con aquel país. Hoy vive en Pekín, donde dirige una empresa china subsidiaria de una compañía de tecnología española especializada en transporte. Es economista, habla chino con fluidez y dialogó con Página/12 sobre la complementariedad económica de los dos países, las dificultades culturales y las posibilidades de la integración bilateral. Su mirada –argentina, pero del otro lado del mundo– permite ubicar en perspectiva los anuncios de posibles inversiones formulados por el Gobierno.
–En los últimos días hubo mucha expectativa por los anuncios de inversiones. ¿Cuál fue la repercusión en China? ¿Cómo informaron los diarios chinos?
–Yo entiendo que estando en la Argentina se tienda al ombliguismo, pero las cosas desde China se ven de manera un poco diferente. El China Daily, que es una reproducción del Diario del pueblo y es el primer periódico en inglés que se edita en China, igual que en algunos diarios económicos, comentó la gira del presidente Hu Jintao por algunos países de América latina y lo importante que son las relaciones con América latina, con la Argentina, Chile y Brasil. Pero no he visto nada especialmente grande ni en la primera plana.
–¿El título no es “desembarco en la Argentina”?
–No. Las preocupaciones chinas pasan por otro lado, por la relación con Estados Unidos, las elecciones allí, la cuestión de Taiwan y de Corea del Norte.
–¿Qué opina de los anuncios de inversión?
–Aunque he seguido el tema con atención, no conozco la situación exacta, ni las negociaciones o las medidas concretas. Es evidente de todos modos que entre China y la Argentina, o entre China y América del Sur, hay complementariedades económicas importantes. Si esto puede ser realizable, si hay proyectos que se puedan encuadrar en eso, depende de la voluntad de los gobiernos y de los agentes económicos, de la mayor o menor inteligencia que se ponga en la negociación. Es una oportunidad importante, y para entenderla hay que mirar algunas cuestiones que caracterizan a la economía china. El crecimiento de China en los últimos años explica buena parte del crecimiento de las exportaciones de países industrializados como Japón, Alemania y Malasia. Sin embargo, el valor agregado de la producción china es bajísimo, alrededor del diez por ciento. Y es un país tremendamente desigual. En Shanghai el ingreso promedio es de 5000 dólares, pero en muchos lugares se sobrevive con poco y nada. Hay una sobreexplotación de la mano de obra indudable. El salario promedio es el 5 por ciento del de Estados Unidos y salvo en algunas empresas estatales no hay seguro social.
–¿Cómo se puede complementar eso con la Argentina?
–No se trata de una política orientada exclusivamente a la Argentina. En los últimos años, China ha empezado a hacer inversiones en recursos naturales en diferentes lugares. Invirtió mucho en Brasil en forestación, fundamentalmente en soja, y en la ciudad de Manaos, en algún tipo de producción industrial. En Chile también invirtió en forestación y minería. Lo mismo hizo en otros lugares más cercanos.
–¿Las inversiones en la Argentina formarían parte de una política más general?
–Sí, son parte de una estrategia, que por otro lado no se limita a América del Sur. China ha hecho fuertes inversiones en recursos naturales en Australia e Indonesia, en Asia Central, y últimamente en sectores industriales como telecomunicaciones. En general se observa una política de mayor presencia de conglomerados chinos en el mundo, algo que hace poco tiempo no existía. El mercado interno chino es obviamente muy grande, con una capacidad de ventas enormes. Esto hizo que no hubiera conductas empresarias hacia afuera durante mucho tiempo. Hace unos pocos años esto ha comenzado a cambiar y China empezó a invertir en economías que pueden ser vistas como complementarias.
–¿En qué áreas?
–Por ejemplo en energía. China tiene una enorme demanda de energía. Tiene un problema energético y hay cortes de luz en muchas ciudades. Importa el 35 por ciento de su consumo de petróleo y es probable que en unos pocos años más, no muchos, llegue al 50 por ciento. El gobierno está tratando de solucionar la crisis de energía: construyó una represa, llamada Las Tres Gargantas, que es siete veces mayor que Yacyretá. Y también oleoductos. Hizo fuertes inversiones en Indonesia y Rusia en busca de petróleo. La Argentina podría aprovechar esa demanda china si se mueve con inteligencia.
–¿Existe un riesgo de que la Argentina consolide una relación de dependencia, importando tecnología y exportando productos primarios, como petróleo o alimentos?
–Hay una expresión china, que se pone en todos los contratos y acuerdos, que es el “mutuo beneficio”. Supongo que se tomarán los recaudos de ambas partes para que esto sea efectivamente así. Y en cualquier caso me parece que a esta altura de los acontecimientos no hay lugar conceptual o político para una relación tipo siglo XIX. No está el mundo para cosas como la colonización africana. No sé exactamente en qué se está pensando, qué se está hablando a nivel bilateral, pero me parece que comportamientos de este tipo no tienen lugar.
–China tiene un lazo fuerte con Australia, que tiene una estructura económica parecida a la de Argentina en algunos aspectos. ¿Eso debe ser leído como una ventaja?
–Posiblemente. El gobierno laborista de Australia, hace ya más de diez años inició una política de integración en la economía asiática en general y china en particular muy importante. El gobierno conservador es menos entusiasta, pero el lazo económico se ha estrechado mucho en los últimos años. La clave son inversiones chinas en recursos naturales y una gran presencia australiana, sobre todo en el campo agroalimentario y la exportación de lácteos. Pero hay que tener en cuenta diferencias importantes. Si bien es cierto que en algunos aspectos la economía argentina podría parecerse a la australiana, la relación con China es diferente. En Australia hay una comunidad china muy importante. Y hay una proximidad. El vuelo Pekín-Sydney es de diez u once horas. El vuelo Pekín–Buenos Aires es de 24 horas.
–¿Cuando se habla de inversiones chinas en la Argentina se habla de inversiones privadas o del Estado?
–No sé, porque no conozco los acuerdos, pero la economía china sigue estando en no menos de un 50 por ciento bajo un control o supervisión importante del Estado. El Estado sigue teniendo un papel esencial en la economía. Lo que pasa es que hay ciertos negocios que los pueden hacer privados: servicios, turismo, cuestiones que no sean sectores críticos como la energía. Las tres corporaciones chinas de petróleo son estatales. La gran compañía de inversiones en el exterior es un conglomerado que se maneja con algunos actores privados pero es básicamente estatal. Sin embargo, hay otros negocios más pequeños que se pueden manejar con agentes privados o semiprivados.
–¿Cree que las enormes diferencias culturales entre la Argentina y China dificultan las posibilidades del intercambio?
–Si se quiere hacer un negocio, el negocio se hace. La diferencia es que quizá las cosas puedan tardar más. Pero si existe la posibilidad y el interés es mutuo el negocio se hace, más allá de las diferencias culturales, que quizá puedan generar algún malentendido. No conozco ningún caso de un intercambio o un acuerdo que no se haya concretado por una barrera cultural.
–¿Cuántos argentinos viven en China?
–Conozco a algunas personas de empresas argentinas que viven en China. Calculo que serán unos 20 o 30, además del personal de la embajada. El número aumentó en el último año. Un ejemplo: el gobierno chino da becas en todo el mundo para estudiantes que quieran estudiar chino y especializarse en alguna disciplina. Nunca había ningún argentino, y en los últimos años comenzó a haber dos o tres personas. Hoy ya hay siete u ocho. Creo que lo mismo ocurre en China: hay un interés creciente de ambos lados.