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Cuello de botella a la vista en el sector de la construcción

Empresarios y autoridades del Gobierno compartieron la preocupación en torno de una suba en las inversiones que podría superar la capacidad de los productores y de gestión de las oficinas públicas. Críticas compartidas a los aumentos de precios en los insumos.

 Por Cledis Candelaresi

Si se tratara de una obra literaria podría titularse De cómo una buena noticia se transforma en una gran amenaza. Aunque admiten estar gozando de una prosperidad inédita para los últimos años, los constructores aprovecharon el escenario de su convención anual para alertar sobre la paradoja de que si la inversión en el sector se multiplica tanto como está previsto se producirá un cuello de botella, ya que ni el Estado ni la actividad privada tienen capacidad para responder a semejante demanda. La advertencia tenía implícita, entre otras quejas, la de problemas para subejecutar el presupuesto público, algo que la Cámara Argentina de la Construcción elude plantear en público pero no deja de comentar en privado. El ministro de Planificación, Julio De Vido, admitió a regañadientes algunas dificultades, atribuyéndoselas a “las consultoras” contratadas por el Gobierno, pero remarcó que 2004 se terminará “con un nivel de ejecución elevadísimo”. Néstor Kirchner, en cambio, fue más condescendiente con un sector al que considera clave para consolidar una burguesía nacional pujante.
“Hay algunos obstáculos para superar”, reconoció el Presidente, después de defender la búsqueda de un superávit fiscal pero sobre la base de que la obra pública es una inversión y no un gasto. Entonces, aludió a los “años de desinversión estatal que anquilosaron las estructuras estatales: ahora se hacen muy lentos los procesos para concretar la inversión pública”, reconoció. La otra gran coincidencia con los protestas de la CAC fue cuando fustigó a los proveedores de insumos, cuyos precios castigan la rentabilidad de los constructores. “Algunos se dejan llevar por el facilismo de subir los precios”, los increpó el Presidente.
Kirchner cerró la jornada a la que también asistieron Roberto Lavagna, el titular de Planificación, y su secretario de Obras Públicas, José López. La empatía de la administración oficial con los constructores resultó evidente desde la notable presencia de publicidad oficial en los paneles de sponsoreo. Pero, básicamente, por la generosidad del presupuesto destinado a obra pública, el mismo que apuntaló un crecimiento de la actividad del 27 por ciento en lo que va de la actual gestión.
Según detallaron sucesivamente López, De Vido y el propio Presidente, los recursos destinados a aquel fin crecieron desde 1272 millones de pesos en el año 2002 a 3265 millones este año, una “una suba del 200 por ciento, cercana a los records históricos”, según destacó el titular de Planificación. El arquitecto sureño también se ocupó de señalar que en “el próximo cuatrienio habrá obras por 20 mil millones de pesos”, engolosinando a la mayoría de los congregados en el Palacio San Martín. Pero el problema, según algunos, no es la probada voluntad política de gastar en infraestructura, sino los “problemas de gestión” para ejecutar.
Según se entusiasmaba ante Página/12 el titular de la CAC, Carlos Wagner, a fin de año el gobierno nacional habría alcanzado un nivel de ejecución del 90 por ciento de lo presupuestado por la Nación. Rodolfo Perales, un ex concesionario de peaje que ahora acumula trabajos como contratista público, asegura que es absolutamente verosímil que a fin de octubre la Nación había ejecutado en el rubro vial el 83 por ciento de lo pautado, bastante por encima del promedio del 65 por ciento reconocido por Kirchner.
Sin embargo, aún los favorecidos saben que la situación no es homogénea y que la bonanza de los contratistas viales no alcanza a los que esperan hacer su negocio con el lanzamiento de obras en el área de energía, por ejemplo. “Así como se pronosticó un colapso energético que no fue, también se habló de subejecución presupuestaria”, protestó De Vido, empeñándose en un tono enérgico. “Pero el plan energético que se presentó en mayo se está cumpliendo”, continuó, aludiendo a las ampliaciones de los gasoductos del Norte y del Sur, uno a cargo de Repsol, el otro de Petrobras. “La letanía que se escucha en la subejecución de los planes responde a una visión estática y no tendencial”, defendió el ministro.
La CAC encomendó la descripción de un cuadro de situación más abarcador y realista al ex directivo de Techint y ex presidente de la entidad, Eduardo Baglieto, quien por ese carácter más descomprometido pudo remarcar lo que los hombres de empresa prefieren eludir para evitar cualquier confrontación con el Gobierno. Así, el “past president” de la Cámara (como tal se lo presenta) enumeró las previsibles “dificultades si hay que dar respuesta a más inversión”, empezando por las del sector privado: falta de personal capacitado y de financiamiento, sumadas a su “respuesta débil” y “poca iniciativa”.
A las falencias detalladas en esa esforzada autocrítica, se sumarían las del Estado, que van desde la pobre información para definir qué proyecto es prioritario, al desvío de fondos que deberían asignarse a la obra pública, pasando, obviamente, por la “lentitud de procedimientos que provoca un retraso en la ejecución”. Frente a esto, Baglieto propuso una especie de cogestión pública privada a través de un “Ente de Control Estratégico” que no sólo revise qué proyecto se encara, sino que impulse cambios en la legislación vigente, empezando por la propia Ley de Administración Financiera que impide hacer pagos tan rápido como anhelan los constructores.
Más que la menguada capacidad de gestión del Estado, cuyas oficinas destinadas a proyectos y licitaciones están escasas de expertos, los empresarios están intranquilos por el cobro de las certificaciones. Aunque admiten que esta rutina mejoró considerablemente, no les alcanzó haber tenido normas específicas que tras la devaluación les permitieron ajustar los precios finales para compensar la carestía de insumos. Por el contrario, reclaman cambios en el decreto 1295, que habilita indexar sus precios cuando los costos crecen más de un 10 por ciento. “¿Y cómo hacemos ahora con una inflación mucho más baja?”, se quejaba ayer uno de ellos.
Aunque no se les concediera esta demanda, la perspectiva de corto plazo es de prosperidad. Tras leer el mismo discurso que pronunció el viernes en el coloquio de IDEA –cónclave del establishment al que Kir-chner rehúsa ir–, detallando la buena performance económica, el ministro Lavagna pronosticó que la construcción demandará 85 mil obreros más en el próximo año, lo que ubicaría a la actividad cerca de su tope histórico de 350 mil empleados.
“Tenemos que recuperar la autoestima. Tenemos que reconstruir el empresariado nacional”, convocaba a la noche el Presidente frente a un auditorio colmado que lo aplaudió con ganas. “Seguirá la tendencia ascendente de la inversión pública”, prometió, resaltando las posibilidades de buenos negocios que ofrece el país. Una prueba, según el mandatario, son las visitas que en el próximo mes harán a la Argentina los mandatarios de Corea del Sur, Pakistán, China, Marruecos y España, todos potenciales inversores.

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Néstor Kirchner, presidente de la Nación, invitado principal a la convención de constructores.
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