EL PAíS › ALFREDO MOFFAT ANALIZA EL IMPACTO EMOCIONAL DE LA TRAGEDIA
“Hay que pasar de la ira al llanto”
El psicólogo social Alfredo Moffat asistió a los familiares de los muertos en distintas catástrofes y aplicó su técnica en la tragedia de Cromañón. “La herida de un padre nunca cicatriza.”
Por Julián Gorodischer
Junto a los cuerpos de las víctimas, el psicólogo Alfredo Moffat se acercó a cada familiar en silencio y les ofreció un abrazo: su contención actuó sobre el estado de shock, en el minuto después del estallido emocional. Su condición de “operador de crisis” significa estar al lado cuando se desencadena “un pequeño brote psicótico” tras el impacto de perder, de pronto, al ser querido. Allí, los cuerpos del que sufre y del terapeuta se encuentran en una simbiosis total que borra los contornos individuales. No hay lugar para el parloteo, ni la consolación hablada: la catástrofe exige una contorsión que acompaña con el cuerpo cada pliegue de la anatomía del otro, un abrazo que permite ir transformando la ira en llanto. Moffat, recién llegado de Paraguay (donde asistió gratuitamente a los familiares de las víctimas de la masacre del shopping de Asunción) aplica, en estas horas, su técnica a los deudos de Cromañón, en silencio y como voluntario, desbordado él mismo por la impotencia de lo que sucedió. El “maternaje” (así se le dice a este abrazo) actúa, sobre todo, para evitar la autoagresión y el desborde. “Devuelve a un aquí y ahora, a un tiempo y un lugar que habían abandonado”, dice.
–¿El trabajo empieza cuando el familiar reconoce el cuerpo de la víctima?
–Nos acercamos a los familiares, en una tragedia y trabajamos con técnicas de contención corporal, en ese minuto en el que se produce una descompensación psicológica, se para el tiempo y la persona queda en un pequeño brote psicótico: no saben ni dónde están ni qué momento es, y pueden surgir conductas riesgosas como golpearse contra la pared, con algún fierro, o tener una regresión en edad: quedan como chicos. Se les ofrece un abrazo de “maternaje”, que no es de policía, ni deja suelto; ni represivo, ni liberador: deja el apoyo de la cabeza en el hombro en una posición ancestral que facilita el llanto.
–¿Y por qué era importante que lloraran?
–Para poder descontracturar la musculatura: es una catarsis convulsiva que alivia en un mecanismo previsto por la naturaleza para descargar. Empezamos a practicarlo en la playa de estacionamiento, junto a los cadáveres apilados, y acompañamos al pariente que iba a verificarlos. Lo abrazábamos, lo sosteníamos, conteníamos las reacciones violentas hasta ir desplazando la catarsis de ira en llanto. Era especialmente difícil con los varones: se enojaban porque con eso bloquean la conciencia del dolor psicológico. Hay que permitir esa negación que es protectora, y en primera instancia se la alienta para que no haya una partición de la conciencia. Es tan inaguantable la realidad que todo se convierte en irrealidad.
–¿Cómo sigue el proceso?
–Luego se le va repitiendo su nombre a cada familiar porque es lo único que se llega a registrar en casos de estrés agudo hasta que empiezan a expresar lo que sienten. Se les ofrece una escucha, y la reafirmación de lo que dicen, pero sobre todo tendrán que percibir que el terapeuta también está conmovido: sólo se puede ayudar desde cierta resonancia emocional. Cuando llegan otros familiares, entendemos que ya ha sido cumplido ese sostén inicial del golpe emocional.
–¿Cómo se los contiene después del shock?
–En una segunda etapa, cuando se enfría la herida, aparece el dolor: empiezan a tomar conciencia y se inicia el trabajo de duelo. Tiene un primer momento de varios meses muy dolorosos, y hay que facilitar que se produzca la despedida que no pudieron darles a las víctimas, dada la condición repentina de la catástrofe. Hay que aprender a vivir con la falta del ser querido en lo cotidiano. Yo vengo de Paraguay, donde pasé mi Navidad con los familiares de los muertos en el shopping: lo más difícil es tolerar un cumpleaños, una Navidad sin los seres queridos.
–¿Esos deudos pudieron recuperar una vida normal?
–En general (salvo en casos patológicos) hay un largo duelo y la gente puede empezar a pensar en llevar una vida normal. Pero aquí, donde murieron tantos jóvenes, cada caso es aún más traumático: para un padre que pierde a su hijo en estas condiciones la herida nunca cicatriza.
(La asistencia del equipo de Alfredo Moffat puede ser requerida en forma gratuita llamando al 4865-4177.)