EL PAíS › EN DON ORIONE, UNA COOPERATIVA REEMPLAZA A UNA PRIVATIZADA
El agua que han de beber
El 10 de febrero vence la concesión de aguas del Barrio Don Orione y la privada que la tuvo hasta ahora la perderá. Los mismos vecinos se harán cargo del servicio a través de una cooperativa y anuncian que ellos sí harán las inversiones prometidas en una zona donde todavía imperan el pozo ciego y la bomba eléctrica.
De acá en más, si los vecinos del Barrio Don Orione no tienen agua en sus viviendas no podrán culpar a la turbia empresa encargada de prestar el servicio de agua corriente y cloacas. A partir de un acuerdo entre la Cooperativa Vecinal de Obra y Servicio Público Don Orione, el Ministerio de Obra Pública provincial y la estatal Aguas Bonaerenses SA (ABSA), el 10 de febrero –cuando vence la concesión privada– el control pasará a los vecinos, que ya cumplieron los tres requisitos para tener la potestad: capacidad técnica, administrativa y representatividad del barrio. Para esto último se les pidió que juntaran las firmas de conformidad de los titulares del 30 por ciento de las 9 mil casas de Don Orione. La cooperativa tiene la meta inmediata de normalizar el servicio y extenderlo a la periferia del barrio, donde sigue vigente el bombeador y el pozo ciego.
Hasta ahora llegaron a juntar el 35 por ciento de las firmas. Cinco puntos de yapa “para que no se generen suspicacias”. Es decir, para no dar argumentos a quienes les disputan a los vecinos el control del servicio, que es un gran negocio. “Acá te parás y te sacan la silla”, cuenta Roberto Macario, uno de los 42 mil vecinos del barrio, en referencia a los funcionarios municipales y punteros políticos que son reacios al control vecinal del servicio. Tras las acusaciones sutiles de que no van a poder con ello, está la codicia de los 150 mil pesos mensuales con los que la cooperativa piensa duplicar en lo inmediato la pobre prestación del líquido vital. No se pueden quejar los que viven en planta baja. Pero cuando los departamentos se alejan del nivel del suelo, el líquido llega por milagro y sólo durante unas horas en la madrugada.
Los vecinos esperan esas horas para bañarse. Con agua fría, porque tener los calefones encendidos no tiene fundamento. Para algunos es todavía más difícil. Oscar, con su piel tatuada curtida, anuncia que viene “de cortar el pasto”. A juzgar por sus callos, lo debe haber hecho con guadaña. Tiene un comedor al que asisten 30 chicos, la mayoría de una manzana en la que la desocupación llega al 50 por ciento. ¿Cómo hace para cocinar si durante el día no tiene agua? “Juntamos los hilitos que salen, en baldes, y a la hora de cocinar los echamos en la olla grande”, explica. Dirige la ONG Todos para Todos, que junto con Manos a la Obra y Algo Más acompañan a los vecinos en la conformación de la cooperativa.
“Hay más agua afuera de las casas que adentro”, aprecia Isabel, antigua vecina del barrio. La que hay en las calles proviene de “las cloacas que rebalsan y de los caños que se rompen. Y acá hay niños jugando, gente mayor que no puede acarrear baldes de agua por las escaleras”, considera.
En noviembre, por la rotura de un caño, estuvieron en varias manzanas “durante una semana sin agua”, cuenta Macario. Las cisternas que procuraban que la gente no se deshidratara eran irrisorias. Estas situaciones son frecuentes. Cuando llegan, “literalmente, te jodés”, rezonga Macario.
Al lado de la manzana 26 hay un campo en el que desde hace años debería haber un polideportivo. “Cada vez que hay elecciones, le pasan la máquina aplanadora”, cuentan los vecinos. En una de esas ocasiones “rompieron un caño de agua”. La fragilidad en el servicio está siempre presente. En una esquina de la avenida Eva Perón, hace días se hundió una porción del asfalto, en la que tropiezan todos los colectivos de la Línea 160. “Las napas, que en algunas partes del barrio están a 60 centímetros de profundidad, erosionaron la calle por debajo. Por eso se hacen estos baches”, aseguran los vecinos.
Lorenzo, otro de los indignados del barrio, muestra a Página/12 la copia del fax que envió a la empresa Kopar SA, actual prestataria, para que arregle un caño maestro pinchado sobre Eva Perón. No es la primera carta que les manda. Tras una primera, vinieron dos operarios de la empresa. “Hicieron un pozo alrededor del caño y lo rodearon con la cámara de un auto. Yo les dije que lo tenían que arreglar soldándolo con estaño. Ellos me respondieron que no sabían soldar y que, en caso de que supieran, nocontaban con las maquinarias necesarias. Les avisé que con lo que estaban haciendo iba a terminar en que el pozo se llenaría de agua. No me contestaron nada”, afirma Lorenzo.
Las cloacas son otro dolor de cabeza. “Es calamitoso”, define el vecino Carlos Doncel. “Cuando desbordan se puede inundar la planta baja, por el baño o por el lavadero”. Las manzanas más afectadas son las que van desde la manzana 29 hasta la 35. “Revientan por cualquier lugar. Y cuando llaman a los de la empresa para que lo arreglen, muchas veces no vienen”, relata Doncel. Entonces, no queda otra que arremangarse y “entre los vecinos lo destapan. Sacan una tapa de cemento pesadísima y meten algunos ganchos”. Esos efluvios bajan por los jardines y se posan junto a los cordones del asfalto, “donde está lleno de chicos jugando”, observa.
“Todo funciona a la criolla”, apunta Macario, y agrega al anecdotario tragicómico el caso de un caño al que, para que resistiera los embates de la presión del agua, lo ataron con alambre. “Desde que sabe que se le acaba la concesión, Kopar no hace nada”, manifiesta. El barrio cuenta con 14 pozos. Pero dos no funcionan. Uno, porque se robaron la bomba, lo que genera sospechas entre los vecinos, ya que “es algo que pesa cientos de kilos. Lo hizo gente muy bien equipada”, nota Macario. El otro está contaminado con nitratos. No obstante, la calidad del agua es uno de los pocos orgullos de los vecinos: “Es del acuífero Puelche, la misma con la que envasan un agua mineral de primera marca”, comentan.
La cooperativa vecinal se hará cargo del servicio porque “hay leyes provinciales que posibilitan a una ONG encargarse de algunos servicios si tienen consenso popular local”. Para ello, cuentan con el apoyo y asesoramiento del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), la Escuela de Saneamiento Ambiental de la UBA, el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (Imfc) y la Cooperativa Martín Coronado, una entidad que en su barrio tiene un desempeño similar al de Don Orione, sólo que “trabaja desde hace 35 años. Se bancó a la dictadura y al menemismo”, señala Macario, como si esa carta de presentación fuera garantía de confianza para los vecinos. Esta cooperativa “nos va a dar la escuela técnica”, dice este vecino.
Además de las 220 hectáreas que ocupa el barrio, el gobierno provincial les ofreció abrir el servicio a 600 hectáreas periféricas, zonas de poca población donde el bombeador y el pozo ciego están a la orden del día.
La empresa anterior funcionaba con un subsidio de 150 mil pesos mensuales. Con la misma cifra, los vecinos construirán 6 pozos más. Es que, desde la construcción de los pozos, en 1980, hasta ahora, se cuadruplicó la cantidad de habitantes del barrio.
La de los vecinos será una de las cinco cooperativas de servicios más grandes del país. Absa se hará cargo del servicio por un lapso de entre 6 meses y 2 años. Tendrá que comenzar ella porque “así como está el servicio no lo podemos tomar. Es un desastre”. El apoyo de los habitantes del barrio les permite tener la certeza de que lograrán algo a lo que nunca llegó Kopar SA: que en cada casa se pague por el servicio. Hasta ahora “no se pudo porque nadie quería pagar por una prestación tan deplorable. Además, nadie lo cobraba”.
Los de la cooperativa anuncian que “la presión de cobranza va a ser progresiva. Vamos a cobrar entre 6 y 8 pesos por mes, la mitad que Aguas Argentinas. El 30 por ciento de la población va a pagar desde un principio. Entre el 30 y el 40, dentro de un par de años. Y vamos a tener un 30 por ciento de morosidad permanente”, señala Macario. Serán “6 años en los que se haga escuela entre los vecinos”. La porción de casas que nunca va a abonar la cuota los tiene sin cuidado: “El agua es un derecho social, no se puede pagar. Lo que cobramos es el servicio. Pero no pretendemos ganar plata”, indica Macario.
Informe: Sebastián Ochoa.