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Otra idea de desarrollo
Por Daniel Arroyo *
En este momento se presenta una gran oportunidad para América latina tanto para la construcción de teorías como para la puesta en marcha de políticas públicas. Es claro que los modelos aplicados en décadas anteriores ya no sirven, que el contexto económico se ha modificado, que los gobiernos electos han definido agendas que consideran más centralmente lo social, y que la salida del “default” de la Argentina se ha construido sobre la base de ideas diferentes a las dictadas por la ortodoxia. Esta situación marca un interesante precedente para la región, tanto en su futura relación con los organismos internacionales como en los modelos de desarrollo a encarar de aquí en más. Parece ser éste el momento preciso para incorporar una nueva idea de desarrollo.
En los ’90, el “neoliberalismo” logró algo impensado: transformar en sentido común sus mensajes orientados al quiebre del Estado y al predominio absoluto del mercado sin ningún tipo de regulación o control. En este marco se consolidó la crisis de representación, el desenganche entre la gente y la política, y se hizo carne la idea de que hay un solo camino y que los niveles de autonomía y de decisión de los Estados nacionales eran casi nulos. Lo que había que hacer era ajustar y achicar el gasto público, flexibilizar el mercado laboral y esperar inversiones hacia los mercados emergentes que en algún momento pudieran derramar beneficios para los más pobres.
La nueva idea de desarrollo debe contener al menos cuatro ejes: crecimiento económico con inclusión social, complementación de las capacidades productivas de los países del Mercosur, un proceso de industrialización sostenido y la integración masiva de los jóvenes en el mercado laboral.
Desarrollo como crecimiento económico e inclusión social apunta a que el perfil productivo de un país no sólo deberá estar vinculado con sus potencialidades territoriales y los “nichos” que otorga el mercado internacional, sino que a la vez tiene que integrar en la mirada la necesidad de generar puestos de trabajo. No cualquier actividad económica puede ser considerada como parte del desarrollo, sino sólo aquellas que mueven la economía local pero a la vez generan un volumen de trabajo significativo y no precario.
Por el lado del Mercosur parece abrirse una oportunidad única, tanto por la afinidad conceptual de las autoridades de los diferentes países como por una coyuntura económica favorable a la producción primaria que ha sido la base sobre la cual ha crecido la región en los últimos años. Predomina hoy otra mirada de los gobiernos sobre el rol de la inversión pública, las capacidades regulatorias del Estado, la promoción de sectores productivos estratégicos y la necesidad de fortalecer a la región como un actor en el escenario económico internacional.
El fortalecimiento de los procesos de industrialización y la potenciación del valor agregado para la producción primaria son un eje central en la nueva construcción de la idea de desarrollo. La mayoría de los desocupados de nuestros países son ex obreros industriales que tienen cultura del trabajo instalada y capacidades laborales reconvertibles en un nuevo contexto productivo. Lo mismo sucede con las instalaciones fabriles, especialmente en los grandes centros urbanos.
El cuarto eje pone el acento en los jóvenes y en sus posibilidades de inclusión económica. Aquí no sólo se trata de ofrecerles calidad educativa y formarlos para que consigan trabajo, sino también de aprovechar sus capacidades y sus inventivas para promoverlos como futuros emprendedores y para que toda la energía y creatividad que desarrollan se transforme en motor de un dinamismo social nuevo.
En búsqueda de otra idea de desarrollo, estos ejes demandan nuevas ideas en materia de producción académica, en la formulación de políticas públicas y en la participación de la sociedad civil y del sector privado.Nuevas ideas no atadas a dogmas que se han comprobado como ineficaces y, en algunos casos, perversos. Parece un buen momento para atreverse a recorrer nuevos caminos.
* Viceministro de Desarrollo Social de la Nación. Docente e investigador de UBA y Flacso.