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Un clásico de la economía
Por José Natanson
Por alguna razón vinculada al mercado editorial, los derechos de autor y los copyrights internacionales, algunos libros clásicos de las ciencias sociales, la economía y la psicología son imposibles de conseguir en ediciones buenas y relativamente baratas. Los estudiantes de psicología que sufren con los seminarios de Lacan o los historiadores que tienen que recurrir a las carísimas ediciones españolas de algunos libros de Hobsbawm pueden dar fe de ello, y lo mismo ocurre con algunos textos fundamentales de la economía. Afortunadamente, uno de los agujeros más notables fue cubierto con la reedición de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (Fondo de Cultura Económica), la monumental obra de John Maynard Keynes.
En 1936, cuando se publicó por primera vez el gran libro de Keynes, los economistas neoclásicos no acertaban con las soluciones que proponían para paliar los devastadores efectos del crack de 1929. En su Teoría general, Keynes cuestionó los mecanismos de ajuste automático del desempleo mediante el descenso de los salarios reales, base de las teorías clásicas sobre el mercado de trabajo. A través de la integración en un solo orden de teorías hasta entonces separadas, Keynes demostró que el equilibrio económico no tenía necesariamente por qué conllevar una situación de pleno empleo.
En concreto, la economía política pre-Keynes aconsejaba rebajas de salarios, deflación y restricciones presupuestarias. El nuevo paradigma puso en el centro del análisis la incapacidad del mercado para garantizar por sí solo el pleno empleo y se convirtió en el sustento teórico del intervencionismo estatal en sus diferentes formas: expansión monetaria, aumento del gasto, obra pública, incentivos a la demanda.
Al principio rechazado, el pensamiento keynesiano fue conquistando gradualmente la opinión económica, a tal punto que, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, el pleno empleo ya se había convertido en un objetivo proclamado por casi todos los gobiernos. Sus diferentes libros, y la Teoría general en particular, proporcionaron el marco teórico para una nueva política económica –el moderno Estado de bienestar– que permitió alargar durante casi tres décadas el período de mayor prosperidad de los países más desarrollados.
El libro de Keynes está dirigido a sus colegas economistas y tiene, por lo tanto, un componente técnico importante, que incluye ecuaciones, estadísticas y tecnojerga económica. Sin embargo, al igual que otros pensadores clásicos que abordan temas complejos –Marx es un ejemplo ilustre–, Keynes escribe con una prosa clara y elegante. Sus artículos, libros e intervenciones públicas, incluían a menudo sugerencias polémicas –como cuando recomendó combatir el desempleo contratando obreros para que cavaran pozos de día y los taparan de noche–, además de frases filosas y elegantes. La más famosa es: “El largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. En el largo plazo estamos todos muertos. Los economistas se plantean una tarea demasiado fácil, y demasiado inútil, si en cada tormenta lo único que nos dicen es que cuando pasa el temporal el océano otra vez está tranquilo”.
En un prólogo luminoso a la edición argentina, Manuel Fernández López define al libro de Keynes en estos términos: “Un profundo conocimiento dela realidad, la aclaración de lados ocultos de las teorías económicas y, lo más notable, un ramillete de ideas, compatibles con la democracia, para obrar contra la injusticia social”. En este sentido, su mayor contribución seguramente haya sido la capacidad de su teoría para proporcionar soluciones reales a problemas reales, algo que el propio Keynes aclara al cuestionar a los economistas ortodoxos en el prefacio. “Es sorprendente el número de tonterías que se pueden creer temporalmente si se aísla uno demasiado del pensamiento de los demás, sobre todo en economía, donde con frecuencia es imposible poner a prueba de manera definitiva las propias ideas”.