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Otra mirada sobre las ONG
Por José Natanson
En La democracia inesperada (Prometeo), el sociólogo brasileño Bernardo Sorj analiza la paradoja de las democracias contemporáneas, la bifurcación entre un Estado que administra sin utopías, y utopías alejadas de los problemas de la administración del Estado. El foco está puesto en las organizaciones no gubernamentales (ONG), que reemplazaron a los partidos políticos como portadoras de los valores sociales y sobre las que Sorj despliega una crítica demoledora y precisa.
Durante décadas patrimonio de las fuerzas políticas y los sindicatos, la producción de ideales morales se encuentra anclada ahora en la sociedad civil, esa entidad indefinible que parece hecha sólo de virtudes y que contrasta con dos esferas desprestigiadas: el mercado, donde reside el egoísmo, y el Estado, que condensa la corrupción y la inoperancia.
Las ONG funcionan como la expresión más acabada de esta idealización de la sociedad civil, uno de los ejes de la crítica del libro. Sorj recuerda que la proliferación de ONG en los países en desarrollo se produjo en los ’70 y ’80, a partir de la captación de apoyos financieros internacionales que condicionaron desde un primer momento su agenda y sus propósitos. “Los objetivos de las ONG, por ejemplo los relacionados con el medio ambiente o las políticas de control de la natalidad, expresan preocupaciones definidas en los países centrales, de donde provienen los recursos que las sostienen”, explica.
Provistas de recursos económicos y prestigio social, las ONG presentan –sostiene Sorj– tres grandes desafíos para la dinámica democrática. El primero es la desresponsabilización del Estado y la asunción por parte de las ONG del control de los servicios sociales que deberían gestionar las instituciones públicas. El riesgo –argumenta el autor– es que el paso al costado del Estado aumente la heterogeneidad y la distancia al interior de los sectores más pobres, ya que, en la mayoría de los casos, las ONG no apuntan a políticas universales sino que actúan puntualmente, concentrándose en las áreas en las que hay liderazgos locales emprendedores o una presencia fuerte de los medios de comunicación.
Otro de los problemas generados por las ONG es el de la legitimidad, ya que su representatividad no se apoya en la sumatoria de voluntades ciudadanas –como sucede con los partidos políticos– sino en la apelación a un ethos moral y en la supuesta superioridad de las causas que defienden. “¿Cuál es el fundamento de legitimidad de una ONG y no de otra para representar una causa en los foros internacionales?”, se pregunta Sorj. Y asegura que, con su apelación a valores morales absolutos, las ONG tienden a reproducir los peores vicios de las antiguas organizaciones vanguardistas.
En suma, aunque reconoce su importancia para renovar y difundir los valores democráticos, Sorj subraya el riesgo de que las ONG reemplacen al Estado en muchas de sus funciones, uno de los fragmentos más interesantes de un libro que critica también la idealización de la sociedad civil, la idea de “capital social” difundida por los organismos internacionales y los consejos del Banco Mundial.
Con argumentaciones claras y ejemplos que remiten a la realidad latinoamericana, Sorj pone un foco luminoso y ponderado sobre una de las grandes paradojas políticas de hoy: la distancia entre un Estado confinado a la mera administración de la cosa pública y la emergencia de utopías difíciles de compartir con la administración pública. Profesor de sociología en la Universidad Federal de Río de Janeiro y autor de varios libros, Sorj ha escrito, como sostiene Guillermo O’Donnell en el prólogo, un libro “refrescante”, cuyo mayor mérito es quizá la decisión de romperla tibia mirada de lo políticamente correcto para meterse sin piedad con algunos de los iconos de la conciencia moral globalizada.