EL PAíS › COMO EL KASHMIR PUEDE TERMINAR EN UNA GUERRA ATOMICA
Los dulces y los teléfonos
Indios y paquistaníes toman té con dulces una vez por mes en la Línea de Control del Kashmir como forma de control mutuo. Pero ambas potencias nucleares carecen de lo único que puede evitar un desastre: un teléfono rojo.
Por Angeles Espinosa *
Desde Kashmir
En medio de la actual guerra de palabras entre India y Pakistán, resulta difícil imaginar a los soldados indios del puesto de Uri y a los paquistaníes del de Chakoti tomando té con pasteles en la Línea de Control. Sin embargo, el ritual, que en épocas de menor tensión repetían cada mes, aseguraba la existencia de un “teléfono rojo” para evitar malentendidos. Hoy muchos observadores dudan de que funcione, no ya en ese punto fronterizo que separa el río Jhelum, donde los hombres de uno y otro lado se vigilan con desconfianza, sino al más alto nivel, el que evitaría un error nuclear.
“Tenemos una llamada línea caliente, pero nunca la usamos”, confesaba el general Mohamed Yaqub a este diario el pasado octubre en el cuartel de Al Raad (Chakoti), en el lado paquistaní de la Línea de Control. Había pasado casi un año desde el último intercambio de disparos. “Una vez al mes, nos reunimos (con los indios) en el puente para comprobar que la línea está en buenas condiciones y tomamos una taza de té con unos dulces”, explicaba el responsable de la Primera Brigada de Kashmir Libre, como los paquistaníes denominan a la parte de Kashmir bajo su jurisdicción.
El militar paquistaní no conoce personalmente a su contraparte indio, el general al mando en Uri. “No viene a la Línea –manifestaba en referencia a la frontera de facto desde 1949–, los encuentros se producen entre capitanes o coroneles.” Más allá de las cortesías, los soldados hablan de películas, una de las pasiones del subcontinente. “Nada de política. Somos un ejército profesional”, insistía el general Yacub. Pero esa profesionalidad no le impedía defender la postura oficial de su país respecto de los militantes kashmiris que se infiltran en el lado indio. “Nuestro gobierno les facilita apoyo moral y político. Eso es todo”, subrayaba durante la visita al puesto avanzado sobre el río. Al otro lado del Jhelum, los soldados indios nos observaban con sus prismáticos. A la derecha, el puente de madera al que ahora hace días que no se acercan ni unos ni otros.
Al Jhelum se le une el Nalum unos kilómetros más abajo, en Muzzafarabad, la capital del Kashmir paquistaní. Su confluencia está enmarcada por hermosas montañas cubiertas de vegetación. Pero el paisaje bucólico y apacible de Kashmir engaña. Incluso en momentos de menor tensión, esta disputada región del Himalaya concentra la mayor proporción de tropas por habitante del mundo. Ya antes de esta crisis, un millón de soldados (700.000 indios y 300.000 paquistaníes) se hallaban desplegados a ambos lados de la Línea de Control. El antiguo principado de Kashmir tiene hoy 13 millones de habitantes.
La escalada verbal de los últimos días ha hecho temer que de los intercambios de disparos esporádicos a lo largo de la Línea de Control se pase a una guerra nuclear. Tal como recordaba esta semana The Economist, India y Pakistán carecen de las salvaguardas que evitaron un error entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría, el famoso teléfono rojo. Más grave aún, algunos analistas señalan que ni indios ni paquistaníes conocen con claridad qué clase de acciones pueden provocar la respuesta nuclear del otro.
El botón nuclear indio está en manos del poder civil. Sólo el primer ministro, Atal Behari Vajpayee, puede dar la orden de iniciar un ataque de esa envergadura. Sin embargo, del lado paquistaní, se impone la cadena de mando militar tal como quedó demostrado durante la crisis de Kargil, en 1999. En esas circunstancias, no sorprende que James Manor, del Centro Internacional Woodrow Wilson, tema que “un comandante aislado pueda lanzar un misil nuclear en medio del caos de la batalla”, en especial si, como reconocen algunos oficiales paquistaníes, la superioridad aérea india lo dejara incomunicado.
El general Yaqub se quejaba en octubre de la falta de interés de la comunidad internacional hacia la situación en Cachemira. “Cuando se produce algún muerto en Medio Oriente, aparece en los titulares de todo el mundo. Sin embargo, docenas de kashmiríes mueren cada día y no le interesa a nadie”. Ahora Kashmir ha saltado a las primeras páginas, pero la solución no parece estar más cerca.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.