EL PAíS › MUNDIAL Y CRISIS POLITICA
¿Pan y circo?
Algunos fantasean que le ganará tiempo al Gobierno, unas semanas con todos pensando –al fin– en otra cosa. A otros no les importa, o creen que de todos modos el poder político es tan débil que ni un Mundial le da aire. Página/12 consultó a sociólogos y politólogos para ver qué rol juega el fútbol en el contexto de la crisis política.
”El Mundial va a tener poca influencia en el destino del Gobierno.” “Soy más bien escéptico sobre las posibles consecuencias que tenga sobre el humor social.” “No veo una operación política como la que hizo la dictadura.” “Creo que el campeonato puede crear una pequeña distensión social.” Atilio Boron, Emilio de Ipola, Beatriz Sarlo y Ernesto López, respectivamente, coinciden en que ni siquiera el entusiasmo mundialista hará olvidar los problemas del país. Pero, como señala Sarlo, “la gente tiene derecho a distraerse”.
“Sólo en la mejor de las hipótesis, que Argentina salga campeón, la euforia duraría una semana”, arriesga Boron, “para que luego la gente vuelva a enfrentar la gran cantidad de problemas cotidianos. Creo que pensar que el Mundial va a ser el ‘opio de los pueblos’ es subestimar el grado de madurez y conciencia de la gente. La experiencia de países como Brasil implica un ejemplo en este sentido: a pesar de que se ganan torneos y competencias deportivas, la gente vuelve a manifestarse y a movilizarse. En el caso argentino, el Mundial no va a significar un cambio importante, y si la Selección no gana, puede haber un ‘efecto boomerang’ porque se juntaría la rabia de la situación en la que se encuentra el país con la frustración de no obtener el título. Aunque tampoco me parece que pueda ser el detonante de violencia social”.
Emilio de Ipola sabe que el Mundial “despierta un interés en la población, pero los campeonatos locales también lo hacen, y en algunos casos de forma considerable. El efecto apaciguador lo podría tener si se ganara el campeonato, aunque de una forma bastante superficial. Si fuera eliminado, no tendría ese efecto, pero tampoco provocaría grandes consecuencias. O sea que pienso que habría un efecto limitado en cualquiera de los dos casos. En general se sobreestiman las consecuencias en este tipo de eventos, en primer lugar porque a mucha gente no le interesa demasiado, y en segundo porque a los que les interesa puede provocarles ciertas alegrías, que duran poco en momentos complicados como los que estamos viviendo. En sociedades como la nuestra, que pueden pensarse a sí mismas, hay menos posibilidades de que un Mundial tenga la capacidad de provocar alteraciones profundas. La gente, por ejemplo, ya sabe que los medios sobredimensionan la importancia de estos eventos”.
Beatriz Sarlo afirma que “el fútbol es, en casi todos los lugares del mundo, un centro magnético que revive identidades nacionales que parecen adormecidas, en consecuencia ningún gobierno podría inventar un escenario diferente del que está montado. Lo que se puede decir es que el escenario nacional deportivo en la Argentina está atravesado por el espectro de la miseria. La gente tiene derecho a distraerse, en el sentido de pasar breves horas en un tiempo mejor al que vive. En este sentido pienso que este Mundial es diferente del ‘78, porque éste se había convertido en una operación de la dictadura que logró, en una foto que quedará para la historia de la vergüenza, compartir el plano con los 11 que vestían la camiseta argentina y besaban la Copa. Personalmente no veo una operación del Gobierno similar a la siniestra de la dictadura. Por supuesto, todo gobierno en dificultades va a tratar de potenciar al máximo el aspecto distractivo de la identidad nacional futbolera. Pero no tengamos fantasías. Este Gobierno puede hacer muy poco de lo que quiere y lograr muy pocos de los efectos que se puedan llegar a plantear. Para tener capacidad manipuladora hay que tener en primer lugar poder. Frente a la alegría que produce una victoria de fútbol es imbécil tener una posición moralista”.
Ernesto López, por su parte, ve una posibilidad de que la tensión afloje un poco gracias al deporte. “En el caso de que nos vaya bien ayudaría a convivir mejor, un pequeño bálsamo, una aspirina. Pensándolo del otro lado, si nos fuera mal, si la Argentina no clasificara a la segunda ronda, seguiríamos pasando por la misma situación de crisis, pero la gentetendría un mal humor agregado, la sensación de no tener un escape, estaríamos en un clima más amargo. En el caso de que sea un bálsamo o un mal humor agregado, el campeonato no va a cambiar nada importante en nuestro país. La concepción de que el Mundial hace olvidar ciertas cosas, de que sustituye ciertas carencias, es inviable. Lo que tenga que pasar en cuanto a movilización social va a pasar con o sin Mundial. El deporte agrega un poco de buen o mal humor, según como te vaya, pero nada más.”
Investigación: Alejandro Gaggero y Gimena Fuertes.