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Binstock, secretario de Derechos Humanos de Solá

 Por Martín Piqué

El sociólogo Edgardo Binstock asumirá el viernes como nuevo secretario de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires. Binstock, a quien amigos, compañeros y conocidos llaman Edy, es un conocido militante del peronismo –en los ’70 fue miembro de Montoneros– que desde el retorno de la democracia se comprometió con la problemática de los derechos humanos. En su decisión pesó el terrorismo de Estado, que lo golpeó en los afectos más queridos. Su hermano menor, Guillermo Daniel, fue secuestrado el 20 de agosto de 1976. El 12 de marzo de 1980, el Ejército secuestró a su esposa, Mónica Pinus, en Río de Janeiro, en otra muestra de la coordinación represiva del Plan Cóndor. Con el retorno de la democracia, Binstock terminó sus estudios, se volvió a casar, vio crecer a sus hijos y creó una ONG para trabajar por la recuperación de la memoria. Según sus propias palabras, el objetivo de su gestión será “vincular la tradición histórica de los derechos humanos con la problemática social”.
Binstock está vinculado con los organismos de derechos humanos desde hace mucho tiempo. Su madre, Mina Feuer de Binstock, ya fallecida, fue una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. Mina conoció a Azucena Villaflor y a las pioneras de las rondas en la plaza. Buscaba el paradero de su hijo Guillermo, que había sido secuestrado en un operativo más vasto que incluyó otras detenciones, como la de su mejor amigo, Marcelo Gelman. La madre de Binstock se salvó de estar presente el día en que la Armada secuestró a varias Madres en la Iglesia de la Santa Cruz. “Mi vieja fue de las 20 Madres fundadoras. Y mi viejo, a pesar de no ser abogado, estaba cerca del CELS. Vivían en Palermo, cerca de lo de Mignone”, recuerda.
Por esa época, Binstock estaba clandestino y veía poco a su familia. La situación empeoró tanto que en enero de 1979 decidió irse a México con su mujer y sus dos hijos. Tras pasar unos meses en el Distrito Federal, viajaron a Cuba. Allí decidieron participar de la trágica “contraofensiva”, para lo cual debían regresar a la Argentina a través de Brasil. Binstock viajó primero y esperó en Río a su esposa. Ella nunca llegó. Fue secuestrada junto con Horacio Campiglia, miembro de la conducción nacional de Montoneros. El Ejército argentino había pedido permiso a sus pares brasileños. El operativo fue informado al Departamento de Estado por un oficial de la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires. Los años han pasado desde entonces. En diálogo con Página/12, Binstock reconoce el peso de su biografía personal, pero parece no querer quedarse en eso. Enseguida aclara cuáles son los objetivos de su gestión. “El tema de los derechos humanos tiene una vinculación con mi historia. Pero también lo retomo desde mi identidad política. Como decía Evita, ‘donde hay una necesidad hay un derecho’. La principal violación a los derechos humanos hoy es la exclusión social”, asegura.
–¿Cuál será el tema más complejo de su gestión? La problemática de las cárceles y de los jóvenes marginados es muy grave en la provincia.
–El conflicto que existe entre seguridad y derechos humanos tiene su raíz en una extendida pobreza y exclusión social que hay en nuestra patria. Aunque el presidente Kirchner y el gobernador Solá están cambiando lentamente esa realidad tan dura. Un elemento central es darle una fuerte vinculación al área con los problemas de la juventud. Tenemos que trabajar en la construcción de derechos como un esfuerzo de lucha cotidiana: que la juventud encuentre horizontes de futuro. Por ejemplo, para luchar contra el paco o la pasta base tenemos que retomar la cultura del trabajo, organizar a los jóvenes que no ven un futuro para sí mismos. Uno de los pilares de nuestra gestión va a ser el trabajo con los jóvenes.
–¿Cómo vio la impugnación del diploma de diputado de Luis Patti?
–Acompañamos el repudio a Pa-tti emprendido por los organismos de derechos humanos y gran parte de la sociedad argentina. El año que viene se cumplen 30 años del golpe militar. Esa fecha tiene que significar una profunda reafirmación de la cultura democrática y el repudio al terrorismo de Estado junto con el avance hacia una sociedad más integrada y justa.
La asunción de Binstock tiene lecturas políticas. Además de una revancha de la historia, si se quiere, su llegada también es un guiño para los sectores transversales del kirchnerismo. Binstock, un dirigente del Frente para la Victoria de Morón, es miembro del Movimiento Evita. El dirigente más conocido de esa organización, Emilio Pérsico, ingresará al gobierno bonaerense como asesor político, probablemente como vicejefe de Gabinete. Y otro miembro del Movimiento Evita, Gildo Onorato, tiene casi asegurado su desembarco en la Dirección de Juventud de la gobernación.

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