EL PAíS
Fanchiotti dijo que preferiría estar en el lugar de Kosteki y Santillán
El principal acusado por el crimen habló durante más de una hora en el juicio oral. Reiteró su inocencia y se colocó en el papel de chivo expiatorio. Habrá una audiencia el 4 de enero.
Por Laura Vales
Las declaraciones del comisario Alfredo Fanchiotti siempre tienen un detalle que da la nota. Pero nadie esperaba escuchar lo que dijo ayer, en sus últimas palabras antes de la sentencia, cuando tras declararse inocente se comparó con las víctimas de la represión que él mismo encabezó. “El 26 de junio del 2002 terminaron con la carrera y la vida de una persona”, les dijo a los jueces. “Llevo tres años y medio preso y a esta altura preferiría estar en el lugar de Santillán y Kosteki. Yo no maté, a mí se me utilizó, fui el nominado de ese día. Tenía que haber una jerarquía y me echaron la culpa.”
Vestido de traje y corbata, Fanchiotti le habló al tribunal en un tono distante, desapegado, como si estuviera repasando cosas vividas por otro y no por él o como si fuera un perito en lugar del principal acusado. Se definió como un profesional, “un hombre que en el momento de los hechos tenía 46 años y ya era un oficial superior en condiciones de ser ascendido al anteúltimo escalafón” de la Policía Bonaerense. Dijo que por eso, porque conoce sobre el funcionamiento de las armas, su costumbre era llevar la escopeta descargada. Que no disparó contra Maximiliano Kosteki, a quien vio por primera vez cuando ya estaba herido, tirado sobre las baldosas de la estación de trenes de Avellaneda, donde lo asistía Darío Santillán. “Todavía estaba con vida y lo que yo quería era conseguirle los medios para enviarlo al hospital”, aseguró.
Fanchiotti no podría negar que en la represión se usaron postas de plomo, con dos muertos y 33 baleados, pero niega todo lo demás, incluso lo que se ve en los videos y fotos del operativo. Una filmación lo muestra apuntando a Kosteki segundos después de que fuera herido: “Lejos estoy de haber sido el autor del disparo que lo mató. La humareda (que sale de su arma) proviene de atrás, no de mi escopeta. Todas las escopetas están preparadas para disimular el disparo”, dijo ayer. Otra imagen lo muestra juntando una vaina roja, del piso: “Lo que estoy levantando es en realidad un pedazo de planchuela de hierro, de tres centímetros por uno, que puse en mi mano y de inmediato solté”.
En la sala de audiencias casi todos los asistentes eran desocupados y militantes. Acompañando a los policías estaba solamente Norma Acosta, la madre del cabo Alejandro Acosta, coacusado junto a Fanchiotti. Como sucede desde el primer día, el comisario y él se echaron la culpa mutuamente. El chofer sostiene que después del choque entre manifestantes y policías, Fanchiotti, con el cuello marcado por el golpe de una piquetera, le ordenó abrir el patrullero para sacar balas de plomo. “A estos negros hay que matarlos a todos”, sostiene que le dijo Fanchiotti. El comisario usó sus últimas palabras para desmentirlo. “Acosta quiere deslindarse de todo”, se quejó. Y buscó inculpar a su chofer por usar postas de guerra contra los manifestantes.
“En las imágenes se lo ve disparando un tiro que entró por la ventana de la estación de Avellaneda y pegó en el techo. Los fiscales establecieron que era un cartucho de guerra”, dijo en el párrafo más directo contra su subordinado. Los gritos de la madre de Acosta lo interrumpieron. Irritada, la mujer siguió insultándolo hasta que la Gendarmería la sacó de la sala.
Las últimas palabras de Fanchiotti incluyeron también a sus superiores. “(Félix) Vega (el jefe de la Departamental) prefirió quedarse mirando por televisión los incidentes. No tiene excusas. El participó de una reunión previa a la cual no fui invitado. Desconozco qué información de inteligencia se manejó ahí.” Fanchiotti le tiene a Vega un especial resentimiento porque Vega debió estar aquel día al frente del operativo, pero le traspasó la tarea a él.
Finalmente denunció que el comisario Mario Mijín, “un hombre apadrinado por Carlos Ruckauf, orientó la investigación en los primeros días y terminó suicidado. No me parece una casualidad, como tampoco que también se suicidara Gustavo Miskas (un empleado de un locutorio en la estación de trenes que fue testigo del asesinato de Santillán), ni que el señor Coco, del puesto de diarios (también testigo), esté internado en un neuropsiquiátrico”.
El comisario se mostró seguro de que va a ser encontrado culpable. “Es evidente. Ya tengo una condena social y mediática”, se lamentó en el cierre de su intervención. Fue recién entonces, en el último minuto, cuando se lo notó levemente abatido. Hasta entonces, durante la hora larga que había hablado sin parar, había parecido casi un querellante más.
El tribunal fijó una nueva audiencia para el 4 de enero, para que terminen de hablar los acusados (ver aparte). Aunque no hay fecha para la sentencia, es muy probable que se conozca el 9 de enero, ya que la ley establece un plazo de cinco días tras la última audiencia.