EL PAíS › OPINION
Propiedad privada
Por Sandra Russo
Con la aparente sequedad que pretende brindar la descripción inalterada de los hechos, la tapa de La Nación del jueves resume, como es inevitable y saben quienes hayan cursado un trimestre de Comunicación, la posición ideológica en la que se asienta cada palabra, cada coma, cada punto, cada epígrafe. Todos los medios miran la realidad desde algún ángulo, pero algunos hacen la pantomima de contar asépticamente los hechos. El título principal reza: “Dos muertos al enfrentarse piqueteros con la policía”. Su subtítulo amplía: “Grupos radicalizados de izquierda destrozaron negocios y quemaron autos y colectivos”. El propio Gobierno anuncia, en otra nota de la misma portada, que llevará adelante una investigación que al parecer, a juzgar por la categórica cobertura del diario conservador, es innecesaria: fueron los piqueteros los que se enfrentaron con la policía, la sintaxis elegida descarta hasta la misma lógica de cualquier enfrentamiento y que supone a unos frente a otros; la policía afirma, dice la nota, que “no usó balas de plomo”, con lo cual se da por descontado que si la policía “dice” que no las usó, las usaron los manifestantes; los piqueteros pertenecían a “grupos radicalizados de izquierda”, y cuando se habla de “infiltrados” se da por sentado que pertenecen a esos grupos, como si no fuera ni siquiera digna de mención la posibilidad de que, si hubo infiltrados, pertenezcan a grupos de una orientación política opuesta, como si los ultramontanos, los servicios y los locos sueltos o asociados ilícitamente que andan, por ejemplo, tajeando a estudiantes secundarios, no tuvieran nada que ganar en el río revuelto de la sangre.
El goteo del discurso autoritario que una vez más vuelve esquizofrénicos a los liberales autóctonos hace ruido desde hace meses. Defienden la libertad de trabajar (por eso cargan contra los piquetes, porque “impiden la libertad de ir a trabajar”), pero no la de trabajar de los que no tienen trabajo (¿O por qué creen que hay piquetes?). Defienden la libertad de circular, pero no el derecho a comer, educarse y curarse de millones. Les molestan los pobres, les molesta que se organicen, se irritan con pobres politizados, se erizan con el activismo de los pobres. Macri armando equipos de trabajo les parece bien, que los empresarios se politicen les parece re-bien, pero los desocupados pensando juntos otro país les revuelven las tripas. Hablan de los piqueteros como si de una subespecie humana se tratara, hablan de los cortes de rutas y de puentes como de algo inexcusable, mientras sí es excusable la muerte. Hubo quienes ayer hablaron más de los vidrios de los comercios rotos que de las muertes de los dos chicos piqueteros. Pasan por alto que la vida también es una propiedad privada.