EL PAíS › MIGUEL ANGEL TOMA ASUMIO COMO JEFE DE LA SIDE
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Tras sucesivos papelones Soria fue eyectado. Lo sucede un dirigente que ha sabido sobrevivir a todos los cambios políticos. Fue renovador, menemista, duhaldista. Pero siempre oficialista.
El siempre dispuesto Miguel Angel Toma asumió ayer al frente de la SIDE en reemplazo de Carlos Soria, quien debió apartarse luego de haber acumulado un verdadero record de desaciertos en apenas unos meses. Toma fue puesto en funciones por el presidente Eduardo Duhalde en una ceremonia de la que participaron algunos personajes que hacía rato no pisaban la Rosada como los ex funcionarios menemistas Alberto Kohan y Jorge Domínguez. Si hay alguien que no se puede hacer el distraído con el “que se vayan todos” es Toma: con lo de ayer ya acumula 14 años como diputado, y cargos como funcionario de Carlos Menem, Duhalde y hasta de los pocos días que duraron Ramón Puerta y Adolfo Rodríguez Saá.
Toma se hizo íntimo de José Luis Manzano en los albores del retorno democrático, cuando eran las cabezas visibles de la camada de diputados jóvenes que venían a renovar al peronismo. Desde ahí, cada cargo que asumió Toma fue visto como una avanzada del “manzanismo”, un grupo que desde hace años no funciona a la luz pública pero que siempre se mantiene cerca del poder. Toma nunca renegó de su amistad con Manzano –”Un transgresor, un talento. Golpeó intereses muy fuertes y no se lo perdonan”, dijo alguna vez–, ni de la de Carlos Grosso –”Defendible ciento por ciento”, sostuvo–, a quien conoce desde la década del 70. Grosso y Toma salieron de los Comandos Tecnológicos que piloteaba Julián Licastro.
Pero si Toma no cambia de amigos lo que sí varía es su ideología. Cuando comenzó como diputado en el ‘85 esgrimía un discurso “progre” que fue mutando hacia la derecha hasta llegar a coquetear con lo ultramontano a fines de los 90. Ahora que la política de mano dura demostró su ineficacia, Toma se moderó un poco, aunque mantiene su fascinación por todo lo norteamericano. Así, fue un gran defensor del envío de tropas argentinas a la Guerra del Golfo.
Desde joven se especializó en todo lo relativo a seguridad e inteligencia, lo que le valió convertirse en palabra autorizada del PJ cada vez que debía discutirse sobre esos temas. Hasta que Carlos Menem lo convocó para la Secretaría de Seguridad Interior, el alineamiento de Toma en la interna nunca estuvo muy claro. Fue menemista recién después de que el ex presidente le ganó la interna a Antonio Cafiero en el ‘88 y le duró hasta el ‘97, cuando Menem apoyó a Daniel Scioli en el distrito porteño. “Siempre fui duhaldista”, dijo Toma, que luego perdió contra el motonauta. Ya funcionario de Menem, se convirtió en adalid de la mano dura. En algún momento acusó a los “pseudoprogresistas” y a los medios por el aumento de la violencia. “Hay un bombardeo mediático brutal y constante que transmite conductas tendientes al consumismo, la frivolidad, la violencia, el individualismo, la procacidad y la inmoralidad”, opinó. Pero una de sus grandes cruzadas fue contra el Código de Convivencia Urbana de la ciudad, “un mamarracho” que “le quitó herramientas a la policía”.
Entre las críticas que en el entorno duhaldista le hacen a Soria de su paso por la SIDE está la de no saber diferenciar el “pescado podrido” de la verdadera información que recibía. Entre lo que olía mal a la legua estuvo aquella versión de que los piqueteros del norte del país estaban siendo entrenados por las FARC colombianas. A eso, Toma adhirió con alegría. “Hay presunciones firmes”, sostuvo en marzo pasado. Tal vez ahora su amigo Hugo Anzorreguy pueda asesorarlo mejor sobre a qué información debe darle crédito.
Con 52 años, Toma está casado por segunda vez con Patricia Azura y tiene dos hijos. Azura es hija de un dirigente conservador mendocino y ahijada del empresario Jorge Antonio. Más de una vez, Toma justificó su buen pasar económico en la fortuna familiar de su mujer y en lo bien que marchaban sus proyectos empresariales. Su abogado en el trámite de divorcio fue el hoy juez federal Jorge Urso. Luego de la separación de Toma, Urso fue funcionario de la Municipalidad en tiempos de Grosso y miembro fiscalizador de una interna del PJ porteño. De su mano Urso llegó en el ‘93 a la Justicia Federal. Ocho años después, el juez metió preso a Menemen la causa por la venta de armas lo que le valió a Toma más de un disgusto. “No me da bolilla”, le respondía a los menemistas que lo llamaban para pedirle explicaciones. Algunos le creyeron.