EL PAíS › DUHALDE INTENTA DIGITAR LA SUCESION

La ilusión rosista

En vez de festejar el anunciado fin de la recesión, Duhalde advirtió que el país estaba al borde del derrumbe, una semana después de adelantar las elecciones porque todo iba bien. La decisión de Reutemann de excluirse no modifica la de Rodríguez Saá de ir por afuera del justicialismo. De este modo podría haber cuatro fórmulas con votaciones de dos dígitos pero inferiores al 40 por ciento que permitirían ganar por la vía rápida. Se repetiría así el esquema boliviano, en un país que ni siquiera en el fondo del barranco deja de soñar con Europa o Estados Unidos. La desaparición de la Argentina según Lyndon LaRouche, un infiltrado fascista en los emails de la izquierda.

 Por Horacio Verbitsky

Pocas cosas impresionan más que la seguridad sobradora del tono con que el senador Eduardo Duhalde anuncia aquello que nunca ocurrirá, con la suficiencia de quien percibe con la fuerza de la evidencia aquello que los pobres mortales ni siquiera sospechan. Cualquiera puede equivocarse sobre todo en un momento tan complejo. Pero hay formas y formas del error. Es una experiencia ilustrativa volver a ver y a oír de qué modo convocó en marzo a una fiesta para el 9 de julio, cuando de acuerdo a sus palabras debía celebrarse junto con el día de la Independencia el fin de la recesión. “No quieren creer, pero ya van a ver”, dijo con una sonrisa inolvidable. Se ha visto, esta semana.
Dos martes
Tampoco es posible ignorar la liviandad con que el ex intendente de Lomas de Zamora sobrevuela las contradicciones de su propio discurso. El martes 2 anunció que adelantaba las elecciones porque todo estaba funcionando bien. El martes 9 dijo que el país estaba al borde del derrumbe. Lo único más o menos significativo que sucedió entre ambos martes fue que Duhalde decidió postular como su candidato en las elecciones presidenciales a Carlos Reutemann y que el gobernador de Santa Fe no aceptó ese abrazo del oso, cosa bien previsible por cierto. Mientras Duhalde lo esperaba en Tucumán, Reutemann se reunía en Buenos Aires con Mauricio Macri, quien esta noche anunciará su ingreso al ruedo, por dentro o por fuera del justicialismo.
Curiosa metamorfosis la del ex corredor de carreras de autos: de figurar con medianas chances en los sondeos de opinión pública pasó a ser descripto como un timorato indeciso que postergaba la definición, cuando Duhalde intentó ungirlo y no respondía. Bastó que desistiera para que se desatara una inconsistente adoración hacia el incomparable candidato al que nadie hubiera podido vencer y al mismo tiempo único estadista capaz de rescatar al país de la ruina. En favor de Reutemann debe alegarse que no tuvo responsabilidad alguna en el equívoco, alimentado en partes por la desesperación de Duhalde, por las simplificaciones de los medios y la avidez social por encontrar algo que merezca una esperanza.
El derrumbe
Lo que se derrumba parece ser la patética administración duhaldista, si se permite semejante licencia del lenguaje. Como dijo el nuevo líder de las clases medias defraudadas en su creencia en la santidad de los contratos, Nito Artaza, “Duhalde dice que recibió un campo minado. Pero las pisó a todas”. No sólo Reutemann lo dejó plantado en Tucumán. Tampoco asistieron los gobernadores de Córdoba y Buenos Aires, José De la Sota y Felipe Solá, con quienes Duhalde contaba. Sólo lo acompañó Julio Miranda, porque como dueño de casa no podía evitarlo. Aun así, Duhalde sigue tratando de digitar su sucesión. Más allá del ridículo personal en que así se sume, esto revela un modo agotado de funcionamiento de las instituciones políticas. La ilusión rosista de Duhalde no responde a ningún hecho comprobable de la realidad contemporánea. Ni el tremendo peso electoral de la provincia de Buenos Aires en el padrón nacional habilita a quien la gobernó en el pasado a convertirse en el gran elector presidencial. Duhalde parece no recordar la experiencia de quien lo precedió en la Casa de Gobierno platense, Antonio Cafiero. En el apogeo de su poder, fue batido en una elección interna por el gobernador de una pequeña provincia andina. Es curioso que Duhalde lo haya olvidado, porque fue su deserción de las filas cafieristas la que le permitió a Carlos Menem hacer pie en Buenos Aires y vencer al gobernador en ejercicio. Tampoco tiene muy en cuenta su propia historia. En 1997, al cabo de seis años de gobierno con la billetera del fondo del conurbano llena, Duhalde se convirtió en lo que él mismo definió como “el padre de la derrota”, frente a la incipiente Alianza. Hoy todo es peor.
Siempre de temporada
Mañana lunes, un grupo de ONGs especializadas en la batalla por la transparencia se presentarán ante la justicia para pedir que se investiguen las cosas espantosas que habría visto Reutemann. Entre los escasos residuos sólidos de su discurso alcanzó a oírse una referencia al financiamiento de las campañas, tema que remite al núcleo duro, siempre pendiente, de la reforma política. Cuando se discute acerca de la reforma, De la Sota afirma que él ya la hizo en Córdoba. Eso sólo es cierto si se confunde reforma con reducción del gasto en sueldos de funcionarios, que siempre son una porción minúscula de la cuenta que recae sobre la sociedad. Córdoba tuvo su reforma constitucional, por la cual caducaron los mandatos y el número de legisladores se redujo a la mitad. Hace diez días, el radicalismo y el sindicato de Luz y Fuerza denunciaron al fiscal de Estado y hombre de confianza personal de De la Sota, Domingo Carbonetti, por transacciones bancarias que, de confirmarse, serían mucho más gravosas.
En 1999 De la Sota exigió por decreto que para ocuparse de las intimaciones y ejecuciones a los deudores morosos de la Dirección Provincial de Rentas los procuradores fiscales debían constituir una inalcanzable garantía hipotecaria. De este modo concentró esa tarea en el fiscal de Estado. Interpelado en la Legislatura cordobesa, Carbonetti dijo que lo había hecho para impedir que prescribieran las causas y que no había cobrado por ello. Sin embargo, a los deudores que acudieron a pagar se les descontaron los honorarios del abogado de la provincia, que se depositaron en una cuenta a nombre de Carbonetti. El total de sus honorarios superaría los 25 millones. A fines del año pasado la auditoría del Banco de Córdoba había detectado tres plazos fijos a nombre de Carbonetti por 20 millones de pesos en la sucursal Bell Ville, la ciudad donde nació Carbonetti. A los auditores les llamó la atención que esos plazos fijos, que generaban un interés mensual de 300 mil pesos, se renovaran en diferentes sucursales de la provincia. Los fondos se movían dentro del banco sin justificación. El gerente de la sucursal Bell Ville, Ramón Héctor Vivanco, ya había sido suspendido en 1999, por otorgar un crédito a Carbonetti por encima de sus atribuciones, y otro a sí mismo. Carbonetti había recibido créditos por 194.000 pesos o dólares y Vivanco disculpaba sus retrasos en el pago de las cuotas “en virtud del cargo público que se encuentra ejerciendo, lo que lo obliga a mantenerse alejado a veces por varios días de nuestra ciudad” (sic), luego de lo cual fue ascendido a subgerente general del banco. Otros plazos fijos a nombre del fiscal de Estado vencieron en diciembre de 2000 en la sucursal Centro, y sus 19 millones fueron debitados de la cuenta. ¿Este es el tipo de cosas que Reutemann vio y sobre las que prefiere no hablar?
Espejos
A lo largo de su historia, la Argentina no ha elegido cualquier espejo para mirarse. De Estados Unidos importó la Constitución de 1853, de Europa las manufacturas industriales y las modas que las clases dominantes consumían cuando la recién organizada República del sur se insertó como exportadora de granos y luego también carne en el mercado mundial. Esa pasión no se atenuó ni siquiera con la dictadura militar y la consiguiente terrible constancia de un ineludible destino sudamericano. En 1983, al elegirse un nuevo gobierno por el voto popular, la mirada volvió a posarse en Europa, donde habían vivido su exilio algunos de los intelectuales de la nueva situación. La transición de España a la democracia, el sistema parlamentario francés, la repartija del poder entre los distintos partidos italianos, la veta social de la socialdemocracia alemana eran las referencias que manejaban Raúl Alfonsín y Dante Caputo. En 1989 el nuevo presidente civil Carlos Menem viró hacia los Estados Unidos en procura de orientaciones políticas y económicas y su canciller Guido Di Tella se burló en el CARI de los países vecinos.
Sin embargo, quien quiera reflexionar acerca de la Argentina y sus perspectivas encontrará mayor utilidad en la observación de lo que sucede en Bolivia, que conoció antes el golpismo militar, la hiperinflación y la estabilidad, las privatizaciones y la apertura financiera. El proceso electoral que allí se está desarrollando bien podría repetirse aquí.
Cuatro fórmulas obtuvieron votaciones de dos dígitos, ninguna se acercó siquiera al 51 por ciento requerido para obtener la presidencia en forma directa y entre la más y la menos votada apenas hubo una diferencia de 5 puntos porcentuales. Algunas son la continuidad casi irreconocible de los partidos históricos, como el MNR de la revolución nacionalista de mediados del siglo pasado, hoy dócil agente del consenso de Washington, al estilo del justicialismo argentino. Otras son fuerzas nuevas que representan la irrupción en la escena política de sectores marginados, como el campesinado indígena que votó por Evo Morales. Si Reutemann era un candidato tan extraño al justicialismo que se preocupaba porque no conocía anécdotas de Perón, ¿qué decir del candidato del MNR boliviano, Goni Sánchez de Lozada, que habla mal español porque se crió en Estados Unidos? Sánchez de Lozada fue el ministro de Economía que en la década de 1980 derrotó la hiperinflación y en la de 1990 llegó por primera vez a la presidencia, el camino que Domingo Cavallo quiso y no pudo seguir aquí.
Segunda vuelta
Las candidaturas que por ahora se perfilan sugieren que por primera vez será necesaria una segunda vuelta electoral. Uno de los más íntimos colaboradores de Adolfo Rodríguez Saá dijo que las novedades de la semana no variaban la decisión del puntano: sólo competirá por la candidatura justicialista si recibe las garantías cuya inexistencia señaló Reutemann.
–¿En qué deberían consistir esas garantías?
–Que nos den el 51 por ciento de la Junta Electoral –fue la irónica respuesta. Con Duhalde en el Polideportivo de Olivos, Carlos Menem como presidente del PJ y Reutemann de su Congreso Nacional, Rodríguez Saá se siente excluido y ratifica su decisión de correr con otros colores. El viernes, su hermano y principal consejero, Alberto, inauguró en La Plata el primer local de su partido Unión y Libertad, un gesto inequívoco. Distinta es la situación de Néstor Kirchner. Es improbable que su acuerdo con Aníbal Ibarra y Elisa Carrió para demandar la caducidad de los mandatos pueda derivar en alguna combinación electoral. Desconocido en la escena nacional, a Kirchner le basta con instalarse como potencial candidato futuro, cosa que Rodríguez Saá hizo con su precandidatura en 1999 y con su interinato presidencial de una semana en 2001. Algo similar ocurre en el espectro no peronista, donde Carrió y Luis Zamora no parecen inclinados a unir fuerzas. Esto sugiere que ni ellos, ni Rodríguez Saá ni el candidato que termine por elegir el justicialismo, ya sea De la Sota, Menem o Macri, alcanzarían el 40 por ciento de los votos válidos emitidos, necesario para aspirar a una victoria por la vía rápida. En un país cuya cultura política oscila entre la confrontación salvaje (como la de Menem contra Alfonsín en 1989) o la promiscuidad desvergonzada (como Menem más Alfonsín en 1994), el desafío de celebrar alianzas después de la primera vuelta, cuando ya hayan sido elegidos los nuevos diputados y senadores, suma dificultades a un panorama superavitario de ellas. Una quinta fórmula que aspira a ingresar en la grilla es la de los partidos provinciales, que presentarán al gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch Repsol, y al ex intendente de Rosario bajo la dictadura militar, Alberto Natale, quienes buscan algún acuerdo con el ex ministro de Defensa de Fernando De la Rúa, Ricardo López Murphy.
25 millones de pobres
Aun cuando cada sector lo procese en forma distinta, el proceso electoral se ha abierto para todos y sus plazos pueden acelerarse al ritmo del derrumbe del gobierno interino. Nadie puede sustraerse tampoco de la sensación de irrealidad de prepararse para las elecciones en un contexto social sin precedentes y que sólo tiende a agravarse. La opción oficial, de estabilizar una recesión cada día más profunda para no caer en la hiperinflación, está creando 750.000 nuevos pobres por mes, de modo que podrán ser la inimaginable cifra de 25 millones el 30 de marzo. Los ritos de la democracia representativa se tornan de difícil comprensión y de escaso interés cuando falta la sustancia social que les dé algún sentido vinculado con el bienestar general o el bien común, por decirlo con dos expresiones de distinto origen e idéntica intencionalidad. El 3 de agosto, en procura del sentido perdido, el Frente Nacional contra la Pobreza celebrará un Cabildo Abierto “para discutir la conformación de la herramienta política más eficaz para la lucha democrática que viene, en la construcción de un país más igualitario y con pleno ejercicio de la ciudadanía”. Los documentos preparatorios que han comenzado a circular esta semana proponen organizar la resistencia frente al ajuste y el autoritarismo, el rechazo de lo que llaman “convocatoria electoral restringida y trucha” y la organización de una nueva Consulta Popular sobre cinco ejes: caducidad de todos los cargos ejecutivos y legislativos, remoción de la Corte Suprema de Justicia, shock distributivo para reindustrializar la Argentina y confrontar con la desigualdad, presupuesto participativo para democratizar la gestión pública y la asignación de los recursos y replanteo de la relación con el mundo en base al rechazo al ALCA y la prioridad al Mercosur.

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