EL PAíS › GONZALO CHAVES RELATA UN RAID ASESINO DE LA TRIPLE A EN 1974 QUE LLEVARA A LA JUSTICIA

“La sociedad tiene ganas de empezar a hablar”

El Negro Chaves formó parte de Montoneros. El 7 de agosto de 1974, una banda de la Triple A encabezada por Aníbal Gordon fue a buscarlo a una casa. No lo encontraron pero mataron a su padre y a su hermano. Ahora promete llevar por primera vez la causa a la Justicia. Junto a la entrevista, una nota escrita por el propio Chaves.

 Por Alejandra Dandan

Gonzalo Chaves alguna vez fue parte de la Plaza de los imberbes, aquellos jóvenes montoneros expulsados por Juan Perón en 1973. El 7 de agosto de 1974, un comando de la Triple A entró en la ciudad de La Plata para asesinar a un hermano y a su padre, Horacio Chaves, un suboficial retirado del Ejército que se había levantado para defender a Perón en el ’56 y a esa altura era secretario general del partido peronista de la provincia.

Ese mismo día, el mismo comando de la Triple A mataba en la ciudad de La Plata a otros cinco militantes peronistas. Desde entonces, una comisión de la memoria los recuerda cada año. Ahora, analizan presentarse en la causa judicial.

“La Triple A operó sobre los peronistas –dice Gonzalo Chaves–, y esto hay que decirlo: los peronistas y la izquierda que tenía relación con el peronismo; intentó romper los puentes no solo entre organizaciones, sino entre generaciones.”

Chaves es El Negro Chaves entre sus antiguos compañeros de militancia. Y su historia es como una de esas grandes historias de familia donde muchos se sienten parte.

Cuando se iniciaba el golpe de la Libertadora contra Perón en 1955, su padre estaba retirado del Ejército, pero aún era parte de los suboficiales peronistas. Los hijos nunca lo habían oído hablar de política. Ni siquiera supieron que militaba hasta un año después de la caída de Perón, cuando quedó detenido y a punto de ser fusilado en los levantamientos del 9 de junio de 1956 en la ciudad de La Plata.

“El participó en la revolución del general Valle –explica su hijo–. Se levantó con (el teniente coronel Oscar) Cogorno, que encabezó la resistencia de La Plata. Cogorno fue uno de los tres fusilados de la ciudad, el cuarto iba a ser mi padre: se salvó por una orden de arriba.”

Sus hijos no supieron quién dio la orden. Chaves padre estaba detenido en el Regimiento 7º de Infantería donde más temprano lo visitaron sus hijos para despedirlo. Desde la caída de Perón y mientras el peronismo entraba en la clandestinidad, Chaves había empezado a blanquear su actividad política con su familia. Para sostener a esa familia de ocho hijos, vivía con dos trabajos. Luego del paso por la prisión el Ejército le sacó el grado, el uniforme y el sueldo.

“Tuvimos que salir a trabajar, dejar los estudios y salir a bancarlo”, dice Gonzalo. Los periplos en prisión siguieron adelante como los embates de la vida. Durante los siguiente siete años, el padre de Gonzalo pasó por Olmos, por Magdalena y llegó a Río Gallegos para la época de la fuga de Jorge Antonio, Héctor Cámpora y Guillermo Patricio Kelly. Chaves padre no se fue: estuvo en el grupo de presos peronistas que decidieron no fugarse. “Cada 1º de Mayo o 17 de octubre lo ponían preso de nuevo”, retoma su hijo. “Siempre me acuerdo de un comisario amigo del barrio que cada vez que lo iba a meter preso, antes le mandaba a un pibe corriendo a casa para avisarle: ‘¡Chaves! ¡Chaves! –le decía–, dice el comisario que se vaya que lo van a meter preso.’”

Las largas estadías en prisión no fueron vanas. Gonzalo está convencido de que esos viejos claustros cambiaron profundamente la vida de su padre. Durante esos años le escribió una carta a su hijo mayor que todos aún conservan como tesoro. Esa carta, dice el hijo, da cuenta de lo que era la resistencia peronista: “La gente se formaba en la cárcel, leía, los familiares eran los que lo bancaban, no había organismos de derechos humanos en ese momento y la gente se conocía en la cárcel. Los grupos de la resistencia se conocían así. No había una organización nacional, eso no era así”.

Las cárceles, las visitas y esas viejas historias de resistencias cautivaron también a Gonzalo.

Un día, mientras su padre estaba en la cárcel de Las Heras, Gonzalo lo fue a visitar: “Me vio y me pidió un favor: ‘Llevá este paquete al río de Quilmes –me dijo–. Tomá la dirección. Llevalo y entregalo’. Y bueno, yo fui, pero en el camino no pude con mi genio, y lo abrí”.

En el paquete se encontró con una credencial de la revista Life, falsificada en la cárcel. Cuando se encontró nuevamente con su padre le pidió una explicación. “No preguntés mucho –me dijo–, mirá que acá los presos comunes nos dan una mano muy grande.”

Gonzalo pasó a la acción rápidamente. Como vivía en La Plata, se sitúa como parte de una generación por debajo de los que estaban en la cárcel diezmados por el Conintes. Pero esa generación no era ni diez ni veinte años más grande, sino dos o tres años mayor.

“Algunos estaban presos, otros exiliados en Paraguay –dice–. Nosotros éramos de la generación de la JP, de la generación siguiente. En La Plata empezamos a convocar a los viejos militantes. Se fue armando un grupo que fue creciendo y creciendo y que en los ’70 llegamos a ser un montón”.

De la Juventud Peronista, pasó a la Juventud Trabajadora Peronista y luego a Montoneros hasta la Contraofensiva.

–¿Cómo se desencadenó la persecución de la Triple A? ¿Lo seguían a usted o también a su padre?

–Bueno, nosotros veíamos que la situación después de la muerte de Perón se iba enrareciendo totalmente. Las cosas comenzaron a vislumbrarse con mayor nitidez. Y lo que sucedió en La Plata nos permitió ver una realidad tremenda.

El 7 de agosto se produjo en La Plata un raid de la muerte. Uno de los comandos de la Triple A entró en La Plata manejado aparentemente por Aníbal Gordon.

“Fueron a buscarme a mí –dice Chaves–, a una casa que yo había dejado hacía meses.” Como no lo encontraron, siguieron con sus seres queridos. Hallaron a su padre de 64 años y a su hermano Rolando de 28. Y los mataron inmediatamente. El raid continuó en la casa del Gringo Pierini y antes en la casa de Luis Macón, de la JUP, que apareció tirado en el arroyo El Gato de Punta Lara. Desde entonces, las víctimas dieron vida en La Plata a una Comisión por la Memoria con la que recuerdan cada uno de los aniversarios de las muertes, desde 1973 a esta parte.

–Desde ese momento hasta ahora, ¿alguno intentó investigar la causa judicialmente?

–Yo después de la muerte de mi padre estuve clandestino hasta el año el ‘’83. No, no tenía ninguna posibilidad (de investigarlo). Mi familia quedó aterrorizada. Sé que otras familias, como Pierini, lo hicieron. Lucha Pierini reconoció con fotografías a los que mataron a su esposo.

–¿Por qué Aníbal Gordon estaba en La Plata? ¿Era una comisión especial?

–No. Había comandos dispersos en todo el país, a veces firmaban, a veces no. Todo lo que siguió en cuando a organización se hizo con el tiempo, en sus inicios fueron como bandas separadas.

–Cuando volvió del exilio, ¿con su familia no se volvió a hablar de esto?

–No. No había posibilidades porque cuando vino el Nunca Más tampoco estaba considerado, tanto es así que para lograr las indemnizaciones de los muertos, el Congreso estuvo cuatro años hasta que las sancionó. Yo no estoy sacándole los méritos al Nunca Más porque fue uno de los triunfos de la democracia, pero creo que fue una memoria sesgada. La correlación de fuerzas no daban más que para eso, para juzgar del 24 de marzo en adelante.

–¿Que impresión le causó la reapertura de la causa?

–Me deja contento.

–¿Confía en la Justicia?

–No es que confío en la Justicia, sino en nuestra sociedad que tiene ganas de empezar a hablar. Y bueno hay cosas que nosotros decíamos en soledad mucho tiempo antes y ahora son públicas como eso de que el terrorismo de Estado no había comenzado en 1976.

Gonzalo Chaves ahora escribió un libro, sobre el bombardeo del ‘55 a la Plaza de Mayo. Es secretario de cultura de Ensenada. Y dice que con el libro buscó rescatar a los muertos del olvido.

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Aníbal Gordon condujo el comando de la Triple A que el 7 de agosto de 1974 mató al padre y al hermano de Gonzalo Cháves.
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