José Montes y Héctor Heberling se definen como “candidatos obreros”. Creen que “no es utópico pensar en una revolución sino esperar que un político patronal traiga soluciones”. El Negro Montes –57 años, 4 hijos, 2 nietos– trabaja en Astilleros Río Santiago, mientras que el Chino Heberling –51 años, 2 hijos– fue maquinista del Ferrocarril Roca, y se postulan a presidente y vice por el Frente de Izquierda y los Trabajadores por el Socialismo (FITS), integrado por el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), el Movimiento al Socialismo (MAS) e Izquierda Socialista (IS). “Mi hijo Lautaro, de 7, al verme en televisión preguntó si nos íbamos a mudar a la Casa Rosada”, comenta Montes. “Cultivo el rock desde chico, con amigos”, cuenta Heberling.

–¿Qué ofrece de distinto el FITS?

José Montes (PTS): –Nuestra propuesta apunta a la falta de representación política, a pesar del enorme peso social que tenemos los asalariados. Los procesos de lucha no tienen expresiones en la vida política nacional. Proponemos crear un gran partido de la clase trabajadora. Los demás candidatos no pueden debatir con Cristina porque están de acuerdo en lo esencial: mantener el dólar alto para los exportadores y salarios bajos.

–¿El votante analiza propuestas o vota oficialismo en forma automática?

Héctor Heberling (MAS): –La cosa está mejor en general, pero en el último año se está deteriorando aceleradamente, como ocurre con la inflación. El oficialismo empieza a ver que los trabajadores no se van a aguantar esto, el 16 por ciento acordado por la burocracia CGT-CTA se lo comió la inflación. Y para curarse en salud ya hablan de pacto social entre Gobierno, empresarios y burocracia sindical.

J. M.: –Hay un gran conformismo por la recuperación económica, pero casi el 40 por ciento de la fuerza laboral sigue en negro. La gente va a votar a Cristina porque apuesta a la continuidad, pero existe un mundo obrero que se expresa en los procesos de lucha, como los fileteros de Mar del Plata o los pesqueros de Puerto Deseado, entre otros.

–¿Pero ese mundo sigue votando peronismo y no partidos de izquierda?

H. H.: –Argentina tiene una historia signada por el peronismo. Los trabajadores creen todavía que los políticos patronales les van a solucionar los problemas. El desafío es tratar de vertebrar un movimiento que empiece a disputar el control del Estado, más allá de la lucha por el salario y el trabajo. Y más allá de las elecciones. Los jóvenes empiezan a tener la cabeza distinta. Hace unos meses un compañero de fábrica va a un cumpleaños y escucha que el cuñado del agasajado, que era un delegado burocrático de la UOM, dice que “ahora los pibes no nos dan bola, antes sacábamos a Perón y a Evita y venían todos, ahora no convencemos a nadie”. Eso está potenciándose en cada lugar de trabajo y hacia eso vamos.

J. M.: –Visto como una foto es así, votan siempre lo mismo. La clase trabajadora argentina fue educada por el peronismo en una ideología de conciliación de clases, de los intereses de patrones y obreros: si le va bien al patrón es mejor para el obrero. Esa vieja generación hoy no da la vida ni por Néstor Kirchner, ni por Cristina, pero los siguen votando. Las jóvenes generaciones no le deben nada al peronismo, lo sufren, entonces apuntamos a eso. La autocrítica que se debe la izquierda es que no apuntó a construirse en el seno del movimiento obrero. En la izquierda hay dos proyectos, el clasista que dio un paso adelante conformando este frente, y el proyecto del MST, que quiere ocupar el centroizquierda, negociando con viejos politiqueros como Solanas, que votó el envío de la Gendarmería a Corrientes, donde hubo dos muertos. Y en el medio está el Partido Obrero.

–Así la unidad parece imposible. A ustedes los acusan de inflexibles.

H. H.: –El que no fue flexible fue el PO, la autoproclamación de ellos impidió todo. Querían ocupar los primeros cargos en todos los distritos y eso no se compadece con la real fuerza que tiene cada organización. Cuando hablan de ese gran partido de los trabajadores dicen “somos nosotros”.