Lunes, 4 de febrero de 2008 | Hoy
En Jujuy, Milagro Sala conduce en la CTA una organización que es referente local y se diferencia por sus métodos de protesta.
Desde San Salvador de Jujuy
En Jujuy basta con preguntar por “esa mujer” para que todos sepan de quién se está hablando. Y si bien en cualquier otro punto del país la respuesta sería obvia, aquí no. Ocurre que Milagro Sala, en base a movilización y construcción paulatina, supo hacer de su Organización Barrial Túpac Amaru, constituida dentro de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) a fines de los ’90, una referencia ineludible en la política local. Con más de 70 mil afiliados, un centro educativo propio, más de 150 cooperativas de vivienda, varios centros de salud y convocatorias masivas, el movimiento social de Sala genera amores y odios en una provincia en la que más del 40 por ciento de la población vive por debajo de la línea de la pobreza.
Sala tiene tez trigueña y una actitud eléctrica. Es de esas personas que poseen dones naturales de dirección. Se mueve siempre acompañada por una decena de personas y da órdenes que se cumplen de inmediato. Si pide que se sirva mate, habrá dos personas cebando. Si pide limpieza, los hombres bajarán la cabeza y reconocerán su impericia. Si pide autos, algún “compañero” tocará bocina. Y esos modos, susurra Pedro Raúl Noro, su marido, periodista y humanista, son una pieza clave para comprender la magnitud de la organización. Y son también esas formas las que generan un distanciamiento casi irreconciliable entre las capas medias de la gran ciudad: “Si preguntás acá en la capital, todos te van a decir que es una dictadora, una autoritaria, que está rodeada de matones y no le importa la ley. Pero allá afuera, en los barrios, ella es una reina”, comenta Sergio, un vendedor ambulante de San Salvador.
De 44 años, nacida en el humilde barrio Bajo Azopardo de esta capital, Sala inició su trayectoria política en la Juventud Peronista. Pero, indignada, dejó al partido a comienzos de los ’90, cuando Menem privatizó los trenes. Entonces trabajaba en el Departamento de Antropología y Folclore, en Cultura de la provincia, y así fue que se pasó a la incipiente Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), perteneciente a la CTA. Desde ahí fue construyendo una base territorial, la mayoría de las veces en oposición a los diferentes gobiernos. “Llegó un momento en que después de tanto voltear gobernadores –cuenta Sala– hicimos un análisis político y decidimos que sí o sí teníamos que trabajar donde la gente más lo necesitaba. Entonces fuimos a los barrios con la copa de leche, los centros y las huertas comunitarias.”
Esa estructura fue creciendo lentamente hasta que en octubre de 1999 tomó nombre y cuerpo propios: Organización Barrial Túpac Amaru. Pero fue recién con la crisis de 2001 que los “tupaqueros” vivieron su primer despegue en base a la conquista de planes Jefes y Jefas de Hogar –hoy maneja 6 mil, pero en su momento llegó a tener 15 mil– y bolsones de comida. El segundo y fundamental impulso fue en 2003, con el plan de emergencia habitacional de Néstor Kirchner. “Cuando nos enteramos que existía ese proyecto no teníamos nada. Así como estábamos armamos cooperativas y nos mandamos. Primero nos decían que no y nosotros les pedíamos una oportunidad. Entonces nos dieron 200 viviendas y, con tono bien porteño, nos advirtieron que si lo hacíamos mal no fuéramos a joder más. Finalmente hicimos esas 200 e inmediatamente nos dieron 400 más.”
Desde ese momento, el crecimiento fue constante. A partir del buen vínculo que cultivó con la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, además de las 1400 viviendas hoy la organización cuenta con 500 copas de leche regadas por toda la provincia que asisten a 45 mil chicos, varios centros de salud, el centro educativo Germán Abdala para adultos que no terminaron su bachillerato y el secundario Olga Arédez, en tributo a esa mujer que, bajo la dictadura, giraba sola en torno de la plaza de Ledesma.
Si a esta base se le suma una considerable porción de la hinchada de Gimnasia y Esgrima de Jujuy, conocida como “la banda de la flaca”, la Organización Barrial Túpac Amaru se termina de instalar como un actor insoslayable en el escenario político provincial. De vínculos oscilantes con el gobierno nacional y malos con el provincial del peronista Walter Barrionuevo, Sala afirma que todo lo que hace es “con lucha, con cárcel”. “Podemos ser amigos de uno u otro, pero siempre con pelea”, agrega. Sin que se le pregunte, insiste con que los cargos no le interesan: “Como movimiento social tenemos más fuerza”, asevera.
“No somos desocupados, tampoco piqueteros. Somos trabajadores sin trabajo. No es que tengamos una discusión con los piqueteros, sino que decimos que vamos al punto del conflicto. No cortamos rutas. Si tenemos problemas en casa de gobierno con los gobernantes, vamos directamente a la plaza donde están ellos y ahí nos quedamos. Y si tenemos que quemar gomas, quemamos gomas. Y si se tiene que iniciar el conflicto, se inicia ahí nomás. No vamos a los cortes de ruta porque sentimos que perjudicamos a los que no tienen la culpa. Pero no criticamos a los que cortan rutas, cada uno tiene su metodología para reclamar. Pelearse con el que menos tiene no va para nosotros. Tenemos que unificar las distintas luchas”, argumenta Sala. Sin nombrarlo, se refiere al líder de la Corriente Clasista y Combativa, Carlos “El Perro” Santillán.
Con referentes como Evo Morales, Hugo Chávez y Fidel Castro, el eslógan que más le gusta repetir es: “No armamos pelotones de desocupados, sino que armamos conciencia”. Al entrar al Barrio Túpac Amaru, al que apodó “el country de los villeros”, su autoridad se vuelve evidente: desde su camioneta le alcanzará un grito para que los hombres dejen de jugar al fútbol y se dirijan a la dirección indicada. Se trata de 156 presidentes de cooperativas que caminarán al edificio de la cooperativa textil y, en fila, cada uno la saludará con un beso en la mejilla. Cantarán con ella, posarán para la fotógrafa y la seguirán hasta que se despida. La mayoría vive en el barrio, construido por ellos mismos. Incluso muchos trabajan en la cooperativa textil, donde por esta época, además de los 26.500 guardapolvos que les solicitó el gobierno nacional, están terminando de elaborar los disfraces para Los Alegres Quemagomas de la organización, que desfilarán por todo Jujuy durante este carnaval.
Informe: Diego González.
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