La Coalición Cívica está encaminada a convertirse en la Coalición Cívica Radical. Para lograr ampliar su base electoral hacia las elecciones de 2009, la titular de la CC, Elisa Carrió, ya tuvo varios encuentros con dirigentes del radicalismo, como el senador Ernesto Sanz o el ex candidato porteño Ricardo Gil Lavedra. También apuntan en ese sentido los buenos oficios del ex jefe de Gobierno Enrique Olivera, quien viene fatigando los cafés con el presidente del Comité Nacional de la UCR, Gerardo Morales. Aunque todavía no prefiguraron la forma de la alianza, en la CC se muestran confiados: “Es sólo cuestión de tiempo”, señalan en el entorno del jefe de la bancada de la CC en la Legislatura. Por el lado de los radicales, si bien el acuerdo Kirchner-Lavagna les puede haber facilitado las cosas, la decisión de romper con quien fue su aliado y candidato en las últimas elecciones ya estaba tomada casi desde el mismo 28 de octubre a la noche.

Como viejos correligionarios que son, al fin, los dirigentes del radicalismo, como Morales y Sanz, vienen teniendo encuentros con Olivera, quien es el encargado de la CC de avanzar en las relaciones con ese partido. “Estamos en una etapa de analizar las coincidencias. Va a ser un proceso convergente”, explicaban desde la CC, donde por todos los medios quieren espantar el fantasma de la cooptación de dirigentes. “Lilita no pretende cooptar a ningún dirigente radical. La relación es sobre la base de un esquema de coaliciones”, explican bajo la sombrilla cívica.

“Lo que se trata es de encontrar coincidencias programáticas, tanto en el Parlamento como con iniciativas conjuntas”, indicaban bajo la carpa playera del centenario partido. Los radicales tienen una condición sine qua non para aliarse con Carrió: le piden que el acuerdo sea institucional.

Las vacaciones demoraron naturalmente las conversaciones que mantiene Lilita con dirigentes de su ex partido –la UCR; no el ARI– y que probablemente se reanudarán este mes. La idea es buscar coincidencias en propuestas y también en denuncias conjuntas. Por ejemplo, cuando la dirigente lanzó la denuncia contra el empresario kirchnerista Cristóbal López, lo llamó al constitucionalista Ricardo Gil Lavedra para ofrecerle que colaborara. Ella lo llamó desde Punta del Este y él estaba en el sur, por lo que quedaron en juntarse cuando vuelvan de sus respectivas vacaciones.

Dentro de la disímil situación geográfica de la UCR, uno de los Comités más proclives para una alianza es Capital, cuyo titular, Carlos Mas Vélez, no tuvo más que palabras elogiosas para la política de la Coalición Cívica en la ciudad. En la CC, sueñan con sumar otros distritos con más peso, como Mendoza o Córdoba.

En la sombrilla opuesta, el Comité que más problemas plantea para un acuerdo entre ambas fuerzas es la provincia de Buenos Aires. Allí la conducción –hegemonizada por Federico Storani y Leopoldo Moreau– mantiene una pelea feroz con la ex candidata a gobernadora de la CC, Margarita Stolbizer. Esa situación se vio negro sobre blanco cuando a fines del año pasado, al senador Sanz se le ocurrió expresar su deseo de un acuerdo con la CC: “La UCR no puede sola como oposición, y con la Coalición Cívica hay afinidad ideológica”, dijo. Quienes salieron a contestarle inmediatamente fueron los dirigentes bonaerenses: Moreau calificó a Carrió de “conservadora liberal” y dijo preferir una alianza con el ARI Autónomo de Eduardo Macaluse y con el socialismo.

Dentro de la CC, quien mayores precauciones tiene con un acuerdo es Stolbizer. La dirigente no quiere saber nada con volver a quedar en una alianza con quienes la expulsaron por competir por fuera del partido. “Cada distrito tendrá que resolver su problema”, estiman en la UCR. Los correligionarios que vienen conversando saben que la provincia será el principal escollo, pero descartan que se pueda interponer en una alianza cívico-radical en el ámbito nacional.