Sábado, 15 de noviembre de 2008 | Hoy
EL PAíS › LA VISIóN DEL GOBIERNO BRASILEñO
Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Los tiempos de la crisis financiera no pueden subordinarse a los de la transición política norteamericana. Esa es la premisa que Luiz Inácio Lula da Silva planteará hoy en Washington durante la cumbre del G-20. “No podemos salir de este G-20 con las manos vacías”, dijo el líder brasileño durante una de las reuniones que celebró ayer con varios jefes de Estado, entre ellos Cristina Kirchner (ver aparte). En su opinión, llegó la hora de “politizar” al grupo y hacer valer el peso de los líderes mundiales para salir del pantano causado por la falta de “controles y transparencia” de los mercados financieros.
Presidente pro tempore del G-20, Lula se encontró ayer con el premier británico, Gordon Brown, futuro titular de la organización. Coincidieron en que es preciso actuar de forma “coordinada y rápida”, según relató el ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega. El funcionario reforzó la necesidad de actuar al apuntar que “la recesión ya es un hecho y ya se comienza a hablar de depresión... si no tomamos medidas podemos caer en una depresión económica”. Ese diagnóstico, completó, no incluye a Brasil.
La delegación brasileña también batallará este sábado por reanimar la moribunda Ronda de Doha de la OMC. El más entusiasta defensor de esa causa es el canciller Celso Amorim, quien dijo que es crucial alcanzar un consenso mínimo antes de la toma de posesión de Obama, porque luego el nuevo mandatario norteamericano puede llevar el proceso a foja cero.
El vocero personal de Lula anticipó esta semana que propondrá la revisión del “papel de los organismos existentes tanto como la creación de nuevos”. Brasilia libra desde antes de la crisis, y con muchos más bríos después del estallido de ésta, una cruzada por la reforma de las instituciones internacionales, desde el FMI al Consejo de Seguridad de la ONU. De allí que para el Palacio del Planalto esta reunión sea un avance en materia de diplomacia económica, toda vez que el G-20 supone una representación más pluralista que el Grupo de los 7, donde sólo tallan las potencias.
Funcionarios del gobierno no disimularon su frustración ante el faltazo de Obama. El embajador brasileño en Washington, Antonio Patriota, y el ministro de Asuntos Estratégicos, Roberto Mangabeira Unger –ex profesor del presidente electo en Harvard–, procuraron, sin éxito, concertar un encuentro entre Lula y Obama este fin de semana. Para Amorim la sintonía ideológica entre “el obrero Lula” y el “primer presidente negro de los Estados Unidos” será el punto de apoyo de una nueva relación bilateral.
En Brasilia imaginan que en la futura agenda habrá más espacio para negociar temas diplomáticos como la incorporación brasileña al Consejo de Seguridad de la ONU y hasta una distensión de las relaciones con Sudamérica. Lula ha subrayado su esperanza en que Obama levante el bloqueo a Cuba. Consultado por este cronista sobre una posible mediación brasileña entre Obama y el gobierno cubano, el secretario de Relaciones Internacionales del PT, Valter Pomar, se limitó a responder: “Sí, es posible”.
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