Martes, 15 de junio de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Oscar González *
Tal como se vino pronosticando durante semanas en los medios de prensa y como se denunciara por escrito a la Justicia electoral en su momento, la camarilla que maneja el Partido Socialista consumó finalmente un proceso electoral interno fraudulento.
Es ocioso enumerar las múltiples maniobras urdidas para obtener un resultado predeterminado, una sobreactuación innecesaria porque nada hacía pensar que la oposición pudiera birlarle el resultado final, toda vez que el oficialismo partidario controla el aparato, el sello y, sobre todo, los recursos humanos y de los otros que significan administrar una ciudad importante y una provincia muy rica.
Pero aunque sea para refrescar lo que se estuvo previniendo últimamente, vale recordar:
Que la junta electoral, que debiera organizar imparcialmente la justa interna, fue integrada en su totalidad por representantes de la lista oficialista.
Que los padrones utilizados eran meros listados de personas sin datos identificatorios completos que permitieran comunicarse con los afiliados con propósitos proselitistas (caso Catamarca, Chaco, Santa Fe).
Que los listados de votantes enviados en las urnas el día del comicio fueron “depurados” en relación con los originales previamente conocidos (caso Tandil, La Rioja).
Que se impidieron los comicios en aquellos distritos considerados adversos no enviándose las urnas o directamente no abriendo los locales comiciales (caso Tres Arroyos, San Nicolás, Villa Ballester).
Que se incumplieron órdenes emanadas de la Justicia electoral sobre apertura de nuevos centros en distritos discriminados (resolución de la jueza sobre equivalencia de mesas en Buenos Aires y Santa Fe).
Que el propio día del comicio se desagregaron padrones para desplazar cientos de afiliados hacia otras localidades desalentando su participación (caso Florencio Varela, La Matanza).
n Que, increíblemente, no se requirió la firma de ninguno de los afiliados para registrar la emisión del voto a fin de ocultar constancia de su participación.
Todas las irregularidades mencionadas –y hay más– ratifican la naturaleza moral de la facción que pontifica sobre los buenos republicanos mientras trapichea principios y usa una sigla histórica para cimentar el proyecto de restauración conservadora de la derecha cívico-ruralista.
Los verdaderos socialistas, algunos dentro y muchos fuera de la estructura partidaria, sortearán estas dificultades y seguirán aportando a una alternativa de cambio progresista como lo expresan muchas de las políticas públicas que lleva adelante el gobierno nacional.
Es un socialismo coherente que no olvida sus raíces y apuesta a que en las nuevas condiciones de la Argentina y la región, aquellas medidas se profundicen en una perspectiva de inclusión social, autonomía nacional y unidad latinoamericana.
Ex secretario general del Partido Socialista.
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