Lunes, 13 de diciembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › LA HISTORIA DEL LUGAR DONDE AHORA SE ASIENTA EL PARQUE INDOAMERICANO
El parque, de 130 hectáreas, es el segundo espacio verde de la ciudad y fue inaugurado en 1995. Tras quince años y cinco jefes de Gobierno porteño, nunca se modificó el estado de abandono del predio compartido por los barrios de Soldati y Lugano.
Por Gustavo Veiga
Mauricio Macri nunca le hubiera echado la culpa a la inmigración que encarnaba José Francisco Soldati, el suizo que le da nombre a uno de los barrios donde se encuentra el Parque Indoamericano. Nacido en Neggio, cantón del Tesino, también fundó la vecina Villa Lugano. Le puso así porque le hacía recordar a la ciudad homónima, ubicada en el mismo cantón italiano. Los primeros europeos que poblaron esas tierras bajas que ilustra mejor que nadie el célebre tango “Sur” (“Pompeya, y más allá, la inundación”) soportaron las grandes crecientes de 1911 y 1913, que casi hacen desaparecer ambos vecindarios. Las corrientes migratorias latinoamericanas más fecundas, provenientes de Bolivia y Paraguay, sufren otras calamidades. En las 130 hectáreas del segundo espacio verde de la ciudad se cazaban zorros y perdices donde ahora dominan las ratas. Forman un vergel postergado y azotado por las pestes del siglo XXI en que casi nadie repara: las enfermedades de la miseria.
Allá por 1908, durante una cacería, el suizo se entusiasmó con la zona. Compró una chacra en lo que hoy sería el cruce de Murguiondo y De la Riestra. El parque donde ahora se mata y se muere lo comparten las dos barriadas porteñas con las que Soldati tuvo tanto que ver. El intendente Jorge “Topadora” Domínguez lo inauguró el 1º de diciembre de 1995. Pasaron quince años y cinco jefes de Gobierno (Fernando de la Rúa, Enrique Olivera, Aníbal Ibarra, Jorge Telerman y el actual) que no modificaron el estado de abandono del predio delimitado por las avenidas Castañares y Escalada, la autopista Cámpora y las vías del Ferrocarril Belgrano Sur.
Gobernaba Carlos Menem cuando el Parque Indoamericano se concibió como un remedio ambiental para el sur de la ciudad. Las referencias más cercanas para quienes no frecuentan el lugar eran la cancha vecina del club Sacachispas y el barrio Los Piletones, un antiguo asentamiento. En una buena porción de las hectáreas que ahora están loteadas creció sin dique de contención un basural. Una quema que, sin ser la famosa quema que les dio el mote que llevan con orgullo los hinchas de Huracán (quemeros), disparó las más variadas hipótesis de contaminación del suelo.
En mayo de 2005, el Instituto de Geocronología y Geología Isotópica de la UBA fue contratado por la Corporación Buenos Aires Sur para realizar estudios en el parque y el lago Soldati. Sus resultados arrojaron que las concentraciones de metales buscados estaban por debajo de los límites permitidos, con la excepción de algunos valores de cobre y níquel, que según los especialistas no revestían importancia porque habían sido obtenidos en las muestras de máxima profundidad. También se determinó que el agua a obtener en el predio podía ser de buena calidad, ya que se había detectado una capa correspondiente al acuífero Puelches, a 35 y 55 metros de profundidad. Asimismo, hace cinco años se empezaba a darle impulso a un proyecto para crear en el extenso parque el Centro de Información y Formación Medioambiental.
Antes, De la Rúa y Telerman habían inaugurado dos paseos que con el tiempo serían descuidados hasta terminar abandonados. El 1º de abril de 1999, el ex presidente presentó un área temática dedicada a los combatientes de Malvinas, donde se plantó un árbol por cada uno de los caídos en la guerra con el imperio británico. El 11 de diciembre de 2006, el jefe de Gobierno que antecedió a Macri en el cargo abrió el Paseo de los Derechos Humanos, dedicado a recordar a las víctimas del terrorismo de Estado.
“El Indoamericano es un parque virtual, quedó librado a la mano de Dios, es tierra de nadie”, sostiene Gerardo Gómez Coronado, defensor adjunto del Pueblo porteño y especialista en planeamiento urbano. Si el lugar debiera ser una réplica de los Bosques de Palermo para los habitantes del sur de la ciudad –como tantos funcionarios declamaron–, lejos quedó de parecerlo. Proyectos como el polo farmacéutico y los basurales o el cementerio de autos que todavía tiene unas 2700 piezas de museo que, en su mayoría, no poseen ruedas ni motor, no dan con el perfil del Parque 3 de Febrero.
En el inmenso pulmón verde donde el aire se ha vuelto irrespirable, la comunidad boliviana, sobreexplotada en los talleres clandestinos del barrio, tiene su lugar de esparcimiento y hasta celebra ceremonias religiosas. Son un hito deportivo sus torneos de fútbol, donde cerca de doscientos equipos, distribuidos en varios campeonatos, juegan representando a sus diferentes pueblos: Cuyahuani, Luribay, Sangal, Guabaya... Uno de los torneos prolijamente organizados en canchas demarcadas por metros de elástico –se evita pintar el pasto– reúne a unos ochenta equipos y mantiene personería jurídica. Se llama Guaqui.
Por este tipo de prácticas deportivas en el parque, uno de los dirigentes de la comunidad boliviana, Alfredo Ayala, recibió críticas de la ONG La Alameda, por oponerse a la toma del Indoamericano. El referente de la organización, Gustavo Vera, lo acusó porque “va contra sus intereses en el Parque Indoamericano, ya que alquila ese espacio para ferias o torneos de fútbol”. La Alameda continúa denunciando a los talleres clandestinos donde se confecciona ropa trucha y se hacinan miles de bolivianos. Sus últimas acusaciones fueron contra la flamante esposa del jefe de Gobierno, Juliana Awada, una empresaria textil. Ayala, mientras tanto, rechazó las imputaciones que recibió de Vera sobre que hace la vista gorda con la sobreexplotación de su comunidad.
En un descampado de Villa Lugano, en la esquina de Piedrabuena y Bermejo, vecina a la Villa 19, en la misma zona donde estalló en mil pedazos la crisis habitacional de la ciudad, Macri lanzó su candidatura a jefe de Gobierno el 26 de febrero de 2007. Lo acompañaba una niña de 8 años llamada Melina, parada junto a él sobre una improvisada tarima. Su padre era el coordinador de un comedor vecinal ligado al PRO. Cualquier semejanza con el clientelismo político del que se habla tanto en estos días, no es pura coincidencia. Nada ha cambiado, ni el paisaje ni la conducta de ciertos funcionarios. El Parque Indoamericano es un territorio fértil para que proliferen esas habladurías como los 4500 árboles con que se inauguró. Es el gran espacio público olvidado, ubicado al sur de la avenida Rivadavia, esa especie de paralelo 38 que divide a la ciudad de Buenos Aires.
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