Lunes, 17 de septiembre de 2012 | Hoy
EL PAíS › UNA ADVERTENCIA EN EL AñO 1982
Por Diego Martínez
Las pruebas de la relación de los Massot con militares, marinos, prefectos y policías abocados a exterminar a quienes el diario todavía llama “subversivos” son más abundantes de lo que pudieron ver durante los últimos catorce meses los jueces Jorge Ferro, José Triputti y Martín Bava. “Diana Julio de Massot tuvo participación activa en la confección de listas de la muerte en la época del general Adel Vilas” (segundo comandante del Cuerpo V en 1976), denunciaron en 1982 dirigentes radicales exiliados en París. El artículo se tituló “El odio contra el pueblo de un diario extremista. Un caso de patología”, se ilustró con un periodista que se amordaza mientras teclea en su máquina de escribir, y apareció en La República, “órgano de la oficina internacional de exiliados del radicalismo argentino”. “El diario La Nueva Provincia clama sangre”, advertía. “Todos los días con notable dinamismo (la directora) da indicaciones a sus plumíferos de nuevos nombres que hay que denunciar como blanco de la represión. Son para ella enemigos que se han escapado del fuego purificador de la inquisición del Proceso, gente a la que hay que borrar o silenciar de alguna manera”, explicaba la nota.
La Nueva Provincia alabó hasta el cansancio a Vilas, pionero de los campos de concentración en Tucumán en 1975 e impulsor de un juicio por “infiltración ideológica marxista” en la Universidad Nacional del Sur. Por la cercanía a la base de Puerto Belgrano y por relaciones familiares, sin embargo, la relación de Diana Julio e hijos fue más íntima con la Armada. El 17 de septiembre de 1955, un día después del golpe que derrocó a Perón, el autodenominado “Comando Naval Revolucionario” designó a Federico Ezequiel Massot como interventor del diario que había heredado su esposa Diana, nieta del fundador. El capitán de fragata Raúl González Vergara, a cargo de la Aviación Naval que bombardeó Buenos Aires, comenzó entonces las gestiones para que su amigo fuera reintegrado al cuerpo diplomático. Perón había declarado cesante a Massot en mayo de 1952 por las deudas personales que contrajo como encargado de negocios en Manila, Filipinas, donde un mes antes había nacido su hijo Vicente, actual director. Como cartas de presentación para poder retornar al servicio exterior, Massot padre ofreció a dos marinos de la familia: su cuñado Alberto Antonini y su primo Juan Carlos Argerich, el capitán que al frente de 250 infantes de marina rodeó la Casa Rosada para tomarla luego del bombardeo. El lobby rindió frutos no sólo para Federico, que se convirtió en encargado de prensa de la embajada en Londres, sino también para su padre homónimo, un traductor y profesor de secundario a quien Aramburu designó en 1956 como cónsul general en Gotemburgo, Suecia.
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