Miércoles, 10 de octubre de 2012 | Hoy
EL PAíS › LA MAYORíA DE PREFECTOS Y GENDARMES CESó LA PROTESTA
Frente al Edificio Guardacostas, casi no hubo prefectos. En el Centinela quedaron unas decenas de gendarmes. Unos 150 efectivos marcharon a Plaza de Mayo con sus reclamos.
Por Emilio Ruchansky
Tras la promesa de no recibir sanciones y de una mejora en sus haberes, ayer la mayoría de los prefectos y gendarmes terminaron con la protesta, desarmaron sus carpas y desecharon reclamar otros puntos del petitorio conjunto, que habían elevado al Ministerio de Seguridad. En el Edificio Guardacostas, las nuevas autoridades hicieron pasar a suboficiales y oficiales en tandas para detallarles, en privado, las novedades anunciadas por el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, y el ministro de Economía, Hernán Lorenzino. Por la noche, alrededor de 150 uniformados de estas fuerzas, casi todos de civil, marcharon hasta la Plaza de Mayo con el reclamo de “sueldos dignos”. “A la Presidenta la están asesorando mal los ministros, que permiten que los familiares de los prefectos y gendarmes se mueran de hambre”, dijo allí Raúl Maza, el vocero verdeoliva.
“De acá no nos vamos a mover hasta que tengamos una respuesta favorable. La verdad, es así. Hoy (por ayer) se espera mucha gente, muchísima gente de todo el país. Hay gente que ha sacado préstamos para alquilar una Trafic o comprarse el pasaje de colectivo, han hecho rifas”, aseguró ayer por la mañana el prefecto José Luis Cabañas. Sin embargo, el público había disminuido sustancialmente en comparación con el primer día de protesta, hace una semana. Luego aseguró que “nadie” había dejado de cumplir sus deberes durante estos días, pese a que hubo una notoria falta de efectivos en sus puestos. “La conducción y el respeto nunca se perdieron”, agregó.
A media cuadra de la entrada del Edificio Guardacostas, en la esquina de avenida Madero y Macacha Güemes, varios prefectos con pecheras naranjas desviaban el tránsito y saludaban a sus colegas que andaban sin uniforme. La semana pasada, esta labor la cumplió la Policía Federal. A media cuadra, en uno de los tres patrulleros de esa fuerza apostados en los alrededores, dos agentes leían diarios y cada tanto actualizaban la situación por radio. Pasado el anuncio del gobierno nacional, muchos prefectos optaron por abandonar el edificio.
Los que se quedaron aguardaban una supuesta conferencia de las nuevas autoridades en la calle. De hecho, se instalaron dos parlantes cerca de la puerta del estacionamiento, que el primer día había sido clausurada con dos juegos de esposas. Nada de eso ocurrió. A las 17, bajo una lluvia intermitente, un grupo de prefectos salió de ese estacionamiento y pidió que entraran sus colegas “con identificación en mano”. De afuera les gritaban: “Forros, cagones, salgan a dar la cara”. Sin embargo, la mayoría optó por ingresar. “Que entre una cámara de televisión”, insistían afuera.
Media hora después, salieron por la puerta principal varios suboficiales con caras largas. “Un barrendero gana más que nosotros”, protestó uno de ellos. En la plazoleta que está enfrente del Edificio Guardacostas, cuatro muchachos desarmaban sus carpas, mientras un oficial pasaba por la calle con una caja de cartón llena de facturas. “¿Este es el premio consuelo?”, bromeó una señora. El hombre sonrió y siguió repartiendo. Sobre la vereda del edificio, decenas de prefectos plegaron sus reposeras y se fueron sin sumarse al canto: “No nos vamos nada, que nos saquen a patadas”.
En la puerta principal, el abogado de la Asociación Policías Heridos y Desamparados, Rubén Fernández, aseguró que la protesta no había sido ilegal. “El Pacto de San José de Costa Rica establece el derecho de representación sindical. Lo que pasa es que la Organización Internacional del Trabajo aclara que este derecho queda a revisión de los Estados parte y el Gobierno se agarra de esto. Pero lo importante es que se pueda discutir sin que digan que sos golpista. Hay sindicalización de algunas fuerzas en Chile, Uruguay, Brasil, Venezuela y Estados Unidos”, aseguró.
Adentro del edifico, un oficial aclaró que el descalabro salarial mencionado en la conferencia de prensa del Gobierno sólo ocurre en la Gendarmería. “No nos pongan a todos en la misma bolsa”, pidió. Al pie de las escaleras, otro oficial dijo a este diario que el grupo que aún persistía cortando la avenida Madero era “ingobernable” y que entre éstos había colegas exonerados de la fuerza e infiltrados. “Muchos siguen porque están muy lastimados por lo que pasó, pero está claro que de acá en adelante la manifestación es política y es ilegal”, concluyó.
A las 20, una columna encabezada por Maza, con menos de cien gendarmes, partió desde el Edificio Centinela para encontrarse con otros tantos prefectos en el Guardacostas. Allí los recibieron saltando y cantando: “La fuerza unida jamás será vencida”. Una hora después, llegaron a la Plaza de Mayo, custodiados por la Policía Federal. Varios manifestantes llevaban su arma reglamentaria en la cartuchera; uno la tenía trabada en su jean, como pudo ver este cronista. “Seguimos siendo funcionarios públicos, así que si ven a alguien que se quiere infiltrar, sáquenlo”, ordenó Maza.
Cuando se encendieron las cámaras, con las manos entrelazadas y un gesto pacífico, Maza insistió, como siempre, en que el reclamo era “democrático”.
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