Martes, 6 de noviembre de 2012 | Hoy
EL PAíS › LOS REPORTAJES EN PáGINA/12
A lo largo de los años, en distintas entrevistas concedidas a Página/12, Favio fue ofreciendo no sólo definiciones intransferibles sobre los más diversos temas sino también su particular manera de decir, su tono único, tan reconocible como el de sus películas y canciones. Aquí van algunas de ellas.
“Los actores de circo y yo somos iguales porque ambos amamos el arte por el arte mismo. ¿Querés un anónimo más grande que un payaso de circo, que un trapecista, que un enanito? Ayer, un enanito me mostró sus fotos y me advirtió: ‘Te tengo una más chiquita’, y sacó orgulloso la foto de su hija, ‘enanita como yo’. ¿Querés algo más grande que el orgullo de ese hombre que está contento simplemente porque va a hacer sonreír a alguien? Yo me formé en esa corriente. Mis orígenes están en el radioteatro más popular. Soy un hombre de radioteatro, pero nunca me pude despojar del hecho de que trascendiera mi nombre. Aunque pasar por la vida haciendo reír a la gente y vivir de eso sin quitarle las ganas de vivir a nadie es más importante que la necesidad de descollar y de lucir que nos impone nuestra profesión y que además nos seduce de esta profesión. Cuando yo llamo ‘mis iguales’ a los actores de circo, lo digo con envidia. Me habría gustado ser uno de ellos, pero Dios me colocó en otro lugar.”
“Para mí, el cine y las canciones no son dos vías distintas. La gente tiene que entender que amo tanto una cosa como la otra. Muchos dicen: ‘Leonardo canta para ganar la plata que le permita hacer cine’. Eso no es cierto. Yo canto porque me gusta tanto o más que el cine. Y si soy un compositor de vuelo rasante, bueno, cada uno vuela hasta donde le dan sus alas, pero estoy orgulloso de mis canciones. Como suelo decir, mis canciones están en el inventario familiar de todo el mundo de habla hispana. Canciones como ‘O quizás simplemente te regale una rosa’, que es un himno en toda Latinoamérica. Las generaciones van cambiando y los coliseos se llenan con jóvenes que corean esas canciones que nacieron en la intimidad de mi hogar como un divertimento, como una broma, y que trascendieron las fronteras e hicieron milagros. Mis canciones hicieron milagros como que yo comiera más a menudo, que pudiera pagar el alquiler, que pudiera ser solidario con quien yo quiero, porque tengo los medios para hacerlo, hicieron de los aviones una alfombra mágica que me llevó a países insólitos. Mis canciones hablan idiomas que yo ignoro. Han sido traducidas al francés, al hebreo... En fin, con todo eso, ¿cómo no voy a amar la profesión de la canción o cómo voy a renunciar a ella, que me permite continuar en la pelea?”
“Yo amo la teología de barrio. Recuerdo que una vez el padre Mugica se cagó de risa porque yo tenía un rosario. ‘¿Te creés que Dios es tarado –me dijo–, que quiere que le estés repitiendo quince o veinte veces el Avemaría con ese podrido rosario que tenés ahí? Con todo eso lo estás aburriendo a Dios.’ ‘¿Vos te creés que Dios no mira con ternura todo esto?’, le contesté. Yo sé que mi rosario no ayuda en nada a Dios, pero él se da cuenta de que yo estoy repitiendo letanías que vienen de mis ancestros. Ese sonido me comunica con mis muertos queridos y con un universo de gente que se inclina ante la fe. Yo cuando rezo el Rosario lo hago con un profundo amor, y sé que Dios se sonríe frente a todo eso, como se sonríe Jehová cuando el judío se pone frente al Muro de los Lamentos, o frente a los que en la India le encienden sahumerios. Dios se sonríe con ternura porque nos ama.”
“¿Cómo lo veo hoy (N. de la R.: 27 de agosto de 2006)? Maravillosamente bien. No es fácil la tarea en la que está envuelto este hombre. Yo diría que finalmente, después de más de cincuenta años, no tenemos un político en el gobierno, tenemos un conductor, un tipo que te convence con hechos concretos. Y despojado de toda hipocresía política. Pero además con mucha visión y mucho talento. Me gustaría que lo supiéramos preservar. Antes tenía una gran expectativa con la mujer de él, cuando la oía en sus exposiciones dentro del Congreso. Me llamaba la atención. ¡Qué brillante! Y veo que lo que decían se va cumpliendo, y más. Es como un nuevo milagro, porque vienen de un pueblo chiquito, y sin embargo están ahí, dando una batalla que la gente entiende poco a poco.”
“No hay ni nueva etapa ni vieja etapa. Es como decir que hay un nuevo cristianismo. El peronismo siempre fue uno. ¿Se da cuenta? Yo tengo carnet de conductor, pero yo no manejo, ¿me entiende? Vos podés llegar a los más altos estamentos de un partido político y no tener nada que ver con ese partido. Porque uno es lo que hace y hace lo que es. ¿Qué tiene de cristiano el papa Borgia? O tantos otros. O muchos obispos que hemos tenido acá. Y de golpe te encontrás por ahí con una persona en China, por ejemplo, que ni oyó hablar de Cristo, y es más cristiana que Su Santidad. Entonces... el partido, como partido, nunca me expresó. Ni como cineasta, ni como nada. Lo que yo amé es lo que vi, el trato con el niño que fui, con la ancianidad, las obras que se realizaron, la visión, el talento... Vos escuchás un discurso de Perón en aquella época o algo que respondía y te quedás perplejo, porque estaba cien años adelante de todo. Y todo lo que él dijo se fue dando. Entonces, ¿qué es ser peronista? Yo digo que todo el que se sensibilice frente a un niño desvalido, o frente a un salario injuriante de un obrero, o no vea en una marcha de protesta un tumulto de gente que molesta sino un conjunto de individuos que tienen algo que reclamar, ése es mi compañero, milite donde milite. Yo no le pregunto a nadie quién es ni de dónde viene. Mientras sea buena gente... Esto puede ser también producto de mi ignorancia. Yo no conozco la Constitución, por ejemplo. Pero no necesito leer la Constitución para saber qué es lo que corresponde. No sé, estoy muy feliz con esta etapa que se está viviendo. La llegué a ver, Dios me dio esa posibilidad.”
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