Lunes, 18 de marzo de 2013 | Hoy
Por Washington Uranga
La encuesta que da motivo a esta nota más que hablar de Francisco habla de los argentinos, de una jactancia que es propia de la cultura nacional respecto de todo aquello que se identifique con lo patrio, con lo nacional. Bergoglio también contribuye a ello y lo seguirá haciendo, porque no reniega ni renegará de su condición de porteño. Ayer, en su primer Angelus, incorporó una anécdota de su trabajo en Buenos Aires y continuó con el modo desacartonado y jovial que usó desde su arribo al pontificado. Un estilo que profundiza y acentúa rasgos que ya había mostrado en Buenos Aires y que ahora se potencian por la sola comparación con su hierático y solemne antecesor, el alemán Josef Ratzinger, y por la trascendencia que adquiere cada una de sus manifestaciones.
Eso le gusta a la gente. Le gusta también a quien, considerándose católico, más allá de cuál sea el grado de su participación activa en la institucionalidad de la Iglesia, quiere que “su” Papa se presente como una persona cercana, accesible, lo más parecido posible al común de la gente. Y en ese contexto no sólo la figura de Bergoglio papa se potencia localmente por su condición de argentino, sino también porque han caído bien sus primeros gestos, la sencillez de sus manifestaciones. No sería de extrañar que, de realizarse algún sondeo, las personas recuerden más las actitudes y la gestualidad de Francisco que el contenido de sus mensajes o el valor doctrinal y político de los señalamientos que hace.
Pero pasado este primer impacto, la mirada vuelve sobre los mismos temas, plantea para la Iglesia las mismas exigencias y demandas que aparecieron en otros estudios, algunos más coyunturales y otros de contenido académico más significativo. Si algo le demanda el hombre y la mujer de a pie a la Iglesia es que esté más cerca de su vida, de sus problemas cotidianos, de los desafíos que tiene que responder en el día a día. Y de esta manera también le va armando a la Iglesia, y en este caso a Francisco, una suerte de programa de acción que es para Roma y el Vaticano, pero que lo es también para la Iglesia en Argentina.
Muy interesante resulta observar que la máxima prioridad planteada se refiere a “pelear por un mundo más justo”. ¿Es ésta una prioridad religiosa o política y social? Lo primero para señalar es que la distinción entre uno y otro nivel es cuestión de académicos. Los encuestados hablan desde sus necesidades y desde su realidad. Y se lo piden y demandan a cuantos ven con algún poder para concretarlo. No importa si se trata de un dirigente político, la Presidenta o el mismo Papa. La respuesta habla además de cuál es la agenda para los argentinos consultados, habla de una sociedad que se ha politizado y que pone la justicia social entre sus primeros niveles de preocupación. Por eso le exigen, también al Papa, que luche por un mundo más justo ahora que él, Bergoglio, ocupa un cargo y tiene una responsabilidad que lo habilita para hacerlo.
Las otras prioridades (“castigar los abusos sexuales de algunos sacerdotes” y “combatir la corrupción en la Iglesia”) son pedidos de coherencia. Se le está solicitando a Francisco que avance en el sentido de la coherencia entre lo que se predica y lo que se practica. También porque estas contradicciones son las que más desprestigio le han traído a la Iglesia en lo local y en lo internacional. Los curas pedófilos en el mundo y los pedófilos locales que siguen sin sanción eclesiástica. La prédica de la justicia para otros y la poca consecuencia en la propia casa.
No habría que descartar que, al menos en estos dos aspectos, Francisco termine dando la razón a quienes así se lo solicitan en Argentina. Muchos coinciden en que a partir de Bergoglio el Vaticano tendrá una agenda internacional más activa buscando intervenir en el escenario mundial en favor de una mayor justicia en las relaciones internacionales. Sería llevar la agenda de la Iglesia latinoamericana a la Iglesia universal.
Algo similar respecto de la corrupción económica, política, cultural de la estructura de la Iglesia Católica y la sanción a los pedófilos y abusadores. Ambos temas parecen estar, por los primeros indicios, en la agenda del papa Francisco. En ese caso le estaría dando la razón a quienes respondieron a la encuesta en Buenos Aires. Y seguramente a muchos más que, aunque no fueron entrevistados, piensan de manera similar en gran parte del mundo.
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