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Los trabajadores de la prensa gráfica están llevando a cabo un plan de lucha, que incluye entre otras acciones una quita de firmas en los diarios de hoy. El objetivo es conseguir una respuesta favorable a sus demandas en las paritarias con las patronales del sector, que están trabadas.

Los reclamos, entiendo, son justos. Y la Convención Colectiva con todos los medios, incluyendo a los hegemónicos, un avance de la práctica colectiva.

Por las características del trabajo que realizo en Página/12, la situación me coloca ante un dilema que sincero a los lectores y a mis compañeros. Creo que columnas como las que escribo habitualmente, que combinan un tono editorial con opiniones y subjetividades, hacen imposible su publicación sin firma.

Pienso que la opción, en la peculiar situación, es no publicarlas o hacerlas con el aditamento de estas líneas.

Mi decisión también sopesa que los columnistas o editorialistas de los diarios Clarín y La Nación que ocupan espacios similares al mío firman sus notas. Lo que coloca a este diario, en el que laburo con orgullo y pasión, en una relativa desventaja. Asimetría que no considero justa ni funcional. Ni para el conflicto laboral ni para el ideológico y político que en esta etapa enfrenta a esos medios con quienes tenemos otra visión del mundo y de la estructura de poder real en la Argentina.

Así las cosas, elijo publicar y firmar mi columna con este añadido, antes que retirarla este domingo.

Me expreso en primera persona del singular. Es un método ajeno a mi habitual manera de redactar, porque es una movida personal. Ante un dilema complejo, no juzgo ni opino sobre pares que optan por otras respuestas.

Dentro de las limitaciones de la realidad, calculo que es el mejor modo posible de conciliar el imperativo de ayudar a visibilizar el conflicto, tomando posición. Y también de mantener en esta edición el aporte que trato de realizar cotidianamente.