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¿Por qué no está firme el crecimiento?
Por Maximiliano Montenegro
¿Cuáles son las fuentes de un crecimiento sustentable en Argentina? En los años noventa, la receta del FMI era defendida por el establishment y sus acólitos cual verdad revelada. El gobierno debía no hacer nada (el famoso piloto automático) más que esmerarse por dar confianza a los inversores. Ajuste fiscal, privatizaciones, alineamiento automático, travestismo ideológico eran todos instrumentos de la política económica en la búsqueda del circulo virtuoso: ingreso de capitales, baja del riesgo país, reducción de la tasa de interés, etc., etc. Sin embargo, después de la hecatombe de ese modelo, hoy nadie se anima a ofrecer una única receta. Los gurúes de la city dicen que el “zurdaje” entorpece el clima de negocios, pero hasta los economistas ortodoxos están desconcertados y aceptan discutir las fórmulas para crecer. Roberto Lavagna cree que el Estado debe tener un rol más protagónico, aunque más no sea para romper con el pasado. Pero, es innegable, la recuperación perdió vigor y el desafío ahora es cómo hacer para que no continúe languideciendo. ¿Por qué será que Argentina todavía no puede asegurarse un sendero de crecimiento?
Hay varias tesis que circulan en medios académicos y empresarios para explicar los límites al crecimiento que empezaron a evidenciarse en los últimos dos meses. Pueden mencionarse las siguientes:
- Clima de negocios: para algunos, éste es el problema. Para crecer hay que recuperar la inversión, y para ello es necesario “señales a largo plazo”: renegociar al deuda en default, ajustar las tarifas de servicios públicos, compensar rápidamente a los bancos por la pesificación, no interferir en las ejecuciones bancarias.
- Color político: Es la versión ultra de la anterior, defendida por economistas de FIEL y menemistas del CEMA. No sólo no se toman las “medidas de fondo” (o del Fondo). El color de la administración Kirchner es en sí mismo una traba. Desde esta perspectiva, cualquier gesto del presidente espanta inversores: la designación de Zaffaroni en la Corte, el pase a retiro de militares, la extradición de genocidas o el planteo a Blair sobre Malvinas conspiran contra el crecimiento.
La mayoría de las veces estas interpretaciones responden a intereses del poder económico. Pero hay un hecho que no se puede desconocer: la inversión neta es hoy negativa; es decir, ni siquiera alcanza para el mantenimiento de las máquinas. Y sin inversión, no hay crecimiento sostenible. Otros tratan de indagar más allá en las causas.
- Límite al poder de compra: Es la idea que prevalece en el equipo de Lavagna. Agotado el impulso exportador, es necesario reactivar el consumo interno. Y para ello hay que recomponer el poder adquisitivo de los salarios más bajos, que son los de mayor propensión a consumir. Después vendrá la inversión, cuando los empresarios perciban que el negocio se agrandó. Suena simple. Pero si la inflación neutraliza la mejora salarial; o la suba de costos y la apreciación cambiaria licuan las ganancias de los sectores favorecidos con la devaluación, se estará de nuevo en el punto de partida.
- De una vez: La recomposición de ganancias vía devaluación y pesificación fue apenas un empujón inicial. Por ejemplo, el miniboom de la construcción se pagó con los dólares del colchón. Para sostenerlo hay que reconstruir el mercado hipotecario. Pero como el ingreso real de los argentinos medios cayó más del 40%, no hay magia para que un deudor pueda destinar el 25% de su ingreso a una cuota hipotecaria: o suben las remuneraciones o cae fuerte la tasa de interés. Así, para que haya tomadores de crédito hoy la tasa de interés tendría que bajar más que durante la etapa dorada de la convertibilidad.
- Dólar y Brasil: La apreciación del tipo de cambio nominal es para economistas industrialistas la causa de la creciente “desustitución de importaciones”; o sea, que las importaciones brasileñas estén, nuevamente, desplazando producción local. Sin embargo, un informe del JP Morgan argumenta que lo que alienta la invasión brasileña no es el tipo de cambio bilateral, sino la recesión del socio mayor. “El peso nunca perdió competitividad, pelearse con molinos de viento resta credibilidad al gobierno”, asegura. Una advertencia: el JP Morgan representa a los acreedores externos quienes, al igual que buena parte de los bancos y privatizadas, presionan por un dólar bajo, para cobrar más rápidamente la deuda en default.