EL PAíS › EL DRAMA QUE VIVIó TERESA MALVINA SECO

Volver a empezar

 Por Mariana Carbajal

Teresa Malvina Seco recuperó su libertad el 4 de mayo, luego de que un fallo de la Corte de Tucumán revocara la sentencia que la había condenado por el homicidio de su esposo y la absolviera al interpretar que actuó en legítima defensa. La mujer, de 32 años y madre de tres hijos, estuvo privada de su libertad desde la noche del 25 de diciembre de 2010: tres años y cuatro meses. “Estoy tratando de rearmar mi vida desde cero. Es como tener un rompecabezas y no saber cómo van las piezas”, contó a este diario. Vive en una casita humilde, en la localidad de Medinas, al sur de la provincia de Tucumán. Arregla celulares. Enorme sorpresa y congoja sintió, dijo, cuando esa noche se enteró de que su marido se había muerto, como consecuencia del puntazo que ella le había dado, sin intención, al defenderse de los golpes que pretendía propinarle –como tantas veces– a ella y a su hijo mayor, entonces de 13 años. No había querido matarlo. Sólo protegerse ella y al niño. Pero los jueces de la Cámara Penal de Concepción no le creyeron. Esa actitud de la Justicia le generó “frustración”, contó a este diario.

Estuvo los primeros seis meses detenida en la Unidad Penitenciaria Nº 4 de Mujeres, en Banda de Río Salí, a unos 120 kilómetros de su domicilio, en la provincia de Tucumán. Hasta que el 5 de julio de 2011 le otorgaron la prisión domiciliaria, por sus dos hijos pequeños: en ese momento el más chiquito tenía 1 año y 6 meses y la nena, 3 años. Pero con el menor no pudo reencontrarse hasta 16 meses después. La familia de su esposo le había pedido el bebé para cuidarlo el día que ocurrió la muerte del hombre y nunca más se lo quiso devolver. Recién pudo recuperarlo a fines de noviembre de 2012, por intervención de un Juzgado de Familia. “El chiquito no me reconocía. Fuimos recuperando el vínculo a través de mi hija, que a ella sí la conocía. Sufrió mucho: él me decía que se quería ir a su casa, por la de su abuela. He tenido mucha paciencia, mucho amor y hemos podido recuperar el vínculo. No sólo yo sufrí en estos años, mis tres hijos también, muchísimo. El mayor se sentía culpable por toda la situación, porque él había agarrado el cuchillo que yo le quité. Y lamentablemente pasó lo que pasó, y yo no me lo esperaba. Yo no creía cuando esa noche me vinieron a contar que mi esposo había muerto”, contó Seco.

El mismo tribunal que la condenó a 12 años de prisión, sin contemplar el contexto de violencia de género que ella sufría y en el que se dio el hecho, le revocó la prisión domiciliaria en diciembre. Fue un día que ella tuvo un accidente en su casa y se lastimó una pierna. La defensora oficial, Carola Ballesteros, contó que Seco llamó a la comisaría de Medinas, para que la fueran a buscar con un patrullero, pero que le dijeron que no tenían ninguno. Entonces, la joven se dirigió a la seccional y dejó constancia de que iba a ir al hospital. Pero la familia de su esposo denunció que había violado la domiciliaria y la Sala I de la Cámara Penal de Concepción la volvió a alejar de sus hijos y la mandó nuevamente a la cárcel de mujeres, a pesar de que la fiscal de Cámara sostuvo que la salida había sido justificada y no había riesgo procesal. Su defensora reclamó que le permitieran visitar a los chicos, dado que el penal está ubicado a más de cien kilómetros de su domicilio y la mamá de Seco, de condición humilde, no tenía medios para llevarlos a ver a su mamá. La Sala I, señaló Ballesteros, le autorizó una salida cada dos meses, de seis horas, de las cuales tres horas se le iban de viaje, entre la ida y la vuelta. “Los chicos lloraban y lloraban por no poder verla”, contó Ballesteros.

–¿Qué les diría a otras mujeres que sufren violencia de género de parte de su pareja? –le preguntó Página/12.

–Que se separen, que salgan, averigüen, hablen con psicólogos, con abogados. No es fácil salir. Muchas mujeres se quedan por miedo. Con el tiempo me he dado cuenta de que no me separé por el miedo que le tenía. Pero no es imposible salir: con ayuda se puede. Mi esposo me amenazaba con quitarme a los hijos. Me decía: “Si te vas, los chicos se quedan”. El maltrato no es sólo físico. Es psicológico y económico también. Me interesa ayudar a otras mujeres. La sufrí mucho en estos años. La peleé mucho. Pero la vida continúa. Me gustaría que mi historia fuera ejemplo para que no le vuelva a pasar a otra lo que me pasó a mí.

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