EL PAíS › LOS ASESINATOS DE LAS DOS TURISTAS FRANCESAS

Un doble femicidio

Las muertes de Cassandre Bouvier y Houria Moumni tienen todas las características del femicidio, pero esa figura no puede aplicarse porque fue incorporada al Código Penal después de esos hechos.

 Por Carlos Rodríguez

Desde Salta

Si hay algo que está claro en el juicio oral por el crimen de las turistas francesas Cassandre Bouvier (29 años) y Houria Moumni (19), es que el imputado Gustavo Orlando Lasi está a punto de recibir hoy una dura condena. Uno de los querellantes dijo que es un típico caso de “femicidio”, aunque la figura penal no pueda aplicarse aquí porque el hecho ocurrió antes de la tipificación de esa figura penal. Tanto el fiscal como las dos partes querellantes que representan a los familiares de las víctimas solicitaron al Tribunal de Juicio Sala II que le apliquen a Lasi la pena de prisión perpetua por robo, abuso sexual y homicidio agravados. Los pedidos para los otros imputados principales, Santos Clemente Vera y Daniel Octavio Vilte (ver nota aparte), están divididos entre la perpetua y la absolución. Lasi, en cambio, empezó a trabajar por su propia condena cuando, a las 19.50 del 15 de julio de 2011, minutos después del hecho, que habría ocurrido entre las 17.30 y las 19.30, le puso su chip personal al celular que le robó a Moumni en la Quebrada de San Lorenzo, escenario del doble homicidio. Lo primero que hizo Lasi fue hacer “una consulta de saldo”, según consta en la causa.

Por si fuera poco, esa misma noche, Lasi “le regaló” a su entonces novia, María Fernanda Cañizares, no sólo el celular sino también la cámara de fotos que Houria había llevado al Mirador de la Quebrada, con la inocencia de una turista que quería llevarse el mejor recuerdo de una provincia a la que amaba por sus bellezas naturales y por su gente. A partir del testimonio de Lasi fue que Vera y Vilte quedaron pegados al hecho como coautores. Si bien uno de los resultados de ADN señalarían a Vera como uno de los abusadores, lo cierto es que la contundencia de las muestras halladas en los cuerpos de las víctimas sólo confirman la presencia indubitable de Gustavo Orlando Lasi, ex empleado del Ministerio de Ambiente local y en algunas ocasiones guía turístico en la Quebrada de San Lorenzo.

En sus distintas indagatorias, Lasi fue reconociendo algunas cosas, como ser que había abusado de una de las dos mujeres, cuando se comprobó que sus rastros estaban en las dos. Su justificación del repudiable hecho lo llevó a expresar una frase machista que lo descalifica y que resulta grotesca ante semejante crimen: “Me obligaron a hacerlo (supuestamente Vilte y Vera) y lo hice para que no dijeran que soy ‘maricón’”. El psiquiatra y el psicólogo definieron a Lasi como alguien que tiene “una personalidad perversa, manipuladora y con doble discurso y doble moral”. Un hombre “frío y calculador, con fuertes rasgos psicopáticos, que proyecta la responsabilidad en los copartícipes Vera y Vilte”.

Hasta el día de ayer –hoy los imputados tendrán la oportunidad de decir sus últimas palabras antes de que se dicte la sentencia–, Lasi sigue negando su participación en el doble homicidio. Dos muertes que llenan de espanto, porque a Moumni le pegaron dos escopetazos, uno en el antebrazo izquierdo y otro en la cintura, que le provocó la muerte luego de una agonía de media hora, mientras que a Cassandre le dispararon a quemarropa, desde menos de 50 centímetros. La bala quedó alojada en su cabeza y se presume que le dispararon cuando estaba de rodillas. Moumni se arrastraba por el suelo, indefensa como su amiga, cuando la balearon por la espalda.

El querellante Nicolás Durrieu, que representa a las madres de las dos víctimas y a la hermana de una de ellas –el padre de Cassandre querella por separado–, señaló en su alegato que el doble crimen de Salta fue “un acto barbárico donde hay componentes de violencia de género”, aun cuando en este caso no pueda aplicarse la figura penal de femicidio, porque fue incorporada al Código Penal con posterioridad a los hechos que aquí se investigan. De todos modos, señaló ante los jueces que el tema “debe analizarse conceptualmente por lo salvaje de los hechos, porque ellas fueron golpeadas, deformadas sus caras y eso fue porque los hombres entendieron que podían hacerlo por su calidad de mujeres”.

Durrieu sostuvo que los autores del doble abuso y asesinato “realizaron estos hechos bajo el concepto de que las mujeres son objetos y porque (ellos) creen en la preeminencia del hombre sobre la mujer, de manera que la violencia de género está acreditada”. Y recordó las palabras que pronunció, el primer día del juicio, Helene Kotak, la madre de Cassandre, refiriéndose a Houria: “Ella recordó que ese nombre, en árabe, significa libertad y por eso (el femicidio) debe ser analizado, más allá de que no esté tipificado” en la causa.

Lasi niega su participación en el doble crimen, pero el arma usada, una carabina calibre 22, era de él o de su padre, Walter Lasi, que fue absuelto del delito de encubrimiento por el que estuvo acusado. Tanto el padre como un tío del imputado, Juan José Lasi, sostuvieron en distintas etapas del proceso judicial que el joven Gustavo Orlando es inocente. Su tío, al declarar en la audiencia pública, llegó a insinuar que el abuso sexual y el doble homicidio fueron cometidos en otro lugar y no en el Mirador. Hasta señaló como supuesto responsable de los hechos a un vecino del barrio Buena Vista, porque en su casa se realizaban supuestas “fiestas privadas” donde iba gente armada.

Al juicio oral sólo llegaron, como imputados del encubrimiento dos trabajadores de la Quebrada, Omar Darío Ramos y Antonio Eduardo Sandoval, quienes en distintos momentos manipularon y trataron de ocultar la carabina, siguiendo un pedido de los que pretendían salvar a Gustavo Orlando Lasi de la acusación que lo tiene al borde de una dura condena. Aunque se dijo en los alegatos que Ramos y Sandoval sabían que se trataba del arma bajo sospecha, porque pasó por sus manos luego del hallazgo de los cuerpos, el 29 de julio de 2011, de todos modos pidieron para ambos penas menores y “en suspenso”, sin aplicación efectiva.

Los informes psiquiátricos de Vera, igual que los de Lasi, hablan de “doble discurso y doble moral”, y también de una personalidad “impulsiva y agresiva”. Un par de coartadas que intentó Vera, a partir de supuestas llamadas y citas en su teléfono celular que lo colocaban lejos de la escena del crimen el 15 de julio de 2011, fueron descartadas durante las audiencias. De todos modos, a diferencia de la contundencia del ADN de Lasi, las pruebas fisiológicas, en su caso, son más débiles o más remotas. Los estudios realizados por el biólogo y genetista Daniel Corach indican, en el caso de Vera, “la patrilínea”, es decir que los restos genéticos hallados en la escena del crimen podrían pertenecer “a su padre, a su abuelo o a su sobrino, etcétera”.

Una de las querellas, para justificar el pedido de perpetua para Vera, sostuvo que en su confesión a medias “Lasi mencionó con propiedad a Santos Clemente Vera y no a un pariente suyo”. Los expertos franceses que analizaron las mismas muestras y que declararon en el juicio señalaron que, tal vez por ser insuficientes los fluidos que les llegaron, no pudieron sacar ninguna conclusión certera sobre el ADN de Vera.

Las pruebas contra Vilte, por último, son mucho más débiles porque está lo dicho por Lasi en su confesión y muy poco más, salvo la supuesta manipulación del arma homicida para venderla y hacerla desaparecer. A Vilte le juegan en contra algunos antecedentes personales y las mentiras que dijo para ubicarse lejos de la escena del crimen.

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Imagen: Télam
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