EL PAíS
La distancia con Duhalde es más que cuestión de altura
Por Fernando Cibeira
“Es el fin de una etapa en la política, en la que quienes decidían todo eran los aparatos instalados en el poder”, evaluaba anoche un feliz jefe de Gabinete, Alberto Fernández, al salir de Olivos. Fernández había pasado el día junto a Néstor Kirchner siguiendo las alternativas de la elección de Misiones hasta casi la medianoche, cuando el Presidente se comunicó con Carlos Rovira para felicitarlo y prometerle una pronta visita. Kirchner había jugado mucho al apostar a favor de Rovira, enfrentando a la estructura del justicialismo que apoyó a Ramón Puerta, incluyendo la visita de Eduardo Duhalde para el cierre de campaña. “Esto nos indica que es correcto el camino de la transversalidad y la apertura de las fronteras partidarias”, añadía Fernández.
Kirchner se jugó a fondo con Rovira. No sólo porque viajó en varias ocasiones a Misiones para hacer campaña juntos, sino también por las cosas que dijo de Puerta en esos viajes. Lo menos: que Puerta era el retorno de quienes buscan mezclar los negocios con la política. El senador había estado junto a Carlos Menem en la presidencial y se ganó el desprecio de por vida de Kirchner. “Hoy se murió el menemismo”, resumía anoche el jefe de Gabinete. La frase no sólo tenía su justificación en el resultado de ayer, sino también en la victoria de Aníbal Ibarra ante Mauricio Macri en las elecciones porteñas.
En sus ataques a Puerta, el Presidente no se preocupó ni un poco por la posición en la que dejaba a Duhalde, quien se dice amigo personal de Puerta y comprometió el apoyo de la estructura del justicialismo. Hasta le envió el duhaldemóvil para la caravana final.
Para el Gobierno, lo de ayer demuestra que en adelante Duhalde deberá revisar con más cuidado su visión de la realidad política. Es más, cerca del Presidente analizaban anoche que lo que había hecho Duhalde con Puerta no tenía mucha lógica y que, tal vez, pudiera justificarse en algún motivo privado que ellos no conocían. Pero también decían que Duhalde en público se dice partidario de un tipo de política de la que luego descree. Y que en realidad se inclina por quienes se identifican con lo que llaman “las viejas estructuras”, por lo que no le gusta nada la utopía presidencial de crear un movimiento transversal progresista que supere la representatividad de los partidos tradicionales.
PT o el Partido Transversal
“En Misiones le vamos a ganar al PJ bonaerense”, bromeaba días atrás uno de los amigos patagónicos del Presidente. Y si bien la afirmación podía sonar exagerada, cerca de Kirchner existía un clima de fin de batalla de una pulseada que se adivina larga: el kirchnerismo contra quienes manejan los hilos del PJ. Hoy por hoy, sus intereses coinciden en la mayoría de los casos pero el día de mañana podrían no hacerlo.
Un hombre muy cercano a Kirchner, fundamental en el armado de su proyecto político, hacía el siguiente análisis:
- los partidos políticos quedaron devaluados ante la sociedad luego de la crisis de diciembre del 2001;
- a partir de ahí, la gente comenzó a identificarse por motivos ideológicos y de valores, ignorando las siglas partidarias;
- las encuestas indican que hoy Kirchner representa esos valores mejor que nadie;
- en cada distrito, el Presidente va a apoyar al candidato que considere que mejor sostenga esa idea, no importa si es justicialista;
- la transversalidad debe entenderse como el vínculo de la política con la gente. “Una visión social que se expresa en votos”, fue la poética expresión que utilizó el funcionario kirchnerista. En ese sentido, el Presidente se seguirá relacionando con dirigentes afines como Ibarra o el socialista Hermes Binner, se enoje quien se enoje; * históricamente verticalista con quien detenta el poder, el PJ seguramente se sumará a la idea del Presidente. Por ahora, nadie avizora una división.
Es evidente que al Gobierno no se siente cómodo al depender en el Congreso de la buena disposición del bloque de diputados bonaerenses pero por ahora no hay alternativas. Además, en la Rosada reconocen lo bien que se portó hasta ahora Duhalde con Kirchner, por lo que tampoco tenía sentido meter el dedo en la llaga. Por eso prevaleció la mesura en Olivos y, pese a los anuncios que se hacían en Misiones, Kirchner no viajó para participar de los festejos.
La seguridad del triunfo les llegó con los bocas de urna, cuando el ministro del Interior, Aníbal Fernández, les contó que Rovira se imponía en casi todos los pueblos y ciudades. El Presidente habló con Rovira, lo felicitó y acordaron posponer el reencuentro del triunfo para los próximos días. Kirchner se quedó en Olivos junto a su mujer, la senadora Cristina Fernández, mirando una película sobre la vida del ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani.
Uno de los datos que resaltaban en Olivos era que la gente había votado en el mismo sentido en Capital Federal y en Misiones, lo que podía interpretarse como una auspiciosa incidencia de la transversalidad a nivel nacional. “Para nosotros, es una prueba de que las cosas están cambiando y la reafirmación del proyecto que planteamos”, sostenía Alberto Fernández.