Lunes, 12 de octubre de 2015 | Hoy
EL PAíS › LOHANA BERKINS EN LOS TALLERES
Por Flor Monfort
La escuela 31 fue la sede de los talleres de activismo lésbico, bisexualidades, trans y autodefensa, y como siempre pasa en los Encuentros, la figura de Lohana Berkins es un imán para quienes la conocen y para lxs que van llegando y escuchan su voz, “mi maravilloso aparato fónico”, como ella misma lo define. Desde el patio y sentada como una directora de primaria, Berkins arengó por la eliminación del binarismo y por empezar a visibilizar el cuerpo travesti. “Si les pedimos a los niños que vienen a esta escuela que dibujen un hombre o una mujer, más o menos todos podrán hacerlo, pero ¿qué pasa si les pedimos que dibujen un cuerpo travesti? Si nuestros cuerpos no son visibles tampoco lo será nuestro deseo”, dijo la activista entre aplausos, volviendo a un tema central en sus intervenciones: sacar las sexualidades trans de la zona roja tomando como ejemplo la naturalidad con la que un hombre y una mujer se relacionan y generan lazos sociales. “¿Por qué tenemos que esconder nuestros genitales? ¿Por qué no se puede aceptar que el pene es parte de nuestros goces?”, preguntó e insistió en la censura de los modelos de belleza hegemónicos en la práctica cotidiana. Otra problemática que ocupó buena parte del taller trans, el más concurrido, tuvo que ver con la salud, las intervenciones médicas en los tratamientos hormonales y la falta de información que hay en las instituciones. “Nosotras queremos las hormonas porque queremos transformar nuestro cuerpo, no queremos las hormonas para que a los varones les parezcan lindas nuestras curvas o similares a las de una mujer. Nosotras elegimos además qué hormonas queremos y en qué cantidad porque los efectos secundarios no son menores. No se puede homogeneizar. Nos ha pasado que no nos dan las hormonas adecuadas, o no nos dejan acceder a cirugías cuando ya deberían hacerlo, chicas que han tenido inyecciones de aceite de avión con las que no han sabido qué hacer. El consultorio trans no es tan democrático como se piensa”, dijo una asistente y pidió un consenso común a la hora de enfrentar la medicina, “quien debería escucharnos a nosotras antes de prescribirnos”, dijo otra. En este punto, volver a nombrarse y a enunciarse públicamente se debatió desde una perspectiva política, volviendo al tema que pareció atravesar este encuentro desde todos sus espacios: la violencia. “Tuvimos que tirarle nuestros cadáveres en la cara a la sociedad para que empezara a nombrarnos y aun así seguimos peleando la visibilidad y la instalación de la palabra “transfobia”. Se recordó a Laura Moyano, la travesti cordobesa violada y asesinada en julio pasado y la insistencia mediática por nombrarlo en masculino. “No somos todas iguales como a la sociedad progre le gusta creer, importa la clase, importa el color de piel, importa la etnia” dijo una compañera ovacionada y volvió sobre una anécdota de Berkins, que dice que cuando anda sola por el mundo parece una abuelita, pero cuando va del brazo de una travesti, no tiene los mismos privilegios. “No somos iguales pero estamos listas para guerrear” se dijo desde el fondo del patio atestado.
Sobre el deseo y las sexualidades, los talleres de lesbianismo y bisexualidad se explayaron con posturas muy diferenciadas. Mientras unas reivindicaban la ampliación de derechos en temas de familia y reproducción, otras se preguntaban por la réplica de la heteronorma. “¿Queremos realmente casarnos? ¿Queremos tener hijos? ¿Vale la pena que nos preguntemos qué queremos o mejor nos dedicamos a salir sin remera a mostrar que las tetas son todas distintas, como lo son los sentires, las experiencias, los lazos lesbianos?”, dijo una mujer y a pocos metros de ella, entre los cuerpos, bolsos y carteras apretados en la sala de quinto grado, emergió una cachorra que se llevó el suspiro popular. “Es que salió del closet”, dijo alguien y estallaron las risas.
Los talleres de posporno y autodefensa se realizaron a puertas cerradas y bajo absoluto hermetismo, porque eran experienciales y porque la idea es crear una red más allá del Encuentro que potencie las consignas y amplifique su práctica en la vida cotidiana.
Reaccionar con gestos, mirada y voz cuando la propia zona de seguridad se ve amenazada fueron algunas de las premisas del trabajo corporal, que pretende replicarse en nuevos talleres en Rosario, algunos que ya se vienen dando como los de la colectiva Amansalva.
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