EL PAíS
Pase el que sigue
Por H. V.
Solá, como antes Duhalde, osciló entre la reforma de las instituciones de seguridad y la negociación con sus cúpulas para que regularan el delito, dentro de límites compatibles con la tranquilidad política. Aislado en la enorme mansión platense que habita, hoy no atina a hacer ni lo uno ni lo otro, con lo que el descontrol es absoluto. Los ministros federales Gustavo Beliz y Alberto Fernández verían con alivio que designara como ministro de seguridad a Marcelo Saín, quien debió alejarse luego de denunciar la connivencia entre delito y política. Saín está dispuesto a un voto de abstinencia verbal y a hablar sólo por sus actos. Pero Solá dijo que no estaba en condiciones políticas de respaldarlo y en su lugar designó a la vicegobernadora Graciela Giannettasio, cuya imagen junto a Hilda González de Duhalde y Mabel Muller fue una de las más expresivas del último congreso del PJ. El gobernador anunció que se trataba de un nombramiento transitorio, mientras esperaba la respuesta de su candidato al cargo. Una investigación del Centro de Estudios Nueva Mayoría indica que desempleo, inseguridad y corrupción, son las tres demandas prioritarias de la opinión pública. En Buenos Aires las tres se ligan.
El diario platense El Día reveló que el elegido por Solá es el abogado Alberto Beraldi, quien fue viceministro durante la gestión de Carlos Arslanian e integró con él y otros once miembros la comisión asesora para la reforma procesal y penal contra los secuestros. Varias de sus recomendaciones, con aumentos de penas y flexibilización procesal, fueron sancionadas por el Congreso. También Saín formó parte del equipo de Arslanian en enero de 1988. Pronto descubrieron que las mayores resistencias se producían en los municipios. En un solo día recibieron 74 llamados de jueces e intendentes que pedían que no se expulsara a determinados policías. Uno de ellos tenía dieciocho causas por homicidio en riña, que es el nombre judicial del gatillo fácil, siete por apremios ilegales y dos por comercio de narcóticos.
Cuando Saín denunció en un seminario que los punteros del Partido Justicialista en el conurbano financiaban sus actividades políticas con el tráfico de productos estupefacientes, en complicidad con la policía, Beraldi recordó que “relevamos a jefes departamentales en zonas muy pesadas, como Morón, Lanús y La Matanza, y Arslanian se lo comunicaba a Duhalde después de firmar”. Lo confirmó Arslanian: “Me tuve que bancar presiones de intendentes, cuando les tocamos su sistema recaudatorio, pero no nos torcieron la mano”, dijo a este diario, días antes de que se la torcieran. Como vocero de ese descontento se destacó Rückauf, quien en agosto de 1999 precipitó el alejamiento de Arslanian, Beraldi y Saín al postular que debía meterse bala a los ladrones. “Arslanian tiene prejuicios contra la clase política. Releva a comisarios de confianza de los intendentes y designa a otros que no dialogan con los intendentes, que se quejan de él”, explicó Rückauf.
Solá afirma que el gobierno nacional le ha prometido un aporte de 300 millones de pesos, como si el problema fuera la falta de recursos y no la presencia continuada de “hampones en las instituciones” y la falta de decisión política para ir a fondo, como dijo el presidente Néstor Kirchner. El gobernador también adelantó la idea de crear una nueva policía para el área metropolitana y el Gran Buenos Aires. Beliz se queja de la dificultad de cualquier trabajo conjunto con Solá. “Toma las mejores ideas cuando aún están en elaboración, las anuncia a los medios para calmar la presión. Así las manosea y dificulta su aplicación”, dice.
También le reprocha que en privado “cuenta cosas espantosas de la corrupción de los intendentes pero en público los defiende”.
Solá ha sostenido, además, al Protector General Eduardo Matías De la Cruz, aunque no ignora sus cuantiosos giros bancarios al exterior, con lo cual tampoco puede contar con el Ministerio Público para organizar una policía judicial eficiente, sin los vicios que a pesar de todas las purgas vuelven a brotar entre los escombros de la Bonaerense. En vez de ello apela a la imaginación para crear esquemas fantasiosos y recurre para aplicarlos a grandes especialistas en otros temas, como Raúl Rivara. Cuando empiezan a aprender, los releva. Rivara detectó un nido de corrupción en la secretaría a cargo de Diego Gorgal, a quien despidió luego de comprobar que no había viajado a España solo y para un seminario académico, sino en compañía de un comisario y otros dos funcionarios, con todos los gastos pagos por una empresa telefónica interesada en el reequipamiento de comunicaciones. Pero Solá no quiso que se informara de ello y permitió que se confundiera con la salida del propio Rivara, descartado luego del asesinato de Blumberg como chivo expiatorio. Un dato notable es que tanto Beraldi como Saín sólo están dispuestos a sucederlo si cuentan con un respaldo explícito de Kirchner, que les sea transmitido en forma personal, ya que no creen en la palabra de Solá quien, en su conferencia de prensa del viernes, no tuvo mejor idea que derivar culpas al gobierno nacional.
Kirchner está ante dos dilemas superpuestos. El tampoco confía en el gobernador, pero la alternativa sería un regreso al duhaldismo puro y duro de Giannettasio y Antonio Arcuri. Debido a esa desconfianza, vacila en involucrarse en forma abierta en la crisis bonaerense, pero percibe que, sin conducción, puede ser deletérea también para la Casa Rosada. Luego de acordar los términos con Solá, Beraldi viajó al exterior por un compromiso previo. Regresará dentro de una semana. Para entonces, el gobernador deberá haber planteado las condiciones que le fijó su candidato y el gobierno nacional aceptarlas. Otro tanto plantea Saín. En cualquier caso, el próximo ministro de Seguridad será, de hecho, un interventor federal.