EL PAíS › OPINION
Las protestas y sus formatos
Por Norma Giarracca *
Los estudiosos de las protestas sociales solemos decir que la estética o metodología de la acción es tanto o más importante que la demanda. Es el medio de expresión y representa el modo en que el reclamo es comunicado a quienes va dirigido y a los posibles simpatizantes. Y allí está la clave, la demanda puede ser comprendida por el resto de la sociedad o puede resultar indiferente o repudiable. Y aquí vale el primer interrogante: ¿puede un movimiento social sostenerse y fortalecerse sin puentes con el resto del conjunto social?
Podemos tipificar las formas de acción según sus lógicas implícitas: 1) la del número, gran cantidad de personas participando; 2) la del daño material, infligir algún nivel de violencia para llamar la atención sobre el problema; 3) la del testigo, se demuestran convicciones en forma sostenida y persistentes en el tiempo sin necesitar de grandes números y en base a la “no violencia”.
La Argentina tiene una larga tradición de protestas y de formatos innovadores de esas acciones. En los momentos de crecimiento industrial y agrario diversificado, se dieron marchas multitudinarias, concentraciones alrededor de las plazas centrales, paros y huelga general; “acciones directas”; los cortes de rutas eran generados, por aquellos tiempos, por los chacareros y campesinos.
En los años noventa, no sólo el país mostró los profundos cambios ocurridos por los elementos expoliadores y expropiadores del capitalismo salvaje que conocemos como “neoliberalismo”, sino que cambiaron las protestas, los actores y se dio una fuerte innovación en los modos de expresión.
La lista de nuevos formatos de protesta de esos años es interminable, por ejemplo, las carpas que inauguraron los docentes en 1997, las marchas de silencio, los escraches, el banderazo, los cánticos y rezos para parar remates de campo de las chacareras, las marchas con cámaras fotográficas en alto, apagones, movilizaciones en tren, suelta de globos, desnudar parte del cuerpo frente a las cámaras, así como incorporar representaciones teatrales, murgas, etcétera.
En la actualidad, el movimiento piquetero está discutiendo un cambio de metodologías de acción y esta decisión da cuenta de que le importa cómo reciben otros sectores estas demandas expresadas en sus viejos formatos: el corte de las calles de la ciudad, las marchas, la ocupación de ministerios, el asentamiento en la Plaza de Mayo, etc. Sin entrar en las interpretaciones de las razones, la mayoría de estos formatos de las acciones piqueteras no cuenta con la simpatía ni solidaridad de la gran ciudad. Es una evidencia y la pregunta es si será tomada en cuenta, o no, por los principales dirigentes piqueteros “duros” (que provienen de tradiciones políticas que subestiman a los sectores medios, a pesar de sus propios orígenes), para pensar esos cambios. En otras palabras, si les importa tender puentes hacia otros sectores.
No obstante esta decisión piquetera, es importante recordar que aun si no se ven, los problemas de la desocupación, de la indigna desigualdad social y la imagen del país devastado (la ex Argentina) siguen intactos. Y la protesta social es la mejor expresión democrática para recordarlos. Para tener presente de miles de modos que es necesario un cambio de rumbo que habilite las condiciones de reproducción material del conjunto social. En las historias de las comunidades aborígenes o campesinas de todo el mundo se encuentran ejemplos de estos grandes momentos de decisión cuando la reproducción del conjunto está en peligro. ¿Es tan difícil para el hombre moderno comprender algo tan simple? Sin innovaciones sustanciales, no se pueden esperar grandes cambios en el estado de las cosas. Y reconozcamos que esta capacidad innovadora y transformadora escasea por muchos espacios sociales pero, básicamente, por los despachos de los “hacedores de políticas”.
* Socióloga. Instituto Gino Germani UBA. Autora y coordinadora de La protesta social en la Argentina, Bs. As., 2001.