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El discurso nac&pop que Moreno cultiva es más atractivo que el de las relaciones carnales y el neoliberalismo. Pero con él vienen algunas compañías poco recomendables, siempre listas a cubrirse con la piel de cordero de la denominada “burguesía nacional”. Es una ingenuidad seguir llamando menemistas al escribano Moneta, a Jorge Brito o a Daniel Hadad, que hicieron grandes negocios entonces y aspiran a seguir haciéndolos ahora, como siempre sin reparar en métodos. El despegue de Brito se produjo en relación con la Coordinadora radical de Enrique Nosiglia, pero cuando Carlos Menem sucedió a Raúl Alfonsín, Brito se acercó al cuñado presidencial Emir Yoma, de quien se convirtió en prestamista. Esto favoreció su expansión, mediante la compra de varios bancos provinciales en feudos regidos por el menemismo, como Misiones, Salta y Jujuy. Durante la administración de la Alianza volvió a su primer amor, de la mano del jefe de gabinete Chrystian Colombo, quien había sido director del Banco Macro. En esos meses compró el banco Bansud; durante el interinato de Duhalde sumó el Scotiabank y, esta semana, ya con Kirchner, el Suquía cordobés. Moneta está sujeto a una causa judicial por lavado de dinero en la que hace dos meses se produjo una novedad decisiva, cuando el Banco Central de Bahamas informó que los accionistas de la investigada offshore “Federal Bank” son Moneta, su padre, su tío, su primo y su abogado. Durante años, Moneta negó cualquier relación con esa empresa, que se usó para triangular fondos de la corrupción política. En la década pasada, Moneta fue socio del Citibank en Citicorp Equity Investments, CEI, que poseía una parte del paquete accionario de Telefónica y el canal 11. Pero la relación terminó en forma estrepitosa, con el escribano atrincherado en su oficina del Edificio República tras una barricada de ladrillos levantada para bloquear la escalera que comunicaba con los pisos ocupados por los españoles. Según una inspección del Banco Central al Banco de Moneta, Telefónica le pagó cerca de 6 millones de dólares por tareas ficticias de consultoría en comunicaciones. Era el momento en que la compañía española trataba de conseguir un fallo favorable al decreto 92/97 sobre el rebalanceo, que le permitiera legalizar un aumento tarifario. La mayoría automática en la Corte Suprema menemista lo firmó en 1998. El operador ante la Corte fue el ex ministro Roberto Dromi, quien tenía una oficina contigua a la de Moneta. Diego Nazareno, hijo del entonces presidente del tribunal era el Director de Asuntos Legales de la Secretaría de Comunicaciones, que preparó el decreto que se discutía ante la Corte. Ese mismo año una inspección del Banco Central sacó a luz una serie de operaciones sospechosas entre el Banco República, de Moneta, y el Macro, de Brito. Consistían en asistencia recíproca por 8 millones de dólares. Para evadir las regulaciones que prohíben un elevado monto de préstamos a empresas vinculadas, el banco de Moneta les prestaba a empresas de Brito, y el banco de Brito a empresas de Moneta. En el acto evocativo del 19 y 20 de diciembre de 2001, el organizador del Frente Transversal Nacional y Popular, Edgardo De Petris, dijo que Kirchner no era “un acuerdo de los sectores económicos para obtener la gobernabilidad del sistema, sino el emergente de las luchas de nuestro pueblo”. Iniciado con poco más del 20 por ciento de los votos y poco menos del 20 por ciento de desocupación, el gobierno nacional disputa su legitimidad día a día. Su estabilidad depende del ritmo con que avance en el mejoramiento de las condiciones económico-sociales y de la calidad institucional, y del equilibrio que mantenga entre efectividad y transparencia sobre una capa de hielo fino. Se equivoca quien piense que algo bueno puede surgir de la proximidad con personajes como Hadad, Moneta y Brito, salvavidas de plomo que sólo pueden ayudarlo a tropezar y quebrar el hielo.