EL PAíS › DOS POSICIONES ENCONTRADAS FRENTE A LOS CACEROLAZOS

“Acá no golpeamos. ¿Para qué?”

 Por Marta Dillon

“Para mí el simple hecho de sacar un radical ya es bueno. Pero acá no golpeamos cacerolas ¿para qué? A ellos les tocaron el bolsillo y resulta que ahora salen. Pero siempre están bien y los pobres siempre son pobres.” Dolores Gómez vio el primero y el segundo cacerolazo por televisión. No encontró razones para dejar su lugar de espectadora. En el barrio Las Tunas, en Pacheco, al norte del Gran Buenos Aires, el 19 de diciembre fue un día que se demoraba en terminar. Los saqueos habían dejado una estela de terror. “Nosotros estuvimos en el ‘89, pero esta vez lo veíamos como algo que caía al vacío, no sé si menos organizado. Nosotros no lo hicimos aunque acá también dicen que había combis que traían gente. Pero antes teníamos un presidente elegido que podía cambiar todo. Ahora no.” Las cacerolas, para esta mujer de 55 años, madre de seis hijos, comadre del Plan PAIS, ferviente admiradora de la primera dama, están para transformar el alimento y hacerlo alcanzar. Y hasta ahora eso se logra, para ella y para su marido Higinio Amarilla, “dentro de la solidaridad de la masa obrera, y la masa obrera es peronista”. Así habla Higinio, aunque haya perdido su condición de obrero en 1987, cuando lo despidieron de una fábrica de cerámica, y ahora dependa del Plan Trabajar. No quedan muchos obreros en su barrio, entre sus compañeros. De lo que habla es del peronismo como lo conoció, como se lo presentaron sus padres. “Gracias a Dios somos peronistas, somos los que vivimos los momentos malos, a nosotros nos persiguieron los milicos y no nos pudieron agarrar. Y ahí esos que salieron con las cacerolas no hicieron nada”. Sin embargo no desprecia esa revuelta, al fin y al cabo “echaron al radical” y ahora tiene una fe ciega en lo que va a venir. “Anoche nos juntamos 10 o 12 familias y estamos convencidos que por fin vamos a hacer una diferencia, no digo en dinero, digo en trabajo”. Esa esperanza no alcanzó para empujarlo a la calle, ni siquiera para festejar la asunción de quien siempre fue su candidato. Para Duhalde trabajó en cada elección y en cada interna partidaria, incluso su referente política –una concejal de Tigre- le había dicho que votando a Duhalde senador ya se lo estaba votando para presidente, “pero no sabíamos cómo iba a ser”. Para salir a la calle hubieran necesitado una señal. “Estábamos a la expectativa de lo que nos dijeran, esperando que nos llamen. Porque una sabe cuáles son sus obligaciones. Si la concejal me llamaba yo enseguida juntaba 50 personas, pero ella dice que no están las cosas como para decir Duhalde o muerte. Cuando tiramos al brujo López Rega teníamos claro lo que queríamos y no queríamos. Ahora la gente no sabe, si lo tiraron a Rodríguez Saá por peronista. Esperemos que ahora no quieran tirarlo al nuevo presidente.” La misma clase media que puede ser aliada, es una amenaza, “están muy preocupados por su plata”.

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